CAPÍTULO 33: Déjà vu

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Sam se metió el teléfono dentro del bolsillo de su pantalón después de colgar a su hermano. Se dirigió al maletero del Impala, donde habían guardado la primera hoja después de lo ocurrido con la pereza. Era demasiado grande como para guardarla en un bolsillo, así que la mantuvo en la mano. Cole se acercó a él para coger también un par de armas. Sabían que al igual que el anterior pecado, era muy probable que este estuviese rodeado de una legión de demonios. Habían acordado con Cas y Crowley que en cuanto se cargasen al pecado les transportarían directamente al coche y saldrían de allí corriendo.

—¿Quién es la chica?— preguntó Cole.

—¿Qué?

—A tu hermano se le veía preocupado. ¿Quién es la tía que ha conseguido que se ponga así?— Sam sonrió.

Parecía que aquello era evidente para todo el mundo menos para los dos que estaban metidos en la historia. No había querido inmiscuirse, pero cuanto más discutían y más puyas se lanzaban, más claro estaba todo lo que les ocurría. Por una parte se alegraba por su hermano, después de todo lo que habían pasado, y sobre todo él en el último año, le parecía que era lo mínimo que Dean se merecía. Pero le tenía preocupado el empeño que ponía este en alejarse de ella cada vez que daban un paso el uno más cerca del otro. La última había sido la de quedar con la chica que había acabado siendo la arpía. Su estupidez haría que un día los matasen a todos.

—Nos encontramos con Emma hace unos meses. La había poseído un demonio, y descubrimos que la querían para...— se calló antes de meter la pata. No quería contarle a Cole más de lo necesario, él tenía una vida, y no era justo que se preocupase—. El caso es que tenían un plan para ella— Cole le miró sabiendo que le ocultaba algo pero no quiso presionarlo—. Y decidimos que lo más seguro era que se quedase con nosotros un tiempo.

—¿Cuánto ha pasado?

—¿Tres meses? Tal vez algo más— contestó el menor de los hermanos, haciendo cuentas.

—Pues si lleva tres meses conviviendo con ella, esta jodido— Sam rio mientras Cole cerraba el maletero del Impala y juntos se encaminaban hacia donde Crowley y Castiel estaban parados. Habían aparcado en un pequeño descampado que había en Elm Street, para que nadie se alertase al verles sacar las armas.

—¿Dónde está?— preguntó Cole cuando llegaron hasta ellos.

—En ese gimnasio— señalo el ángel.

—¿Qué hace en un gimnasio?— se cuestionó Sam.

—¿Qué mejor sitio en el que montar peleas que un gimnasio lleno de hombres hasta arriba de esteroides?— sugirió Crowley de forma retórica. Los demás, salvo Castiel, asintieron en señal de entendimiento.

—Vamos a por él entonces— exclamó Cole.

Sam fue el primero en empezar a andar cruzando la calle en dirección al gimnasio. Los demás le siguieron, y cuando abrieron la puerta del mismo, un montón de miradas se posaron sobre ellos y tras reconocer a Sam y al ángel, un montón de ojos se tornaron de un color blanco, mientras que otros lo hacían de color negro.

—Mierda— dijo Sam. Los que estaban más cerca se lanzaron sobre ellos.

Sam atravesó con una espada angelical a varios, esperando que aquello funcionase, mientras Cole iba tras él con el cuchillo de Ruby. La habitación se llenaba de brillos de un color anaranjado al ir muriendo los demonios. Castiel, por su parte, daba un par de golpes, suficiente como para obtener cierta ventaja y posar sus manos sobre las cabezas de los poseídos, matando así a todos los demonios de ojos negros que había, su poder no funcionaba con los que eran como Lilith.

BECOMING A HUNTER ⇘ SUPERNATURAL ✓ EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora