Capítulo 45.

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Por una fracción de segundo me arrepentí de mi decisión.

Bajé la mirada a mi atuendo.

Pensé que lucía bonita—top escotado negro brillante, jeans ajustados,
zapatillas rosadas—pero todo completo gritaba—: ¡impostora! No me vestía sexy y consideré cambiarme cuando llegué a la casa de Christian.

Me sentía increíblemente cohibida mientras esperaba que él abriera la puerta.

Cuando lo hizo, sus ojos se ampliaron.

—Guau.

—¿En serio? —pregunté.

—Sí. En serio. Guau. Guau. Te ves increíble —dijo, tirando de mí hacia
adentro.

Me besó con avidez

—. Quedémonos aquí esta noche —susurró en mi oído.

Bueno, si conseguí esa reacción, Avery lo hizo bien por mí.

Y de repente me quería mostrar.

—Buen intento —dije—. Gasté todo mi dinero duramente ganado en este atuendo, y vas a llevarme  algún lado en el.

—Sí, señorita —respondió Christian. Retrocedió y me estudió. —¿Te importaría hacer un pequeño giro para mí?

Recordé lo que dijo Avery antes cuando me baje un poco mi top para revelar un poco más de escote, ya que los hombres son criaturas visuales.

Me di la vuelta lentamente, dejando que su mirada golpeara cada centímetro de mi cuerpo.

Cuando mi espalda estaba hacia él, sentí una palmada juguetona en mi trasero.

—¡Christian! —chillé.

—¿Sí?

No sabía que decir.

Se acercó por detrás y ahuecó ambas nalgas.

—Estoy enamorado de tu culo, Anastasia —dijo en mi cabello—. Ni siquiera te imaginas las cosas que quiero hacerle.

Mi boca cayó abierta, pero él no pudo verlo. Mi rostro se puso del color de un tomate. No pudo ver eso tampoco.

—Espero que no te importen mis manos sobre el esta noche —dijo, y volteó mi cara hacia él.

—¿Por qué estás toda roja? —bromeó, pasando sus manos por mi espalda.

—¡No lo estoy! —contesté, pero no pude mirarlo.

Avery tenía razón sobre los
jeans.

—¿Es por qué dije que estoy enamorado de tu culo?

Me reí.

—Porque lo estoy —continuó—. Pero dejaré de torturarte. No quiero que
mueras de vergüenza antes que lleguemos al club.

—Ja, ja —Contesté secamente—. Uno de estos días voy a llegar a ser tan
insensible que tus comentarios no me perturbaran nunca más.

—Lo dudo —dijo, y me agarró el trasero una última vez antes de dirigirse a la cocina.

—Estoy un poco nerviosa —confesé.

—¿Por el club?

Asentí.

—No hay nada que temer. Es un local pequeño donde la gente se reúne para escuchar buena música, no es nada agitado.

—¿Me lo prometes?

—Te lo prometo —dijo Christian—. ¿Ya cenaste?

—Más o menos —mentí.

He estado muy nerviosa para comer algo.

Christian ladeó la cabeza.

—¿Cenaste?

—No.

—Ven. Siéntate. —Me calentó las sobras.

Puso un gran plato de espaguetis en
frente de mí y se inclinó para susurrar en mi oído.

—Uno de estos días dejaré de
preocuparme por tu dieta ¿cierto?

—Tal vez —respondí con sinceridad—. Y no es mi intención preocuparte.

—Bueno, tienes los peores hábitos alimenticios de toda la gente que conozco, Anastasia—dijo Christian, sentándose a mi lado.

—No intento tenerlos.

—Lo sé. Pero me gustaría mantenerte cerca por un tiempo, así que necesito que empieces a comer y estar saludable. ¿Sabes lo que quiero decir?

—Como mucho más que antes —dije, haciendo girar los espaguetis alrededor de mi tenedor.

—Lo sé.

—Es sólo cuando estoy nerviosa —admití.

—¿Por qué estás nerviosa? —Preguntó Christian, y luego añadió—: No puedes estar todavía nerviosa a mí alrededor.

—No, no es eso —dije—. Creo que sólo es mi vida en general. Y tal vez tiene
que ver un poco con andar a escondidas contigo.

Christian estuvo en silencio por un momento.

—Es un subidón increíble que me hace marearme, emocionarme, y
aterrorizarme —dije—. Me siento feliz, como si no debiera estarlo. Como si todavía no me hubiera ganado el derecho.

—¿Por qué crees que no te has ganado el derecho de ser feliz? —preguntó Christian, quitándome el tenedor de la mano y tomando un bocado de pasta.

—No sé. Supongo que es porque mi papá y mamá aún no me han dado luz verde.

—¿Necesitas el permiso de tus padres para ser feliz?

—No. Y sí. No sé. Me imaginé que si aún están castigándome, entonces no me lo he ganado todavía.

—O tal vez tus padres son unos idiotas —dijo Christian.

Estaba en shock.

Eso no sonó como algo que saliera de su boca.

—Lo siento, eso fue grosero —murmuró, devolviéndome el tenedor.

—Tal vez. O quizás estás en lo cierto —dije.

—No, no lo estoy. No tengo razón en absoluto. No sé nada sobre tus padres. No debí haber dicho eso.

Sé que tenía miedo de dar la impresión de ser un novio manipulador.

Tuve un momento de claridad, y me alegré de que pasara mientras estaba con él.

Por mucho que tratara de ignorar la diferencia de edad entre nosotros, era duro, y constantemente sentía que tenía que probar mi inteligencia.

—Es tu forma de ser protector conmigo —dije—. No creo que tenga nada que ver contigo tratando de enfrentarme con mis padres. Creo que quieres que arreglemos nuestra relación. ¿Estoy en lo cierto?

Me miró, la diversión jugando en sus ojos grises. Creo que disfrutaba de mi percepción, sobre todo porque combinaba con mi top.

—Tienes toda la razón —dijo.

—Sin embargo, seré sincera contigo. Hay algo sexy acerca de la idea de ti
apartándome de varias personas que conozco. ¿No es tan malo sentirse así? ¿Eso de que no me importe ser tu prisionera? Hay algo mal conmigo, ¿cierto?

—Creo que realmente te gusta mi comida, Anastasia —respondió Christian a la ligera.

Me reí entre dientes.

—Es más que la comida. Es la manera en que me haces sentir. A veces estoy desesperada por ese sentimiento...






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En cuanto desperte abri los ojos , puse un poco de musica en youtube y dije a subir capitulo...

Grey El Profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora