-Eres un patoso.
-Lo siento tanto.
-No, no. No te preocupes. He sido yo quién se ha puesto en tu camino.
-Por qué mi hermano es un buenazo, que sí no diría que lo ha hecho para ligar contigo.- Rubén alzó la vista de la parte inferior de la camiseta de Claire, justo dónde le estaba frotando una de las toallitas húmedas para que desapareciera la mancha de café, y le envió una mirada colérica, haciendo que Alicia soltase una carcajada.
-¿Sois hermanos?- Claire se mostró sorprendida.
-Hermanastros, pero no le hagas caso. Tiene mucha imaginación y le gusta reírse de mí.
-Sabes que lo hago con amor.
-Pues deja de mostrarme tanto tu amor y ves a la cafetería y pídele a Valeria algo para que se vaya está mancha. Ella sabrá que hacer.- Alicia hizo un mohín porqué lo último que le apetecía era caminar, pero sin mencionar queja, hizo caso a su hermano mayor y salió del cuarto de baño, en busca de ayuda.
Rubén seguía frotando las servilletas mojada de agua y jabón sobre la camisa blanca, pero parecía que la mancha se resistiera para siempre. Rubén le había dejado su camiseta negra de manga corta y se había quedado con una de tirantes blanca que llevaba debajo. La camiseta cubría hasta la zona inferior de la falda tejana de la chica y la manga corta le hacía de manga media a la nueva alumna de Las Dominicas, pero a ella no parecía importarle.
-Te prometo que sí no consigo que está mancha se marche, te compraré una nueva camisa cuando cobre este mes.
-No te preocupes. Ha sido un accidente.
-Insisto. Mi hermana tiene razón, mi equilibrio no está hecho para la gravedad de este mundo.- Claire soltó una carcajada que sorprendió a Rubén. Era alegre y bonita, y pareció como sí al chico le diese más energía para seguir frotando con fuerza para que la mancha desapareciera.
-La mía tampoco. Lo comprobé cuando estuve trabajando en Madrid de camarera y me despidieron por romper treinta y cuatro platos y una docena de copas.
-Eso no es nada. Yo lo que llevo de curso he roto cuarenta y nueve tazas, treinta platos y quince copas.
-Vale, tú eres mucho peor que yo.- Ambos soltaron una carcajada y Claire se acercó al camarero, el cuál estaba en la pica del lavabo de chicas, todavía frotando con constancia.- ¿Crees que mi camisa tiene alguna salvación?- Rubén se detuvo y alzó la camisa. La mancha se había vuelto de color beige, pero se había hecho mucho más grande.- Tiene mala pinta.
-Lo siento. Te compraré un uniforme nuevo al completo y te regalaré por lo que queda de curso cafés gratis.- Claire soltó otra carcajada y el chico respiró mucho más relajado al ver que la chica no mostraba un rostro enfadado ni resignado.
-Mientras seas mi camarero por lo que queda de curso, me basta.- Rubén alzó sus dos cejas, sorprendido y creo una conexión con la chica de ojos de color verdes.
Claire tenía una sonrisa impregnada en su rostro y las californianas realzaban su piel pálida mucho más brillante. El chico sintió como sus mejillas se enrojecían, pero seguramente ella no lo notaría por su tonalidad morena. Nunca pensó que una chica le diría ese tipo de comentarios ¿no debería de ser el chico quién hiciera eso? Rubén había tenido miles de ese tipo de conversaciones en su mente, pero era otra chica quién le sonreía y eran unos ojos azules intensos quién le observaban.
-Tendré que comentarlo con Valeria, ella es la jefa.
-Claro, pero estoy segura que le convencerás. Sí no lo veo crudo para que saldes tu deuda conmigo.
-Haré todo lo que pueda.- El chico después de desprender una de sus dulces sonrisas, se concentró en la camisa y siguió frotando, ahora con más energía.
-¡Claire!- Una voz femenina y pisando con pies de plomo sobre el suelo, entró en el lavabo. Era Alicia, la cuál llevaba ropa de ejercicio en sus manos.- La entrenadora de voleibol me ha dicho que hoy hace unas pruebas para entrar en el equipo.
-¿De verdad?
-Sí, y como todavía no has tenido tiempo de instalarte aquí tienes un chándal para hacer las pruebas.
-¡Oh, Alicia!- Claire corrió hacía la chica pelirroja y la abrazó, haciendo que ambas sonrieran.- Eres increíble, muchas gracias.
-Vale, vale. Pero corre o empezarán sin ti. La entrenado Watson odia a los inpuntuales.
-Dime que es la purpurina que llevo en los ojos y que me están haciendo tener alucinaciones. ¿Esas son Alicia y Claire?
-Eso parece.- Héctor sujetaba una pelota de voleibol con sus dos manos y lo hacía rodar sobre su dedo indice como si fuese una pelota de baloncesto.
-Espera ¿La ropa de Claire no te suena de algo?
-Claro. Es uno de los chándales de Alicia. Parece que se han hecho amigas durante el tiempo que tu has perdido haciendo que la cambien de habitación.
-Traidora. Que luego no me venga de amiga.- Alex se cruzó de brazos y entrecerró sus ojos.
-Creo que estás exagerando.- La joven le arrebató la pelota a Héctor y el chico puso sus ojos en blanco.
-Me ha cambiado por la Barbie. No estoy exagerando.- Alex comenzó a clavar sus uñas pintadas de purpurina dorada en la pelota blanca y la gomaespuma comenzó agujerearse. Héctor la se quitó antes que se rompiera y su madre montase un numerito sobre el cuidado del material del internado.
-Guarda esas uñas, Alex. Alicia no te ha cambiado por nadie. Sois amigas des de que lleváis pañales. Solo está siendo amable con la nueva alumna, y por cierto, Claire no tiene pinta de ser una Barbie.
-Por supuesto que sí ¿es que no la ves? Mira como sonríe y mueve su pelo destintado ¿es que no sabe que sí no se hace una coleta o una trenza el pelo le molestará a la hora de jugar?
-Quizá se la haga cuando empiece el entrenamiento.- Opinó Héctor, mientras mostraba una de sus sonrisas burlonas que hizo que Alex pusiera una mueca.
-No creo que su media neurona le llegue para tanto.
-Tú misma, Alex, pero yo te recomiendo que no te busques enemigas dónde no las hay.- Héctor le lanzó la pelota a su amiga y comenzó a caminar hacía el grupo de voleibol que se empezaba a concentrar en el cetro de la pista del gimnasio.
-Yo tampoco me fio de esa niña.- Una voz masculina y familiar sonó inesperadamente a su lado. Alex volteó su cabeza y sus cabellos dorados botaron sobre uno de sus hombros, los cuales estaban recogidos en una alta coleta. Era su mellizo y su rostro era tan sereno como siempre.- Pero algo me dice que nos estamos equivocando sobre su plasticidad.
-¿Crees que no es una Barbie?
-Creo que tiene más carácter del que nos ha mostrado en la cafetería, pero estoy seguro que tú se lo vas a sacar.- Ethan le arrebató la pelota a Alex y pareció que en su rostro se dibujaba la sombra de una sonrisa.
Los dos hermanos comenzaron a caminar hacía su equipo de voleibol. Desiré ya había llegado y llevaba su carpeta roja dónde siempre anotaba el progreso y los fallos de cada jugador para después comentarlo al final del entrenamiento. Era gracioso ver a una entrenadora tan dedicada al deporte y que estuviera al borde de pesar los setenta y cinco quilos, pero su embarazo no parecía quitarle las energías en los entrenamientos.
-Bien, chicos.- Empezó ésta con una deslumbrante sonrisa en su rostro.- Hoy el entrenamiento será algo más suave. Quiero que os dividáis en cuatro grupos de cuatro y juguéis partidos amistosos entre vosotros. Hoy seleccionaré a los nuevos integrantes del equipo y las personas que jugaran el partido de pasado mañana. Así que a calentar y darlo todo.
El grupo de chicos y chicas comenzaron a moverse y a dar vueltas por el gimnasio para calentar. Alex divisó a Claire, la cuál no se separaba del culo de Alicia mientras las dos corrían. Pero se dio cuenta que Desiré había hablado en plural, así que nuevas caras tenían que llegar para examinarse para entrar en el equipo.
Inesperadamente, la puerta se abrió y entraron dos chicos. Un alumno de piel más bien pálida, ojos marrones, pelo castaño peinado hacía arriba y con una despampanante sonrisa, hablaba animadamente con el otro chico. El otro muchacho tenía el pelo negro y ojos verdes, y era más pálido que el otro. El segundo se le hacía tremendamente familiar, pero no se acordaba en esos momentos de quién era. Ambos eran iguales de altos y vestían con la misma camiseta amarilla de tirantes de un grupo de Rock que Alex no conocía y unos pantalones negros Kipsta. Alex pensó que los dos juntos y vestidos iguales parecían más ridículos que Claire y su hipócrita sonrisa. Se fijo sí alguno de los dos tenía algún tatuaje, pero solo vio piel lisa y pequeñas pecas que les rodeaban los brazos y parte del pecho. Así que la muchacha se dio la media vuelta y comenzó a correr a un lado de Héctor y de su hermano.
-¿Quiénes son esos dos?
-Oh, no.
-¿Qué? ¿qué pasa?
-El chico del pelo negro.- Indicó Alicia con su mirada mientras se detenían en una esquina del gimnasio a varios metros de Desiré y esos dos chicos, quiénes hablaban con la entrenadora. La embarazada estaba señalando el reloj de su muñequera y su rostro estaba crispado. Seguro que les estaría echando bronca por llegar tarde.- Lo he conocido antes.
-¿Así? Está muy bueno.
-Es un idiota.- Aseguró Alicia y Claire soltó una carcajada.- Se llama Neal Hernández y se burló de mis pecas después de que le prestase mi mechero para encenderse su cigarrillo. Y por no decir que me miró las piernas descaradamente el muy cerdo.
-¿En serio? Vaya. En el instituto de Madrid los chicos eran mucho peores. Se escondían debajo de los pupitres para mirarnos la ropa interior cuando nos sentábamos. Cuando me enteré dejé de llevar tanga.- Esta vez la que soltó una gran carcajada fue Alicia. Le gustaba esa chica. Era alegre y no parecía tener maldad. Al menos aparentaba tener más cabeza que la loca de su amiga Alex. La cual no sabía dónde estaba y comenzó a buscar con su mirada.- La señora Watson me está llamando.- Mencionó la joven de las californianas y dio un apretón en el brazo de su nueva compañera.- Voy a ver que quiere.
-Vale.- Alicia observó como Claire corría hacía dónde le esperaba la entrenadora junto con los dos nuevos alumnos.
Al llegar allí la chica apretó la mano con la entrenadora y le dio dos besos a los dos alumnos. Alicia se quedó mirando a Neal detenidamente. No estaba mirando a Claire como la había mirado a ella, al menos, no era un pervertido con todo el mundo. Dejó de mirar al grupo de nuevos alumnos para centrarse en su grupo de siempre. Cuando Desiré mencionó que tenían que hacer equipos de cuatro había pensado en Alex, Ethan y Héctor, aunque le sabía mal dejar a Claire sola. Pero aprovechando que Desiré parecía unir a ese grupo de tres junto con otro jugador de primero de bachillerato científico con los nuevos, se acercó a sus amigos, los cuáles se habían detenido para estirar piernas y brazos.
-Hola, chicos.- Alicia se incorporó al grupo mientras estiraba uno de sus brazos.- ¿Vamos los cuatro juntos?
-Paso de jugar con una traidora.- Soltó Alex sin mirar a su amiga. Alicia alzó una de sus cejas y mostró una sonrisa de diversión.
-¿Traidora? ¿No lo dirás por Claire, verdad?
-A no sé, tú sabrás.- Alicia soltó una carcajada y Alex dejó de estirar para mirar a su amiga.- ¿Te hace gracia que te llame traidora a la cara?
-No.- Alicia dejó de reír, pero no de sonreír.- Me hace gracia que te tomes tan a pecho que intente ser amable con nuestra nueva compañera de cuarto.
-Claire no va a ser nuestra nueva compañera de cuarto.
-¿Has hablado ya con mamá?- Intervino Ethan con su rostro serio de siempre.
-Por supuesto.
-¿Y no te ha tomado por loca?- Inquirió Héctor con una de sus sonrisas que mostraba sus blanquecinos y cuadrados dientes.
-Un poco, pero me escuchará tarde o temprano. Siempre lo hace.
-Oh, vamos. No es mala chica, Alex.- Defendió Alicia cansada de la exageración de su amiga.- Dale aunque sea una oportunidad.
-Mira, Alicia. Tengo un sexto sentido desarrollado que me dice la verdad sobre la gente, y relacionado con la niña esa del pelo destintado, me dice que no trae nada bueno.
-¿Con qué sexto sentido, eh?- Alicia se cruzó de brazos y mostró una sonrisa. La joven estaba acostumbrada a las desconfianzas de su amiga, y ninguno de los reunidos en ese momento la juzgaba. Alicia sabía que ella también lo sería sí ella hubiera experimentado lo que vivió su amiga hace un par de años.- Está bien, Alex. ¿Por qué no olvidamos esto y pasamos un buen rato jugando los cuatro? Como los viejos tiempos.
-Nada de pasar un buen rato.- La voz de Ethan sonó cortante.- Este entrenamiento será decisivo para los que juegan el sábado y no pienso quedarme en el banquillo.
-Vale, chicos.- Héctor rodeó tanto Alicia como a Alex con sus brazos y las acercó a su cuerpo.- ¿Listos para machacar a los demás?
-¡Sí! ¡Se va a enterar la Barbie quién es la que manda aquí! ¡JA!- Los ojos azules de Alex se encendieron con pasión y fuego, y sus amigos no pudieron evitar reír por la forma eufórica que se había puesto.
-Y Neal Hernández también.- Puntualizó Alicia con una de sus sonrisas maléficas que tan poco se veían dibujadas en su rostro.- Se va a enterar por haberse reído de mis pecas.
-Yo adoro machacar a todo el mundo.- Ethan se encogió de hombros y cogió una pelota de voleibol que había rodado cerca de ellos.- Así que me apuntó a pulverizar a los nuevos.
El chico de ojos azules y las jóvenes de cabello dorado y pelirrojo miraron a Héctor. Sus ojos eran de un verde exacto al de la entrenadora. Los tres amigos esperaron el odio de ese muchacho, pero él se encogió de hombros y mostró una sonrisa.
-Yo supongo que jugaré por pura diversión deportiva, lo siento por no ser tan mortífero.
Los cuatro amigos habían jugado con los otros de los dos equipos que se habían formado y ambos los habían ganado. Siempre era así. Ellos nunca habían observado un partido sentados en el banquillo, y no tenían pensado comenzar ahora. Se habían refrescado con sus botellas de agua (exceptuando Ethan, que se había traído una Aquarius para estar con más energía durante todo el entrenamiento). Después de eso él tenía pensado ir al gimnasio de ejercicio del internado y practicar algo de boxeo para finalizar el día.
-Ahora nos toca los nuevos.- Mencionó Alex con una sonrisa despiadada. Ethan puso sus ojos en blanco porqué sabía que su hermana se había estado reservando todas sus energías para malgastarlas en este partido.- No quiero que les dejéis hacer ni un solo punto.
-Tu cuida de tu zona y nosotros cuidaremos la nuestra.- Replicó Ethan, mientras dejaba su bebida energética en el banco y se limpiaba la sudor de la frente con su toalla.
-¿El último partido nos toca con vosotros, verdad?- Una voz masculina y con potencia sonó detrás de la espalda del joven.
Ethan se dio la media vuelta y se encontró con un chico de cabellos castaños y ojos marrones. Tenía una enorme sonrisa dibujada en su rostro, pero Ethan no se la devolvió. Seguía con su cara de insípido de siempre.
-¿Sois los nuevos?
-Sí.
-Pues entonces sí. Nos pedimos la parte derecha. Empezáis vosotros.- Ethan dejó la toalla a un lado de sus cosas y se encaminó hacía su grupo, que lo estaban esperando listos en la pista.
En pocos segundos los mellizos están colocados en la parte de delante de la pista y la zona de atrás por Héctor y Alicia. Delante de Ethan se colocó el chico que le había hablado hacía unos instantes y pasó su mano por debajo de la red.
-Mi nombre es Darío Castro. Un placer.
-Ethan Ortiga.- El chico le chocó la mano e inclinó su cuerpo, listo para el saque de Claire que en esos momentos estaba votando la pelota en el parque del gimnasio.- Y ahora deja de hablarme. Me desconcentras.- El muchacho de sonrisa despampanante desprendió una carcajada que hizo que el chico frunciera su ceño. No había dicho ese comentario para que él se riera, se lo decía muy enserio.
Claire alzó la pelota e hizo un saque perfecto pero muy fácil de recibir. Alicia la recepcionó, Héctor la colocó por delante de la red y Alex saltó para hacer un mate que hubiera sido el primer punto sí no hubiera sido por ese chico que se había agachado al suelo y había elevado la pelota para que Neal devolviera el remate.
Punto para el grupo de los nuevos.
-¿Pero qué narices...?- Ethan no pudo evitar desprender ese comentario que hizo reír a Darío. El chico le envió una mirada colérica, pero el muchacho estaba demasiado ocupado celebrándolo con el chico de ojos verdes.
Héctor cogió la pelota y se la pasó a Claire para que volviera a sacar. La chica volvió a hacer un saque limpió y fácil de detener. Alex saltó y la pasó hacía atrás, dónde Alicia la estaría esperando para colocarla y pasársela a Héctor para que la enviará en una de esquinas olvidadas por el otro equipo. Pero en pocos segundos el chico del bachillerato científico que jugaba con ellos lo ocupó y se la colocó a Darío justo por delante de la red para rematar. Ethan saltó al mismo tiempo que lo hizo el chico de cabello castaño para hacerle un bloqueó, pero Darío hizo un gesto rápido y sencillo, pasándosela a Neal para que marcase el siguiente punto en el campo de Alex.
-¿No te esperabas esa, verdad?
-Cállate.- Ethan se limpió una gota de sudor que comenzó a resbalarle por la mejilla.- Ni un solo punto más.
-Eso ya lo veremos.- Y después de esas palabras, una nueva sonrisa de el nuevo alumno de Las Dominicas.
-Bien, equipo. Habéis jugado duro y no se me ha hecho fácil escoger a los que jugaran pasado mañana en el partido. Pero antes de deciros los nombres de los seis que jugaran y de los dos suplentes, quiero que deis la bienvenida a los nuevos miembros del equipo.- La pandilla del voleibol comenzaron aplaudir (exceptuando los hermanos Ortiga) y a Claire sobre su piel pálida se le encendieron los colores. En cambio Neal y Darío tienen la cabeza bien levantada con su particular sonrisa cada uno.
-Le tiraba la pelota al niñato ese y le quitaba las ganas de sonreír.- Escupió Ethan en voz baja a su hermana. Alex estaba cruzada de brazos y miraba con unos ojos entrecerrados a la chica de las californianas.
-Dime día y hora, y te ayudo encantada.
-Los que jugaran este sábado en la semifinal serán: Alicia Ortiga y Héctor Ruiz.- Ambos chicos se chocaron las manos y sonrieron victoriosos. Era de esperar. Alicia y Héctor se complementaban muy bien en la pista y habían hecho muy buenos partidos esa tarde.- Claire Barranger y Alex Ortiga.- Las dos chicas se miraron y Claire le mostró una sonrisa mientras Alex le ponía una mueca de desdén.- Y los últimos dos: Neal Hernández y Darío Castro.- Los nuevos integrantes del equipo de voleibol se chocan los puños y sonríen con sus sonrisas arrogantes que pusieron los pelos de punta a Ethan.- Y los suplentes serán Ethan Ortiga y Natalia García. Eso es todo, chicos. Nos vemos el sábado.
Los siguientes segundos son dedicados a las felicitaciones para los que jugarán este sábado en el partido. Ethan se había alejado del grupo para acercarse a la entrenadora. El joven adoraba a Desiré, no solo porqué sus padres eran muy amigos de ella, sino también porqué se entregaba al cien por cien al equipo para alcanzar la victoria, justo como a él le gustaba. Pero en esos momentos esa admiración había desaparecido y solamente había resentimiento.
-Desiré ¿podemos hablar?
-Oh, Ethan, claro.- Desiré había dejado su libreta a un lado del banco dónde se había sentado. Se notaba que hasta un embarazo podía con la energía de esa mujer.- ¿Qué ocurre?
-No entiendo que ha pasado.
-¿Te refieres con el último partido que habéis jugado? No pasa nada, Ethan. No siempre se puede ganar.
-No. Me refiero el porqué me has puesto de suplente para el partido del sábado.
-Oh, con que era eso...- Desiré cogió su libreta y volvió a revisar los miles de apuntes y garabatos que tenía apuntado en las hojas.- Sabes que siempre sacó al menos en un set a los que ocupan el lugar de suplentes.
-Claro, para que de mientras se puedan recuperar los jugadores que sabes que te van a ganar el partido.
-Ethan, cada uno de vosotros sé que podéis ganarme el partido del sábado y todos los que estén por venirnos. No quiero que te sientas discriminado.
-No me siento discriminado. Me siento infravalorado.- Esas palabras hicieron que los ojos esmeraldas de Desiré se abrieran al máximo, sorprendidos.- Llevó cuatro años y este va a ser mi quinto año metido en el equipo de voleibol. He jugado todos los partidos exceptuando uno por una maldita gripe. Siempre me has escogido como jugador y ahora que aparecen los nuevos, me pones de segundo plato.
-No eres el segundo plato de nada.- Aseguró Desiré mientras se ponía en pie.- Pero quiero darle una oportunidad a esos chicos. Son nuevos y tu madre me ha dicho que sí los veo lo suficientes preparados que los ponga en el grupo, para que se adapten lo antes posible con tus compañeros.
-¿Y vas a dejar que mi madre se interponga en tu trabajo solo porque es la directora?
-La directora me ha pedido un favor, y yo lo he valorado durante esta hora. Juegan muy bien, Ethan. Eso no me lo puedes negar.
-¿Insinúas que ellos son mejores que yo?
-Nadie es mejor en nada aquí, Ethan.- Desiré dejó su carpeta roja de nuevo en el banco y se cruzó de brazos.- Somos un equipo y tú eres parte de él. Deberías de alegrarte por tener a compañeros que se exijan tanto como lo haces tú con el equipo.
-Y me alegro, pero a mi me gusta exigirme en la pista, ganando. No observando en el banquillo como suplente.
-No voy a cambiar los puestos, Ethan. He tomado una decisión y deberás de respetarla. Intenta estar más atento en las jugadas de tus compañeros en las elecciones para el próximo partido y jugarás como jugador, y no como suplente.
-¿Más atento?- La voz de Ethan no sonó herida, sino indignada. Desiré no estaba segura que Ethan llegara alguna vez a mostrar sus verdaderos sentimientos, era tan insípido como lo había sido siempre su padre hasta que Daniela le enseñó a soltarse por los fenómenos de su alrededor.- ¿Sabes? Creo que sí vas a tener que hacer algunos cambios en tus elecciones.
-¿Y eso por qué?- Desiré había torcido su rostro, no le gustaba ponerse así con sus jugadores, y mucho menos con los jóvenes que eran como de su propia familia prácticamente. Pero no podía dejar que se le subieran al lomo de esa forma.
-Porqué paso de ser tu segundo plato en el partido.- Y después de esas palabras, Ethan cogió sus cosas y salió del gimnasio pegando un portazo.
-¿Todavía estás trabajando?
-Estoy a punto de cerrar. He estado liada ayudando a Rubén con la camisa de la chica de las californianas. Ese hombre no tiene remedio.- Héctor soltó una carcajada al escuchar las palabras de Valeria y ella también soltó una risita que se contagió por la del muchacho.
-Es Claire Barranger. Nueva alumna en el internado de Las Dominicas y mi madre ya la ha seleccionado para que juegue el partido del sábado.
-¿Y a ti?
