-Tú las haces mejor que papá.
-La verdad es que es bastate fácil superar a tu padre, pero no se lo digas o no te haré más trenzas.- Ethan le guiñó un ojo a la pequeña y Estrella comenzó a reír mientras asentía con su cabecita.
-¿A dónde vamos, Ethan?
-A un sitio que sé que te encantará.
-¡La aula de música!- Gritó la pequeña con una sonrisa que mostraba todos sus pequeñitos dientes exceptuando un colmillo que se le había caído hace poco.
-¿Cómo lo has sabido?
-¡Porque soy una mujer, Ethan! Y las mujeres tenemos un sexto sentido.- El chico de ojos celestes soltó una enorme carcajada que al momento también hizo reír a Estrella.
Ambos se habían quedado en el internado y Rubén les había preparado un par de bocadillos para comer. El camarero se había mostrado divertido y simpático con Estrella como siempre, pero cuando Ethan le había preguntado sí sabía dónde se había metido su hermana, el chico dejó de sonreír y negó con su cabeza.
El mellizo pensó que esa actitud no era normal en Rubén. Él siempre estaba sonriente y con una extraña energía que aunque no hiciera tanto ruido como su hermana, se percibía su presencia y era agradable de tenerla rondando por ahí cerca. Pero esa energía había cambiado cuando escuchado el nombre de su hermana, y eso Ethan le hizo pensar que algo no estaría bien entre ellos. Y aunque fuera el hermano mayor de Alex y se preocupara irremediablemente por ella, había decidido a mantenerse fuera del territorio, pero controlando el combate desde lejos.
Después de comer Ethan había ido a la habitación de su hermana para ver sí tenía algún peine para poder peinar a su prima pequeña, pero ella no se encontraba allí. Solamente estaban Alicia y Claire, y ellas tampoco sabían dónde andaba metida. Finalmente le hizo la trenza y decidió llevarla a la sala de música, dónde había diferentes instrumentos que tanto Ethan como la pequeña Estrella adoraba tocar. Y justamente, cuando los dos estaban a pocos metros de entrar dentro de clase de música, escucharon un piano que había comenzado a tocar una triste melodía.
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-Ethan.- La pequeña llamó la atención de su primo y los dos se detuvieron de golpe.- Hay alguien que está tocando el piano de cola.
-Sí.- El chico miró la puerta blanca entre abierta, y se sentía totalmente maravillado por esa melodía.- Lo mejor será que volvamos más tarde. Tengo la guitarra en mi habitación, nos apañaremos con ella por el momento.- Ethan se dio la media vuelta y esperó a que Estrella le siguiera, pero no sintió ningunos pasos diminutos siguiéndole. El joven se dio la media vuelta sobre sus talones y se percató de que la pequeña ya estaba abriendo la puerta del todo para entrar dentro con una mirada repleta de curiosidad.- Estrella.- Ethan la llamó en un susurró, pero ella ya estaba dentro y Ethan la estaba siguiendo.
Cuando él fue consciente de lo que sus ojos estaban viendo se quedó completamente inmóvil en la entrada del aula de música. Estrella había corrido hasta llegar al final de la habitación, dónde se encontraba el piano de cola blanco que tantas veces había tocado ese chico cuando el internado se vaciaba los fines de semana. Estrella al principió vaciló sí acercarse más a Darío, quién mantenía sus ojos cerrados y se balanceaba con suavidad sobre las teclas.
Y cuando parecía que la niña de dos trenzas iba a marcharse, se sentó en la silla doble del piano, a un lado del muchacho. Darío alzó su ceja derecha, pero no abrió sus ojos ni detuvo la melodía. Aunque Ethan no reconociera esa pieza sabía que podía tocarla. Había interpretado piezas más complejas y rápidas, pero había algo que le abrumaba en esa pieza. O quizá era en la forma en que era tocada. O en quién la tocaba.
