Capítulo 57: el chico de los tatuajes y su número quinientos

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Héctor guardó la bolsa con las tres cosas que le había pedido su madre que comprara. Se le había hecho tarde, pero sabía de una tienda que cerraba a las doce de la noche y que podría conseguir toda la comida que le había pedido Desiré. El joven mentiría si dijera que no había intentado ponerse en contacto con Valeria desde que se había separado de Alicia. Aunque respecto al tema de su amiga se había quedado más tranquilo cuando la muchacha le había llamado. 

Le había explicado que se encontraba con Dan y que le había dicho que la supuesta familia de Neal, el crío era alumno de Dante y la mujer su madre. La explicación respecto al abrazo y que Neal se marchase con ellos, era porque aquel día había sido el cumpleaños del niño y ninguno de sus amigos le había traído ningún regalo. Dante había llamado a Neal y le había pedido que comprase un trozo de pastel al crío en alguna panadería cercana. Y así había hecho. Ese detalle hizo sonreír al niño el día de su cumpleaños y había hecho que la madre invitase a Neal a un café. Fin de la historia. Era increíble como esos gestos hechos a buena fe podían malinterpretarse tan fácilmente.

Cuando Héctor y Alicia habían terminado de hablar por teléfono, el joven había llegado a la portería del piso donde vivían Rubén y Valeria. Cuando la puerta se abrió, el joven de los ojos verdes esperó encontrarse con aquella chica que le había robado el corazón hace muchos años, pero lo había hecho otra chica. Claire había avisado a Rubén y el chico apareció vistiendo solo unos pantalones de estar por casa. Tenía un rostro cansado, demacrado.

-Han condenado a mi padre cinco años a estar en la cárcel, Héctor.

El chico había abrazado a Rubén y observó los ojos verdes de Claire, enrojeciéndose. Ahora todo había comenzado a tener sentido. Valeria había desaparecido justo el mismo día en que su primo, el pequeño Robín Hood, había sido condenado a cinco años bajo prisión. Ella querría estar sola. Héctor sabía que se sentía culpable ya que él se había sacrificado para que la policía no los pillase ni a Valeria ni a él. Pero la única culpa había sido de Adam, por intentar salvar a todo el mundo antes de a él mismo.

-Puedes quedarte con nosotros mientras esperas a Valeria. Volverá tarde o temprano.- Le había dicho Rubén.

-Gracias, pero tengo que hacer unos recados para mí madre y se me está haciendo tarde. Solo dile que he venido a verla y que sí me necesita que me llame. No pienso separarme del teléfono en toda la noche.

Finalmente, Héctor se había dado por vencido y había dejado de llamar a Valeria a su móvil. Había hecho los recados que le había pedido su madre y ahora conducía su moto dirección a su casa. Pero entre una de las calles de Barcelona, no pudo evitar darse cuenta que en una de las esquinas había un coche mal aparcado y que al final del callejón se encontraban dos personas.

Para Héctor aquello fue un déjà vu. Recordó la noche en que había seguido a Adam y Valeria y los había visto pactar con algo parecido a unos traficadores de guante blanco. El joven por propia intuición decidió aparcar la moto en frente del coche con cristales tintados. Bajó de su vehículo de dos ruedas y se acercó aquellas dos siluetas. A pocos metros de ellos pudo distinguir a dos hombres robustos y que vestían con tejanos y chupas negras.

-¿Qué estás mirando, enano? Lárgate de aquí.

-Perdón, pensé que os conocía.- Los dos hombres se rieron.

-Sí conocieras nuestra existencia nuestro jefe ya nos hubiera mandado entregarle tu cabeza.

-¿Y eso?- Héctor carraspeó con dificultad.- ¿Las colecciona o algo por el estilo?

-¿Nos estás vacilando, niñato?

-Tranquilo, Frank.- El otro hombre sin ningún pelo en la cabeza, pero con una extensa barba, habló por primera vez.- Es solo un mocoso.

Perdona pero, me he encaprichado de ti (Segunda Temporada de PPTVDM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora