CAPITULO 79. Se acabó

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Mi conciencia despertó solo cuando dí el último golpe a la bola necesité tanta fuerza que incluso de mi garganta salió un quejido lleno de cansancio, mi contrincante cayó intentando alcanzar la pelota completando así mis puntos para cerrar el tercer y último set que definía quien ganaría, recliné mi cabeza hacia atrás y varias lágrimas cayeron de mi cara, tapé mi cara con mi mano temblorosa y enseguida la bajé intentado ocultar mi llanto, respiré tan profundo como pude y caminé hacia la malla donde estreché la mano de mi rival y reconocí su gran desempeño, luego ambas caminamos hasta las autoridades e igual estrechamos sus manos, me concentré en caminar hasta el lugar donde me esperaba mi entrenador quien me abrazó efusivamente, tomó mi cara en sus manos y me dijo

— Barbara lo lograste — me felicitó, yo solo asentí — te felicito, lo lograste — repitió y me estrechó contra su pecho.

Después de la ceremonia de entrega de medallas decidí que lo mejor sería ir al hotel a recoger y descansar, a diferencia de otros competidores los juniors no recibíamos trofeos aún así podíamos asistir a los eventos pero no era mi interés y justo dos días después salía nuestro vuelo. Al llegar a mi país, mi cuerpo gritaba descansar, así que, por petición propia nadie fue a verme en los siguientes días, no fue sino hasta el miércoles que las chicas fueron a mi casa y apenas entraron a mi cuarto se avalancearon sobre mi, me felicitaron una y otra vez, tenían la felicidad que ni siquiera yo tenía por lo que me regañaron.

— Incluso Abbel estaba tan feliz que lloró — confesó Sara quien luego guardó silencio unos segundos.

— De hecho fue raro — agregó Jessica.

Resulta que las chicas se habían reunido en el Loft con los chicos porque habían inventado hacer una barbacoa y aprovecharon ver el partido juntos, me hizo ilusión haberlo sabido.

— ¿Por qué? — pregunté y recordé el mensaje que me había enviado después del partido.

— Porque cuando terminó el partido solo se quedó viéndote, todos celebramos y él solo miraba la tv y estaba llorando y luego se levantó y se fue a su cuarto — relató Jessica.

— Sí — afirmó Sara — supongo que no se siente bien del todo.

—De hecho, desde la noche anterior al partido no hemos hablado más — confesé.

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"Nunca dudes de lo que eres capaz, ten en cuenta lo talentosa que eres, para lo bueno, para lo malo, para todo. Te felicito y espero que al igual que en esta oportunidad, seas victoriosa en todo lo que hagas"

Recordé cada palabra de ese mensaje y no sabía sí era una despedida o que era pero lo cierto era que el remitente no volvió a enviar ningún otro. No fue sino hasta el viernes que me armé de valor y lo llamé, no hubo respuesta aunque lo intenté más de cinco veces. Por mensajes pedí verlo, lo cité para ir al último café al que fuimos, le indiqué la hora y sin saber sí iría o no encaré a mi madre para decirle.

— Saldré hoy a las 05, iré a un café y Sara me llevará — dije mirándola a los ojos — quiero que le pidas a ese señor que no me siga, por favor.

— Barbara — comenzó a decir.

— Ya te di mi culminación de la secundaria, ya te dí un maldito campeonato, ya di la honestidad que tanto me pediste y solo te estoy pidiendo ésto a cambio — dije interrumpiendo la, ella respiró profundo y solo dijo "Ok".

Me vestí y justo a la hora que le pedí a Sara, vino por mí; le conté que no me había respondido y como me sentía al respecto, ni siquiera sabía sí iría, tampoco sabía que pasaba.

— Dale chance, Barbara — me calmó Sara — tienen mucho tiempo separados, no sabes que debe estar sintiendo — me explicó y yo respiré profundo. Cuando llegamos al lugar ella estacionó y apagó el carro — voy a esperar aquí un rato por si no viene ¿Ok?

— Me ofreció y yo asentí

Entré al café y me senté en la misma mesa donde nos sentamos hace un poco más de dos meses, pedí un té y esperé, me sorprendí cuando diez minutos después llegó y se sentó frente a mí. Sonreí tan ampliamente de verlo.

— Pensé que no vendrías — dije emocionada e intenté poner mi mano sobre las suyas, las cuales estaban sobre la mesa jugando las llaves de su carro, me espantó cuando las quitó justo antes de poder tocarlas. Lo miré.

— ¿Que edad tienes, Barbara? — preguntó y mi sonrisa se fue desvaneciendo.

Mojé mis labios pasando mi lengua y lo miré intentando adivinar aquello que estaba pensando.

— Barbara te hice una pregunta ¿Cuántos años tienes? — preguntó una vez más y negué con mi cabeza luego la bajé, siendo luego imposible para mi volver a levantarla, pasaron los segundos mas largos de mi vida y me asusté cuando volvió hablar a pesar de que su voz era calmada — ¿Que edad tienes que tener para que yo te lleve más de 7 años de diferencia?

Escuchar esa pregunta hizo que mi peor pesadilla se convirtiera en realidad. Tapé mi cara con mi mano y las lágrimas empezaron a salir una tras otra, sin parar.

— Dame la cara Barbara, por todas las veces que me miraste a la cara y me dijiste que me amabas, ahora ten el valor de mirarme una vez mas pero para ser honesta — me exigió y e intenté mantener mi llanto en silenció.

Tenia razón, debía darle la cara y enfrentar mis mentiras así que con la misma mano con la que tapaba mi cara, limpie mis lágrimas y lo miré, sus ojos estaban rojos y su cara, su cara tenía una expresión terrible.

— Dieciséis — dije finalmente — tengo dieciséis años cumplidos — acepté.

Él apretó su cara con una expresión de dolor en ella, vi como varias lagrimas rodaron por sus mejillas y después puso su mano sobre su rostro aún así se notaba la expresión de horror que tenía dibujado.

— Lo puedo explicar — alcancé a decir antes de que levantará su mano en señal para que me detuviera.

Negó con su cabeza, limpió con su otra mano su cara y se levantó me miró antes de irse, lo sé por los segundos que duró parado sin moverse pero yo no pude levantar mi cara, no pude, no tuve el valor para verlo una vez más.

Dejé el dinero de mi té y solo cuando calculé que él ya se había ido, salí del café, todo mi cuerpo temblaba, solo podía escuchar mi corazón y todo a mi alrededor se movía en cámara lenta. Recé para que el carro de Sara aún estuviera ahí y así fue, me subí al carro sin poder decir una palabra.

— Te estaba hablando por mensajes ¿Que pasó? Vi que se fue — hablaba Sara y la miré.

Su cara cambió apenas me vio.

— Se acabó — alcancé a decir y arranqué a llorar.

— Pero ¿Que pasó? — preguntó Sara asustada.

— Ya lo sabe todo, lo escuchó, lo escuchó cuando se lo dije a mi mamá — intenté explicarle entre mi llanto.

— ¿Que escuchó? — inquirió.

— Todo, todo Sara, escuchó cuando le dije a mi madre todo por lo que supo mi edad — al terminar de decir la última palabra solté un grito que terminó en un amargo llanto.

Sara me abrazó y su pecho se convirtió en mi piedra de lamento... Solo cuando logré calmar mi llanto intenté suplicarle que me llevara a verlo.

— Sara por favor, necesito decirle mi versión, por favor llévame al Loft. — le imploré.

— No Barbi, tienes que dejarlo, tienes que darle su espacio él lo necesita — me explicó pero más de una vez grité que no, y sabía que no podía acabar todo así, él merecía saber mi versión pero Sara no lo entendía — no Barbara, ya — gritó — se acabó.

Sus últimas dos palabras hicieron que la mirara a los ojos y entonces comprendí que ya no había más, cerré mis ojos y hundí mi cuerpo en el asiento, Sara abrochó mi cinturón de seguridad y puso el carro en marcha. Fuimos hasta mi casa, se bajó conmigo y me acompañó hasta mi cuarto.

Las chicas Biancci (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora