Definitivamente que mi día terminara recibiendo un castigo por parte de Abbel antes de dormir, lo convertia en el dia perfecto. Él acaricio mis nalgas desnudas y entendí que me esperaba, sonreí ampliamente.
— No grites, Daniel no es el único que puede escucharnos — ordenó.
Apenas dijo eso me dio una primera nalgada, dejé que el aire de mis pulmones saliera por mi boca, luego me dio una más.
— No vuelvas a provocar me en público — entre cada palabra Abbel azotaba mis nalgas.
Cuando iba por mí novena nalgada ya empezaba a arder lo que antes se sentía como hormigueo, yo aferraba mis brazos a su pierna, una palmada más volvió a chocar contra mi nalga y esta vez un sonoro quejido salió de mi boca. Él me tomó por mi cabello e hizo que lo viese.
— Guarda silencio — ordenó y yo asentí, su voz estaba grave y mi respiración agitada. — ahora bien, vamos a ver qué tanto te gusta ésto.
Vi como sacó algo de su bolsillo, se trataba como de un ovalo morado que tenía una cuerda en uno de los extremos, me moví para ver a Abbel.
— ¿Qué es? — inquirí y él sonrió.
— Ya verás — fue lo único que respondió.
Acto seguido, volvió a acostarme de panza en sus piernas y con su mano acarició mi sexo mojado luego sentí como frotó dicho aparato y poco a poco lo hundió dentro de mi sexo, gemí ante la sensación, parecía un huevo y se sentía extraño me moví por la sensación y gemí. Abbel me movió para que me levantará, mordí mis labios por la sensación que experimenté al moverme; él igual se puso de pie y bajó su pants, tomó mi barbilla y me depositó un beso en mis labios.
— Arrodíllate — ordenó, lo miré a los ojos y luego me arrodillé, él me veía desde arriba y el panorama era excitante, acarició mi cabeza, tomó una bocanada de aire y luego se sentó en la cama — cómelo — ordenó una vez más.
Le lancé una mirada pícara y sonreí, acaricié sus piernas con mis manos y empecé a besar su entrepierna desde su rodilla hasta su ingle, escuché como su respiración se ponía espesa. Pasé mi lengua por sus testículos y los besé, noté como se sobresaltó y decidí subir aún más la intensidad por lo que los metí en mi boca empecé a jugar con ellos, él apretó el borde de la cama con su mano. Los saque de mi boca y lamí su miembro desde abajo hasta arriba para luego meterlo en mi boca fue cuando ese maldito aparato empezó a vibrar dentro de mí, me sobresalté al punto de sacar su miembro de mi boca y gemir, apreté mis músculos y la vibración se hizo más intensa, él me tomó mi barbilla y subió mi cabeza para que lo viera.
— No te he dicho que pares, sigue — me reprendió, abrí mi boca para poder respirar mejor, luego asentí.
Volví a meter su miembro en mi boca intentando concentrarme pero la vibración dentro de mi sexo acaparaba toda mi atención, él me tomó por mi cabello y se encargo de guiar los movimientos, solo liberaba mi cabeza para que tomara aire y poco después volvía a embestir mi boca hasta dejarme una vez más sin aliento, una última vez embistió mi boca pero esta vez no se movió, solo empujó su miembro dentro de mí hasta que ya no pudo entrar más, apreté con fuerza mis ojos. La sensación en mi cuerpo era indescriptible, por un lado mi sexo vibraba, mis ojos lagrimeaban y el aire en mis pulmones se acababa, abrí mis ojos y le lancé una mirada, él tenía su cabeza inclinada hacia atrás y su boca ligeramente abierta. Sacó su miembro de mi boca y me miró, se le dibujó su característica sonrisa de triunfo, se levantó y a mí consigo, me llevo hasta el espejo del cuarto que estaba a unos pasos de la cama.
— Mírate — dijo una vez que estuvimos frente al espejo.
Mi reflejo era como sacado de un libro donde a la protagonista la hayan sometido a las peores bajezas, tenía mis rodillas coloradas, igual que mis mejillas, mis lagrimales estaban rosados, mi cara estaba húmeda por las lágrimas escapadas y mi cabello desordenado, sin tomar en cuenta la porción de cabello que él aún empuñaba.
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Las chicas Biancci (TERMINADA)
Teen FictionLas mejores historias de amor siempre se presentan entre las personas que no pueden estar juntas. Pero ¿Qué tan lejos pueden llegar dos personas con todos los pronósticos en contra? Barbara quién no conocía los límites ni mucho menos el control, con...