-¿Si te pregunto de dónde has sacado este pase para poder colarme en el centro de rehabilitación, luego me tendrías que matar?
-Exacto.- Dijo Héctor con una sonrisa divertida a Ethan.- Había pensado en unos carnés falsos, pero un amigo me consiguió esto que es mucho mejor. Así que aprovéchalo bien. Yo me quedaré aquí fuera para asegurarme que todo va bien y nadie os molesta.
-Tardaré diez minutos.- Dijo Ethan mientras se acercaba a la puerta de la habitación de Darío. El joven se detuvo y antes de entrar, miró de nuevo a su amigo.- Muchas gracias, Héctor. Sé que estos últimos meses no hemos estado tan unidos como siempre, pero… me alegro de saber que siempre te voy a tener.
-Déjate de mariconadas y entra de una vez.- Héctor le mostró una nueva sonrisa, que hizo que Ethan también lo hiciera, y finalmente, se introdujo en el interior de la habitación.
La sala era muy diferente a como la había imaginado Ethan. Se había imaginado una habitación blanca, con una cama, un inodoro y con una ventana con barrotes para que los pacientes no se escapasen. Pero aquella habitación parecía más bien la de un hotel de cuatro estrellas, y digo cuatro y no cinco porque no tenía un balcón con sus vistas al mar.
Había una cama doble con su mesita de noche en cada lado, una televisión que colgaba de una esquina de la habitación y además, otra puerta que daba a un lavabo. Ethan escuchó el agua de la ducha y supuso que Darío se estaría duchando. El joven comenzó a notar como su corazón empezaba a saltar y Ethan decidió coger aire profundamente para tranquilizarse. Se acercó a la cama doble, se sentó en ella y en hacerlo se percató que había algo encima de la almohada.
Ethan cogió la ropa interior femenina de un color azul claro. El chico parpadeó y se quedó observando la prenda como un idiota, intentando comprender la situación y pensando que se había equivocado de habitación y esa no era la de Darío. Pero el chirrió de una puerta hizo que el joven reaccionara y se percatara de aquellos ojos color miel que lo escrutaban con intensidad y asombro.
-Darío.- El joven se levantó de la cama y dejó la ropa interior a un lado, para acercarse a ese chico y abrazarlo. Darío no tardó en devolverle el abrazo y estuvieron varios segundos así. Incluso Ethan pudo notar como el corazón de Darío se alteraba sobre su pecho.
-Ethan… ¿Qué haces aquí?- Darío se separó de Ethan y ambos se miraron a los ojos.- ¿Cómo has conseguido entrar?
-Si te lo dijera tendría que matarte.- Esas palabras hicieron sonreír a Darío y eso creó una risa estúpida en Ethan.- Pero eso no importa ahora, ¿cómo estás tú?
-Genial.- Aseguró el chico con una de sus sonrisas.- Hoy me dan el alta.
-¿Qué?
-Lo sé, es algo precipitado, pero los médicos creen que ya estoy listo para reincorporarme en la sociedad.
-Estoy seguro que te darán un Óscar por la interpretación. Pensé que no te vería fuera de este sitio en meses.- Ethan negó con su cabeza y colocó su mano en el hombro de Darío.- Lo que importa es que todo ha terminado y no tienes que preocuparte por nada. Si tu padre te da problemas mi familia y yo cuidaremos de ti. Tengo dinero ahorrado desde que tengo uso de razón, podremos irnos fuera del país y empezar de nuevo en cualquier lado, y…
-Ethan.- El joven de ojos miel le interrumpió.- Tengo que hablar contigo.
-¿Qué pasa?
-Este mes que he estado aquí ha sido una locura. Al principio fue algo espantoso, tenían que drogarme porque me negaba a hacerme la rehabilitación, a comer o a hacer cualquier cosa humana. Pero después decidí centrarme y acepté hacerme el tratamiento para contentar a mi padre. ¿Sabes? Ahora sé que lo que decías sobre un padre es cierto. Ellos solo quieren lo mejor para nosotros y mi padre lo ha hecho conmigo. Gracias a él vuelvo a estar centrado y sé lo que me gusta. Sigo pensando que la homosexualidad no es una enfermedad, pero simplemente… no es para mí.