Capítulo 7.

1.2K 140 4
                                    

—Ellos preguntaron —repliqué yo.

—Creo que solo están asustados, Ana –dijo Oliver—. No quieren creer que
estés siendo víctima de los abusones.

—No me importa –dije yo—. Deberían creerme. Soy su hija y deberían
creerme.

Oliver se encogió de hombros.

—Bueno, sí mentiste sobre la fiesta, y sobre drogarte y robar una tienda. Y sobre tener que ir a la corte. Y sobre ser llevada al reformatorio.

—¡Una vez! –grité yo, y Oliver se rió.

—No es como escaparse y beber, Ana. –dijo él—. Es como un enorme y
maldito error, ¿sabes?

—Lo que sea.

Oliver se aclaró la garganta.

—Mira, toda esta mierda se calmará.

No creí una palabra de eso.

—Solo tomará algo de tiempo. Algo o alguien nuevo saldrá al paso, y esos
imbéciles lo olvidarán todo sobre ti. –Dijo él— ¿Quieres que me siente contigo en el bus mañana? —preguntó él.

Yo sonreí.

— ¿Y arruinar tu reputación? Nunca te haría eso.

Oliver se encogió de hombros.

— Me sentaré contigo, Anastasia .

Yo negué con la cabeza.

— Está bien. ¿Y por qué estás siendo tan amable de pronto? ¿Pensé que nos odiábamos?

—Sí te odio, –dijo Oliver— Pero soy el único al que se le permite odiarte.
Nadie más puede hacerlo.

Yo me reí.

— Eres un imbécil.

— ¿Quieres que digamos juntos nuestras oraciones? — preguntó Oliver.

— ¿Hablas en serio?

—No — respondió él y se puso de pie.

Abrió la puerta de mi cuarto para irse.

—¡Espera! — llamé yo.

—¿Sí?

Yo estaba estupefacta.

— ¿Por qué?

Él me miró confundido.

— Porque eso es lo que haces. ¿Qué? ¿Tú no dices las tuyas?

Yo negué con la cabeza.

—Bueno, tal vez por eso acabaste en el reformatorio.

No estaba segura de si estaba bromeando hasta que vi la sonrisa.

—Cabeza de trasero — murmuré mientras cerraba mi puerta.

* * *


Miré lo menos posible al Sr. Grey al día siguiente en cálculo. Estaba
avergonzada sobre ayer. Le iba a dar su pañuelo después de clase, pero tenía una línea de estudiantes en su escritorio en su mayoría chicas necesitando ayuda o atención. Las que necesitaban ayuda tenían sus libros de matemática abiertos, listos. Las que querían atención estaban volviendo a aplicarse brillo de labios
mientras esperaban.

Hoy yo era una “racista”. Eso era lo que estaba escrito en la nota dentro de mi casillero esperándome después de cálculo. De hecho era “perra racista”. Esa podía entenderlo fácilmente. El dueño de la tienda que intenté robar era un hindú en sus
cuarenta tardíos. Podría haber sido de cualquier color del arco iris, y no hubiera hecho ninguna diferencia. Su tienda estaba en el medio de la nada, y todos estábamos drogados: combinación perfecta para un robo.

Arrugué el papel y lo encesté en una papelera cercana, captando un vistazo de kate del otro lado del salón. Casi corrí hacia ella.

—Hey —No estaba segura de que esperaba que dijera. No habíamos hablado desde mi liberación. Sus padres eran firmes en que me mantuviera alejada de ella.
La escuela era la única oportunidad de hablar con ella, y ella me evitó todo el día de ayer.

Sus ojos verdes me aguijonearon, buscando un escape.

—¿Crees que tal vez podamos sentarnos juntas en el almuerzo? —pregunté yo. Cambié los libros a mi otro brazo.

—No puedo, Anastasia—dijo Kate—. Sabes que no se me permite…

— ¿Qué? ¿Tu mamá y tu papá te revisan en la escuela? ¿Cómo lo sabrían siquiera?

Kate silbó y bufó.

— No se me permite.

Sabía que tenía tiempo limitado. El timbre estaba por sonar, así que había decidido ir con la cosa más importante que quería decirle.

—Lo siento, Kate —dije yo—. Debí haberte escuchado y no ir a esa fiesta. No estaba tratando de molestarte. Solo tenía curiosidad. Cometí un grave error. Pero fue un error. ¿Por qué no nos dejan salir tus padres?

Los ojos de Anastasia se abrieron con incredulidad.

— ¡Te drogaste! ¡Robaste una tienda! ¿Por qué demonios nos dejarían mis padres salir de nuevo? — gritó
ella.

Yo me estremecí, avergonzada por su reacción y la reacción que provocó en los otros estudiantes.

— ¡Arruinaste completamente nuestra amistad! — lloró ella, y luego la
campana sonó fuerte y duro—. ¡Y ahora me harás llegar tarde a clase!

Ella golpeó la puerta de su casillero y se apresuró por el pasillo. Yo me quedé sorprendida, viéndola girar la esquina y desaparecer. Consideré mis opciones: ir a clase o saltarme la escuela. Estaba tratando de ser buena, así que sabía que debía ir a clase. Pero estaba cansada y temerosa y triste por kate mejores razones para saltarse las clases en su lugar.

Yo agarré mi bolso de libros de mi casillero y enfilé por la puerta de salida. Podía deslizarme fuera sin ser vista e ir a alguna parte. A donde fuera, mientras no fuera a casa. Mis manos estaban en la manija de la puerta cuando el Sr. Grey me
llamó desde atrás.

— ¿A dónde vas, Anastasia ? — preguntó él.

No me giré.

— A clase.

—La única clase que sé que es dictada afuera es PE —dijo él—. Y vas por el
camino equivocado. Y, por cierto, hay una cámara. —dijo él.

Me congelé.

Alcé la mirada y miré a mi derecha. No había cámara. Yo miré a mi izquierda. Una cámara. ¿Cuándo instalaron eso?

— ¿Qué ocurre? —preguntó el Sr. Grey.

Yo salté. No lo había oído moverse, y ahora estaba parado detrás de mí.

—Es solo que no me siento con ganas de estar aquí hoy—seguí mirando la
puerta. Mi salida. Mi libertad. ¿Podría escapar de mi profesor de matemáticas si fuera tras de mí?

Grey El Profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora