Capítulo 89. Sapo

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—Yo… yo sabía que Anastasia estaba teniendo sexo con alguien, pero ella no quería decirme quien era—dijo.

—Cierra la boca Oliver—le dije.

—¿Cómo lo sabías? —le preguntó mamá.

—Yo oí…

—¡Cierra la boca! —Le grité.

—Ella pensó que estaba embarazada — Oliver dijo.

Tenía un pensamiento.

Tenía que irme de esta casa.

Estaba temiendo la reacción de mi padre, y necesitaba un lugar seguro.

Un lugar con Christian.

Papá se giró hacia mí.

—¿Es cierto?

Sentía que no tenía opción, y derrame todo en ese momento.

—¡Lo amo! —lloré. —Lo amo. No puedo evitarlo. Estoy enamorada de él. Y el de mí. No es asunto tuyo lo que hagamos a puerta cerrada, te he avergonzado, pero esto no tiene nada que ver contigo. No me quieres. No me has querido desde que me metí en problemas. No me muestras amor. No estuviste allí para mí. Pero otra
persona sí estuvo. Él estaba allí para mí. Y fue amable conmigo. Y me demostró amor.

—¡Él tomo ventaja de ti, Anastasia! —papá me gritó. —¿no lo ves? ¡Él te uso porque vio un blanco fácil!

—¡Eso no es cierto! —grité de vuelta.

— ¡Él no tomo ninguna ventaja de mi! ¡El me quiere tanto como yo lo quiero! Pero yo era un blanco fácil. Tienes razón sobre eso. ¿Y quién tiene la culpa de eso?

Papá cogió mi brazo y me saco fuera de la silla.

Me dejo a escasos centímetros
de su rostro.

—¡No te atrevas a actuar como la victima aquí! rompiste la ley. Iras a la cárcel. Avergonzaste a tu familia, ¡y si por un momento pensaste que no mereces todo un castigo, entonces eres una chica estúpida, Anastasia!

Esas palabras no dolieron tanto como las que vinieron después.

—No volverás a verlo de nuevo, —dijo papá. — Y vamos a presentar cargos.

Mi corazón cayó.

¿Cargos? ¿Cargos porque? No entendía.

— ¡No! — lloré. —¡Lo amo! ¡Quiero estar con él!

—No lo amas Anastasia. No puedes amar a un hombre que te ha hecho esto —dijo mamá.

—¿Hecho que? ¡Él no ha hecho nada, más que mostrarme amor! —les grité.

—¡Deja de decir amor! —rugió papá. — ¡Tú no sabes qué es eso!

—¡Si lo sé! —lloré. — Lo sé, lo sé, lo sé. Lo amo, lo amo. Lo a...

Solo sentí el palpitar una vez que mi trasero golpeó el suelo. Al fondo escuche gritar a mi madre, pero no podía hacer que las palabras salieran.

Mis ojos estaban cerrados: uno cerrado por el golpe y el otro cerrado por el miedo de lo que sucedería después.

Podía sentir el pulso de mi corazón en mi ojo, latiendo duro y rápido.

Pensé que mi ojo podría salirse, así que puse mi mano sobre la herida para evitar perder mi ojo.

Mi vista.

Mamá se cernía sobre mí.

Trataba de ayudar a levantarme, pero la empuje a un lado.

Necesitaba algo para mi ojo.

Estaba gritando de dolor.

—¿Avery ha formado parte de esto? —preguntó papá.

No podía creer que siguiera interrogándome después de haberme golpeado.

Pero no me importaba lo que hiciera a continuación.

Nunca le diría sobre Avery.

—No.

—Entonces ¿por qué kate dijo que si lo estaba?

—Porque kate es una pequeña perra—respondí.

—Bueno, ella tenía razón sobre ti,—dijo papá. — Llamare a los padres de
Avery.

No dije nada.

No había nada que pudiera hacer excepto orar porque Avery me
perdonara por arruinar su vida.

Debí haber tenido más cuidado en el cine.

No debí haber peleado con Christian en público.

No espere un permiso para irme.

Mi ojo negro me ganaba la excusa para poder irme sin permiso.

No se me ocurrió en aquel momento que mi papá me daría una tarjeta para jugar.

No me daría cuenta de ello hasta el día siguiente.

Papá me vio hurgar en el congelador por una bolsa de hielo.

—¿Dónde está tu teléfono? —me preguntó.

Me tense, cerré la puerta del congelador de golpe.
¿Por qué no recogí mi bolso?

—No lo sé—le respondí.

Eche un vistazo a mi mochila en el suelo, y él lo vio.

Corrí tan rápido como pude, pero él ya tenía el teléfono.

—¡Devuélvemelo! —lloré.

Fue dolorosa la lágrima que resbalo de mi ojo magullado.

—Ve a tu habitación—respondió papá.

—¡No soy una niña!

—¡VE A TU HABITACION!

Salí corriendo escaleras arriba.

Me encerré en mi habitación, cogí una camiseta del armario, y envolví la bolsa de hielo en ella.

Me acosté y puse la bolsa de hielo sobre mi ojo, escuchando los sonidos del final, el empujón final de una
frenética carrera de un corazón palpitante.

Un acorde enojado.

Un ojo pulsante.

Y luego nada.

Nada más que la quietud de mi habitación, el latido tranquilizante de mi viejo corazón.

Estaba agonizante, y no quería hacer nada para salvarlo.

Apenas me alejo de allí, y escucho los latidos irregulares.

Escuche como se desvanecía,
como una línea de tambor que marcha hacia la distancia.

No sabía hacia donde iba,
y no quería seguirlo.

Ese corazón era ocupado por el amor que sentía por mi familia, y no los amaba más. ...


____

Proximamente final...

Grey El Profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora