Abbel me besó apasionadamente y yo le respondí el beso cual sedienta que probaba una gota de agua. No me di cuenta hasta que me soltó que mientas me besaba, desabrochaba los ganchos que me unían al poste de la cama. Mis pies descansaron planos en el piso pero no por mucho tiempo.
— ¿Quieres conocer ese? — preguntó señalando la picota y yo sonreí y asentí.
Me condujo hasta donde se encontraba la picota y solo cuando estuvimos frente a eso me desató las manos y el cuello, reclinó mi torso, levantó la división superior de la picota, asentó mi cuello en el agujero del medio y mis manos en los agujeros de cada lado, mi cuerpo temblaba de los nervios, incluso sentía un calor inexplicable y por momentos tuve la sensación que no me gustaría ese ya que me sentía presa y el no poder verlo me tensaba. Él caminó por el lugar y tomó otra barra más larga, luego lo sentí caminando por la parte de atrás y me sobresalté cuando sentí que me tocó los pies, estaba ajustando unas correas en mis tobillos cuando terminó no podía ni cerrar ni abrir mis pies.
— No todo son latigazos, hay torturas dulces — habló pero su voz se escuchaba lejos — de verdad te felicito Barbara, pensaste en todo — dijo emocionado.
La verdad no sabía de que se trataba ni a qué se refería pero a medida que hablaba se sentía más cerca, hasta que sentí que su dedo recorrió mi vagina desde el clítoris hasta el orificio. Gemí debido al choque eléctrico que sentí por el tacto.
— Santo cielo Barbara estas muy mojada — exclamó y volvió a pasar su mano por mi sexo esparciendo todos mis fluidos por mis nalgas, parte de mis muslos y hasta por mi ano el cual jugó con su dedo solo por encima yo solo me encargué de gemir — te decía, no todo son latigazos — repitió.
Escuché cuando encendió el vibrador, mordí mi labio inferior y cuando puso el vibrador sobre mi clítoris solté un grito de placer, lo cierto es que era una sensación de los mil cielos, intenté mover mis pies pero solo dí un paso torpe, él asentó su brazo en mi cadera y sentí como depositó un beso en mi nalga derecha. Movía el vibrador lentamente en círculos sobre mi clítoris, grité de placer, él usaba su mano libre para acariciar mi nalga, cambio el movimiento y ahora movía el vibrador desde mi clítoris hasta la entrada de mi sexo, lo hacia lentamente y presionando lo. Yo flexioné mis rodillas buscando descansar de la vibración, buscando calmar un poco ese torbellino de electricidad y placer que sentía.
— Abbel ya va — grité.
Cada vez qué flexionaba mis piernas él con su brazo libre abrazaba mi pelvis y con un ligero movimiento enderezaba mis piernas nuevamente, sentía como por mi sexo resbalaba gotas de mi fluido, mis gemidos eran constantes y altos. Sentí como mi cuerpo se preparaba para un orgasmo, apreté mis puños, cerré mis ojos y mordí mi labio inferior pero en ese momento dejé de sentir el vibrador.
— No — Grité por frustración.
Escuché como Abbel soltó una carcajada, mis ojos se llenaron de lágrimas y sentí como sí hubieran apretado mi corazón. Segundos después estaba Abbel hincado frente a mi cara.
— ¿Recuerdas que te dije que se hace lo que digo, ordenó o autorizo? — me recordó mirándome a los ojos — Yo no he autorizado que acabes. — dijo y después depósito un beso en mis labios, yo abrí mi boca en sorpresa.
— Abbel — lo llamé después que se levantó y volví a perderlo visualmente.
Escuché una vez más el vibrador y está vez lo ponía sobre mi clítoris y segundos después lo quitaba, esperaba unos segundos más para ponerlo sobre el y lo volvía a quitar, así lo hizo tantas veces hasta que perdí mi paciencia y protesté.
— Abbel ya no lo quites - dije con frustración e intenté mover mi pie.
Él me ignoró, intenté mover mi cadera pero no pude, lancé un grito de frustración una vez más.
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Las chicas Biancci (TERMINADA)
Novela JuvenilLas mejores historias de amor siempre se presentan entre las personas que no pueden estar juntas. Pero ¿Qué tan lejos pueden llegar dos personas con todos los pronósticos en contra? Barbara quién no conocía los límites ni mucho menos el control, con...