CAPÍTULO 24: Xena

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—¿Vampiros?

—Decapitación—contestó Emma.

—¿Lamia?—volvió a preguntar el rubio.

—Dean, ¿en serio crees que se va a presentar una lamia aquí?— inquirió la pelirroja con sorna haciendo reír ligeramente al cazador que alzaba una ceja indicándola que contestase. Ella bufó cediendo—. Cuchillo de plata bendecido por un cura, o le puedo echar en la cara el romero que tenemos en la cocina, con un poquito de sal y al fuego. ¡Eh voila! cena preparada —esa vez fue Sam, sentado frente al ordenador, el que se rió.

Después de bastantes meses, los seres que habían salido con la Oscuridad estaban empezando a dar señales de vida. Sam y Dean se iban a Idaho, habían oído que muchas familias estaban siendo asesinadas. Cuando la gente se daba cuenta de su ausencia y acudían a la casa, se encontraban a todos muertos, salvo a un niño o niña pequeños, que solían ser los hijos menores de la familia. Lilith había usado durante meses a niñas pequeñas como recipientes, así que no era raro que los demonios que eran prácticamente iguales a ella tuviesen las mismas preferencias y no podían llevarse a Emma con ellos teniendo en cuenta que ya habían mandado a uno de los jefazos tras ella. No querían servírsela en bandeja, y aunque la chica protestó bastante, al final accedió a quedarse en el búnker.

—Puedo sobrevivir sola unos días — comentó — . Además, miradme, estoy cada día más fuerte— se puso a hacer poses con los brazos, como si estuviese realmente musculada. 

Dean pudo jurar que la vio incluso besarse el antebrazo. Pasó por su lado en dirección a la cocina para coger una cerveza, mientras Sam se ponía a recoger sus cosas, clavándole un dedo en la cadera, haciendo que se encogiese.

— ¡Eh!— se quejó.

—Estarás fuerte, pero no tienes reflejo alguno— se burló Dean, riéndose mientras continuaba andando. 

No pudo seguir su camino, ya que en cuanto dio un par de zancadas unos pasos detrás de él, seguidos de un grito de guerra, le hicieron ponerse en guardia. Se giró rápidamente, la cogió de los brazos intentando pararla antes de que llegase a él, pero iba con tanto impulso que acabaron los dos tirados en el suelo. 

El cazador se las apañó para quedar con las piernas a cada lado de sus caderas, a lo que Emma respondió intentando darle un puñetazo en la cara. Aún así, él fue más rápido y agarró sus manos poniéndolas sobre su cabeza, apoyando la otra mano junto a su costado para mantener su peso y no acabar encima de ella. 

Aquello le había pillado totalmente desprevenido, y había actuado como si se tratase de alguna criatura como las que él y su hermano cazaban. En un primer momento pensó que su cara de cabreo la debió asustar, porque estaba con los ojos abiertos como platos y parecía aterrorizada. 

No, parecía sorprendida. 

Un par de segundos después, Emma se puso roja y empezó a reírse a carcajadas. Dean echo una mirada hacia atrás y vio a Sam a un par de pasos, tan sorprendido o más que él, con cara de preocupación. Pero cuando oyó la risa de Emma se relajó bastante.

—¡Esta loca!—exclamó mirándole. 

Bufó y se levantó del suelo, ofreciéndole una mano para ayudarla a incorporarse también y poniendo los ojos en blanco mientras ella seguía riéndose y Dean proseguía su camino a la cocina.

—Si no hubieses gritado como Xena, incluso podrías haberlo pillado— le aconsejó Sam a la pelirroja.

—Lo tendré en cuenta para la próxima.

...

—¿Qué coño pasa aquí?—preguntó Dean a su hermano. 

Llevaban un día en aquel pueblo, acababan de salir del orfanato en el que tenían a los niños y, por lo poco que habían hablado con ellos, ninguno recordaba nada, salvo encontrarse alrededor de toda su familia muerta.

— A la gente aquí parece que le cuesta moverse. Joder entras a comprar y hasta al cajero le da pereza cobrarte.

—Estamos en verano, hace calor, a mí me cuesta mucho más moverme cuando hace calor.

—Y más si encima tenemos que llevar estos malditos trajes de pingüino— protestó de nuevo Dean como si no hubiera escuchado una palabra de lo que el castaño le decía, metiéndose en el coche para ir camino al motel en el que se alojaban. 

El caso se estaba haciendo raro sin Emma merodeando alrededor, se habían acostumbrado a ella y ambos notaban su ausencia.

—No se me ocurre qué más hacer. Los niños no recuerdan nada, y tampoco podemos obtener más pistas hasta que no se produzca otro ataque.

—Podríamos pasar por sus casas. A ver si encontramos restos de algún fantasma, azufre, o algo.

—¿Aprovechamos y vamos ahora?

—Vale, pero déjame primero parar a echar gasolina—respondió el mayor suspirando. 

Pararon en una de las gasolineras del pueblo, y el rubio bajó a recargar mientras Sam se quedaba en el coche, buscando las direcciones de las casas de los niños. Dean cogió un pastel de manzana antes de pagar.

—Buenas— saludó al dependiente de la tienda con un gesto de la cabeza mientras sacaba algo de dinero.

— ¿Algo más?—preguntó cuando dejó su pastel encima del mostrador.

—Treinta dólares para el depósito de allí — asintió señalando al coche, aunque tampoco habría hecho falta, era el único que había en toda la gasolinera. Pocos segundos después salió de la tienda en dirección al Impala.

—A tres calles de aquí está una de las casas — comentó Sam.

—Tú diriges.

Como había dicho Sam, la casa estaba al lado así que apenas tardaron en llegar. El cordón policial rodeaba el lugar, aunque no había ningún policía investigando. Aquello era una buena noticia, al menos no tendrían que recurrir a lo del FBI. Ambos se quitaron la chaqueta del traje y las tiraron en los asientos traseros del auto antes de dirigirse a la entrada.

Sam, delante de Dean, rompió el cordón y abrió la puerta con una ganzúa. Recorrieron toda la casa que parecía de una familia de tres donde el asesinato se había realizado en la habitación de los padres. Ambos hermanos se separaron para buscar en cada esquina de la casa sin haber encontrado ninguna pista cuando se volvieron a juntar.

—Puede que les haya dado tiempo a recoger todas las pruebas. Deberíamos probar en la última casa.

—En las noticias decía que el último había sido hace una semana.

—Bueno, hace un par de noches hubo otro.

—Tío—comentó el rubio de vuelta en el coche— , esto está desierto. ¿La gente aquí no sale ni a dar un paseo? Te juro que la persona más activa que he visto en todo el día es al vendedor de la gasolinera— Sam simplemente se encogió de hombros. 

Repitieron el procedimiento al llegar a la siguiente y última casa, pero no llevaban ni 5 minutos dando vueltas por las habitaciones cuando Sam llamó a su hermano. 

No hizo falta que le enseñase el azufre, la habitación apestaba a él.

BECOMING A HUNTER ⇘ SUPERNATURAL ✓ EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora