Capítulo 31

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Es una hermosa mañana, en este momento estoy en el auto camino a la empresa. Me encanta manejar con  música y tomar mi delicioso latte. Ya casi estoy llegando, hoy tengo bastante trabajo que hacer, me gustaría también poder hablar con Melody, hace mucho que no viene a la empresa, tiene unos problemas en su familia. 

Voy entrando al estacionamiento y me dirijo a mi lugar de siempre. Apago el auto y agarro mi cartera, con unas carpetas que traje de casa. Saludo como todas las mañanas a Osvaldo, el señor que cuida el estacionamiento y me dirijo al ascensor. Me encuentro con chicas de otros pisos, hablamos un poco y luego cada una va a su piso. Como yo estoy en el último, mi viaje es más largo.

Veo como Ester habla por teléfono, la saludo con la mano y voy directo a mi despacho. Dejo mis cosas y comienzo a trabajar. A eso de media mañana me dirijo a la oficina de mi hermano, pero me llevo la grata sorpresa de que él no se encuentra ahí. Le pregunto a Ester y me dice que están en una reunión con mi padre, Brando y otros socios. Lo que me llama la atención es que ninguno me dijo nada, siempre me dicen. Entonces decido mandarle un mensaje a Melody, pero no contesta. 

No hablé con Brando esta mañana, siempre me manda un "Buen día bonita" o cosas así, pero nada. Me extraña un poco, pero tampoco quiero ser una de esas chicas que se ponen desesperadas porque el novio no le manda el mensaje de todas las mañanas. Opto por no molestar a nadie y me voy a almorzar sola. 

-Ester me voy a ir a almorzar, ya sabes, cualquier cosa me llamas.

-Claro señorita Olivia.

Le sonrío y me marcho. Mientras estoy bajando tarareo una canción; de repente el ascensor se para y cuando se abren las puertas, lo primero que veo son esos ojos hermosos, color claros. Luego su barba de unos días y por último como va vestido. Es un maldito modelo, está impecable con su traje azul marino y la camisa, hoy no lleva corbata. Cuando nuestros ojos se chocan me sonríe y entra. Todavía no me habló ni nada, ya que no le contamos a mis padres y en ésta empresa los rumores corren bastante rápido, no queremos levantar sospechas. Una vez que las puertas del ascensor se cierran, se abalanza sobre mi. Nuestros rostros quedan a centímetros de casi chocar.

-Buenos días bonita mía -dice mientras me toca la punta de mi nariz con la suya. 

-Buenos días mi vida -le devuelvo el toque.

-Justo iba a preguntarte si querías que vayamos a almorzar juntos -se apoya más a mi y me dan ganas de hacer cosas indebidas.

-Yo me iba a comer, ya que nadie me dijo nada de la reunión y no quise molestar. Pero si queres podemos almorzar juntos...-el ascensor hace un ruido y las puertas se abren, pero Brando es rápido y ya está en la otra punta del ascensor. Menos mal porque yo no me puedo mover, mis rodillas están que tiemblan. Siempre que estoy cerca de Brando o mejor dicho cuando él se acerca a mí de esa manera yo me vuelvo loca y mi cuerpo comienza a reaccionar de una manera extraña, las rodillas me tiemblan, y en mi estómago hay una decena de mariposas.

Nos dirigimos a las puertas corredizas para poder salir al mundo exterior.

-¿A dónde quieres ir a comer? -me dice mientras caminamos hacia la esquina, para poder cruzar.

-Me da igual, lo que vos quieras va a estar bien para mí.

-¿Pasta?

-Pasta -contesto y nos dirigimos hacia un restaurante que está a dos cuadras, en ese lugar tienen la mejor pasta del planeta.
En el camino no hablamos mucho, cada uno está en su mundo, pero es un silencio tranquilo, para nada incómodo. Observo a las personas caminar, lo que más me llama la atención es una pareja de ancianos. Cómo el señor cuida a su mujer, la deja pasar primero, la toma de la mano, ella le sonríe y le da pequeñas caricias en su brazo. Me hacen acordar a mis abuelos, ellos son muy unidos también, ya llevan 47 años de casados y cada día parece que se aman y respetan más. Son los padres de mi madre y siempre estuvieron ahí para mí. Cuando era pequeña me llevaban al jardín, al club. La verdad es que nos cuidaron un montón a mi hermano y a mí. Cuando mis papas viajaban, nosotros nos quedábamos con ellos, mirábamos películas, y jugábamos en su patio. Mi abuela me contaba historias de cuando era joven, con mi abuelo. En cambio, mi abuelo se encargaba de jugar con mi hermano a la pelota o llevarnos a la plaza. Amo mucho a mis abuelos, la verdad es que no sé que voy hacer cuando ellos ya no estén. Pero bueno no quiero pensar en esas cosas. Sigo mirando a la gente, cuando de repente escucho esa voz que tanto me gusta. 

BONITADonde viven las historias. Descúbrelo ahora