—Anastasia, eres lo suficientemente lista como para saber que no tienes
opción. Y también eres lo suficientemente lista como para saber que te meterás en problemas mayores con tus padres. —dijo el Sr. Grey.—No me importa —murmuré yo.
—Sí te importa.
Yo asentí. Tenía razón. Trabajé durante un mes entero desde mi salida de detención juvenil para regresar a buenos términos con mis padres. Quería que me mirasen de la manera que solían hacerlo. Mamá era un poco más inclinada a perdonarme, pero no confiaba en mí. Papá no me había perdonado para nada, y
cuanto más trabajaba en mostrarle que había cambiado, más imperdonable se tornaba.La ironía era que no necesitaba mostrarles a ninguno que había cambiado, porque no lo había hecho. Siempre había sido una buena chica, incluso cuando cometí ese error.
Sí, era un error terrible drogándose y robando una tienda de alimentación pero no alteró quién era. No me convertí de pronto en una adicta a
las drogas o en una criminal de cuidado. Hice una elección mala que me marcó de por vida, al menos a ojos de mis padres.No fui hasta que salí de detención que entendí las expectativas de mis padres. Se esperaba que siempre fuera perfecta. Nunca se me permitió cometer un error, y cuando finalmente lo hice, pagué el precio mayor. No solo no me perdonaban y
probablemente nunca lo harían, sino que no creía que les agradara más.—Ven conmigo y te escribiré un pase de tarde —dijo el Sr. Grey.
Yo lo seguí dubitativamente al salón de clase y me metí por la puerta
mientras él escribía una nota. Me la pasó, y yo saqué su pañuelo de mi bolsillo.—Un intercambio —dije yo, ofreciéndole su tela.
—No lo necesito —replicó él— Puedes quedártelo, dado que pareció gustarte tanto. —sonrió él.
Y me gustaba.
Sonreí.
— ¿Alguna vez se lo has dado a alguien que lo ha usado y te lo ha
devuelto?—No. Nunca dejé que nadie lo usara hasta ti. —dijo él.
Sentí que el calor salpicaba mi piel. Quise preguntarle por qué me dejó usarlo, pero lo pensé mejor.
— ¿Es un pañuelo especial? —pregunté en su lugar.
—De mi abuelo — replicó el Sr. Grey.
—Oh, mi Dios —susurré yo, mirando el pañuelo— Lo puse a lavar con la ropa blanca. ¡En el ciclo regular!
El Sr. Grey se carcajeó.
— Está bien. Aún en una pieza.
— Sr. Grey, no puedo quedarme esto. Por favor, tómelo. Algo terrible le
ocurrirá, lo sé. Esa es mi suerte, ¿ve? Por favor, tómelo. —Moví el pañuelo en su rostro.—Ve a clase, Anastasia —dijo el Sr. Grey. No lo tomaría.
—Por favor — rogué yo, moviéndolo adelante y atrás.
—Ve a clase –dijo él gentilmente—. Te haré saber cuando lo quiera de vuelta.
Caminé a Inglés agarrando su pañuelo, confusa y frustrada porque no lo tomara de vuelta.
¿Qué querría que hiciera con él?
* * *Todas esas películas de adolescentes que enmarcan el tiempo del almuerzo en la secundaria como el peor periodo del día son completamente certeras. Es el peor tiempo si no tienes amigos.
No soy una persona egocéntrica por naturaleza, pero me sentía increíblemente incómoda hoy sentada sola en la mesa de los rechazados. Pensé en sentarme junto a Kate, pero ella dejó claro que nuestra amistad había terminado. Lo que más me hería era que pensaba que ella estaba usando a sus padres como una excusa.
Seguro, sabía que ellos no me querían cerca de ella, pero ella no estaba tratando de pelear por mí porque no quería. Ella me alejó, y esa certeza era como una bofetada en el rostro.
Vi al Sr. Grey entrar en la cafetería. Supuse que su primera tarea en el año escolar era supervisar a la multitud del comedor. Sabía que los maestros rotaban tareas, y monitorear la hora del almuerzo debía de ser, por lejos, la peor. Tenía una bolsa de almuerzo.
Pensé que era lindo y tonto. No sé por qué. La comida en su bolsa era probablemente muy superior a la porquería en mi bandeja.
Vi por el rabillo del ojo que veía hacia mí.¿Qué estás haciendo?
No vengas hacia aquí.
¿Oíste lo que dije?
No. Vengas. Hacia. Aquí.
El Sr. Grey dejó su bolsa en la mesa y se deslizó en una silla a algunas
sillas de distancia de la mía. Me calenté al instante. Era furia instantánea. O frustración. O vergüenza. No sé. Tal vez las tres.—Hey, Riley —le dijo él un chico del otro lado de la mesa de donde estaba él.
—Hola, Sr. Grey — replicó Riley. Él regresó a la lectura de su comic.
— ¿Qué hay, Nicole? — dijo el Sr. Grey, volviéndose a una chica a la izquierda de él. ¿Cómo es que ya sabía los nombres de estos chicos?
Nicole sonrió y empujó las gafas por su nariz.— Hola, Sr. Grey.
— ¿Cómo va tu día? —preguntó él.
Ella sonrió de nuevo. — Um, bien, creo.— ¿Decidiste si vas a ir al basquetbol? —preguntó él.
— No estoy segura. Supongo, —respondió ella.
Yo bajé la cabeza, los ojos pegados a mi bandeja de comida, dejando que mi pelo escudara mi rostro. ¿Tenía el Sr. Grey un cerebro mágico o algo? Solo era el Segundo día de escuela. ¿Cómo podía recordar los nombres de estos chicos cualquiera y conversaciones previas con ellos? Debía de enseñarles a más de 100
estudiantes. ¿Y, de todas formas, por qué se estaba sentando en esta mesa?Toda la cosa era rara.
—Hola, Anastasia— dijo el Sr. Grey.
Yo salté en mi asiento.
— Hey.
— ¿Estás bien?
Mi vida voló completamente, y me viste borboteando como un bebé ayer. ¿Qué crees?
—Bien — respondí yo, retorciendo mi tenedor en mi puré de patatas acuoso.
— ¿No tienes hambre?Yo bufé y alcé el contenedor de patatas para darle una mejor vista.
— ¿Esto te parece apetitoso? — pregunté yo.
Él sonrió.
— No demasiado. ¿Quieres compartir mi emparedado? .
No, no quiero compartir tu emparedado.¡Deja de ser amable y lindo!
Negué con la cabeza...
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Grey El Profesor.
Hayran KurguAnastasia Steel es una buena chica. sólo comete un terrible error en su primer año de escuela secundaria que le cuesta diez meses de detención juvenil. Ahora es su último año, a perdido todo: su mejor amiga , la confianza de sus padres, el privileg...