-¿Cuándo apartes tus manazas de mis ojos, se supone que voy a tener que poner cara de sorpresa y decir lo mucho que te quiero por regalarme cualquier cursilada?
-No, no será necesario.- Dijo Gideon mientras seguía avanzando justo detrás de Alex y la guiaba como podía.- Porque no hay ningún regalo cursi.
-¿Entonces porque no me dejas mirar?
-Nos estamos alejando de la salida de mi casa, no quiero que escapes tan fácilmente.
-¡Ni que tu piso fuera una mansión!
-Tú misma los has dicho, Alexandra. Mi piso, pero no la casa de mi madre.- Alex, al escuchar esas palabras comenzó a retorcerse de las manos de Gideon y sus ojos volvieron a recuperar la capacidad de captar imágenes. Los rayos de la tarde caían sobre sus pieles y la muchacha solo podía observar un largo camino asfaltado con árboles a su alrededor y un muro tras ellos, que marcaba su escasa libertad.- Hemos dejado la puerta muy atrás hace mucho rato. Créeme, es una tontería intentar retroceder si no conoces este laberinto.
-¿Qué me has traído a la mansión de tu madre?
-La gente suele preguntarme ¿qué haces viviendo en un mierda de piso teniendo tu madre una mansión? Pero bueno, ambas preguntas suenan igual de estúpidas.
-Me voy.- Alex hizo el amago de marcharse, pero Gideon ya la había cogido de su antebrazo y estaba impidiendo su huída.- Esto es un paso demasiado grande, Gideon. No pienso conocer a tu madre.
-Ella no está en casa.- Informó él.- Está trabajando, por eso te he traído por la tarde. Porque sabía que ibas a reaccionar de esta forma.
-¿Y entonces para qué me has traído aquí?- La joven dejó de resistirse y Gideon la soltó.- ¿Para mostrarme lo bien mantenida que estaría si me casara contigo en un futuro?
-¿Quién ha dicho que yo quiera casarme contigo?
-¿Quién ha dicho que yo quiera casarme contigo, también?- Ante la respuesta-pregunta de Alex, el joven desprendió una sonrisa y atrajo a la chica hacia su cuerpo para rodear sus manos por su cintura. Gideon intentó besarla, pero Alex se echó hacia atrás.- Odio cuando te pones tan mimoso.
-Supongo que no soy el chico malo de los tatuajes que pensabas que era.
-Ya ves. El príncipe me salió rana.- Gideon desprendió una gran carcajada ante esas palabras y Alex no pudo evitar liberar una sonrisa. Le gustaba ver reír a ese chico.- Ahora en serio, Gideon. ¿Qué hacemos aquí?
-Quiero presentarte a una persona especial para mí, pero sin presiones.
-¿A tu mayordomo?
-Alexandra…
-¿No será alguna de tus sirvientas tu amante, verdad?
-Bueno…- Ante esa insinuación, la muchacha le pegó una bofetada a Gideon y este volvió acercarse al rostro de la chica para dejar un beso en su mejilla.- Mira que eres burra.
-Eso por insinuar que tienes una amante.
-Para tener una amante debería de tener una novia, y hasta donde yo sé tú y yo no somos nada oficial ¿verdad?
-Verdad.- Contestó Alex muy segura de sus palabras.- Y jamás lo seremos, que te quede bien claro.
-Entonces, creo que lo mejor será que te marches por dónde has venido.- Gideon marcó un espacio entre los dos.- La salida es todo recto, giras dos veces a la izquierda y tres a la derecha. Verás una verja negra. Si te pierdes pregunta a los jardineros, a estas horas tienen que estar cuidando las flores de los jardines exteriores. Adiós, Alexandra.- El joven repleto de tatuajes se dio la media vuelta y siguió su camino hasta girar a mano derecha.