-También me ha escogido.- Héctor se sentó en uno de los taburetes de la barra de la cafetería mientras Valeria terminaba de colocar las tazas secas de las últimas rondas de café.- Y ahora soltarás algún comentario que no hay nada mejor que ser el niño de mamá ¿verdad?
-Te lo diría sí no te hubiera visto jugar, pero lo he hecho. Así que no soltaré ninguno de esos comentarios.
-¿Vendrás este sábado?- La pregunta que le hizo el muchacho de ojos verdes a la camarera hizo sonreír a la chica. Le gustaba pasar tiempo con ella y le gustaría que su amiga viniera a verlo en el partido que jugará pasado mañana con el equipo.
-No sé sí podré.
-Vamos, te dedicaré uno de los muchos puntos que marcaré.- Valeria volvió a reír con la misma intensidad que la anterior, haciendo que su nariz se arrugase de una forma muy característica de ella.
-Mañana te digo algo.- Valeria le guiñó un ojo y Héctor mostró una sonrisa.
-Ya veo el rollo que te traes ¿estás demasiado solicitada, verdad?
-Tengo mucho trabajo, Héctor. Ya lo sabes.
-Pero es sábado.
-Por la mañana. Los currantes como yo trabajan también los sábados hasta el mediodía.
-Es a las doce el partido. No hay escusa.- Héctor la señaló de forma acusatoria con su dedo índice y ella volvió a reír.
-Cambiando de tema ¿Mañana en que casa toca cenar?
-En la de Daniela y Félix.- Contestó rápidamente Héctor. Cada semana, todos los viernes, cenaban las dos generaciones en una casa diferente. La semana pasada tocó en la familia de los Ruiz, y hace dos le tocó cocinar a Diana. La pobre había preparado un pollo al horno que hubiera tenido muy buena pinta sí a Adam hubiera estado más pendiente de la comida mientras ella se duchaba. Al final cenaron pizzas y se quedaron con una graciosa anécdota de pollos chamuscados.- ¿Irás?
-Como no vaya mi hermano y mi cuñada me matan. Así que sí, iré. ¿Y tú?
-Adoro las cenas de tía Daniela. No me las perdería por nada del mundo.
-¿Sabes que sus cenas las prepara con la máquina “Cheff 2000”, no?
-¿De verdad? ¡Por eso prepara esos festines cuando nos reunimos en su casa!- Valeria desprendió una risotada que sí no fuera porqué Héctor estaba demasiado sorprendido por haber descubierto la trampa de las cenas de Daniela, también se hubiera reído.- Que decepción, pero bueno, mientras siga cenando esos platos, lo superaré.- Y esta vez rieron los dos al mismo tiempo.
Un doble toque en la puerta de cristal de la cafetería hizo que los dos jóvenes se volteasen y mirasen hacía la dirección dónde se había desprendido el sonido. Adam se encontraba en la entrada de la sala, con una cara de asombro, pero Héctor no sabía exactamente porqué era.
-¿Héctor? ¿Qué haces aquí?- El muchacho, después de ese par de preguntas, ya sabía el porqué de la reacción del que tomaba como uno de sus tíos.
-He venido a hacer compañía a Valeria.- Dijo el chico, con un tono tranquilo mientras la chica salía de la barra del bar colocándose su chaqueta de temporada de primavera.
-Adam, espérame fuera. Enseguida voy.
-Vale, adiós Héctor.
-Adiós, tío Adam.- El hombre de cabellos dorados al igual de fugaz que entró en la cafetería, salió, dejando de nuevo a solas a Valeria y a Héctor.
-No sabía que quedabas con tío Adam para contaros las penas ¿tan malo es trabajar en Las Dominicas?- Valeria volvió a reír mientras sacaba las llaves de la cafetería. Héctor salió el primero y la muchacha de cabellos morenos la cerró a sus espaldas para después ponerle el doble cerrojo.
-No salgo con Adam para soltarle mis penas. Se las contaría a Félix y pasó de que mi hermano me llene la cabecita de sus paranoias.
-Oh...
-Nos vemos mañana, Héctor.- Valeria se inclinó sobre el chico y le dio dos besos. El muchacho captó el olor de su amiga, y no pudo evitar memorizar el olor a coco que siempre desprendía Valeria.