Capítulo 28.

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—Bueno no. Hubiera podido, pero conseguí el servicio comunitario en su lugar. ¿Quién iba a poner a una dulce, bastante pequeña cosa como yo en una antigua cárcel desagradable? — Preguntó ella, luego murmuró, — Mamones.

— ¡Fanny!

Ella se rio y se sirvió el té.

— Odio el té, por cierto, — le dije.

— Bueno, una gracia social a la que vas a tener que acostumbrarte. Bebes té cuando se te ofrece, y sirves té cuando la gente te visita.

— Eso es una cosa de ingleses, — argumenté.

—Eso es una cosa de una buena anfitriona, señorita, — respondió ella. —¿Azúcar? ¿Leche?

Me encogí de hombros, y ella dejó tres terrones de azúcar en mi taza de té.

No hubo leche.

— Bueno, yo realmente fui puesta tras las rejas, —le dije.

— ¿Por qué?

— Asaltar una tienda de alimentación con una pistola tranquilizante, — le
contesté. — Mientras estaba hasta arriba de cocaína.

— Anastasia, las drogas son malas, — dijo.

Ella no me reprendió por el robo.

—Lo sé. Fue una vez. Y yo no estaba sosteniendo la pistola tranquilizante. —Tomé un sorbo de té. Estaba tan dulce que me hizo doler los dientes.

— ¿Entonces por qué te metiste en problemas? —preguntó Fanny.

— Porque estuve allí. Y tan arriba como una cometa, —le contesté.

— Dios mío, — dijo. — ¿Te hicieron daño en la cárcel?

— No, pero había una oficial que me odiaba hasta las tripas. Limpié un
montón de retretes.

— ¿Cuánto tiempo estuviste ahí?

— Diez meses. Estuve allí todo mi penúltimo año de la escuela secundaria, —le dije.

— ¿Qué pasó con las otras chicas? — Preguntó Fanny.

— Me mantuve sola. Las tatuadas y fulanas perforadas me dieron mucho miedo, — le dije, y Fanny se rio.— Tú dijiste: 'fulanas' —se rio. — Me gusta eso. 

Intenté otro sorbo de té.

Mis dientes gritaron.

—Lo siento, Fanny, pero este té duele, — le dije, haciendo una mueca.

— Bien, nunca he oído que se utilizara eso para describir el té, — dijo.

—Mis dientes. El azúcar, — le expliqué.

— Ohhh, — dijo ella. — ¿Otra copa? ¿Sin azúcar?

Negué con la cabeza.

— ¿Tienes agua?

Ella dejó la mesa y llenó un vaso con agua del grifo.

—No estamos de caprichos en esta casa, —dijo. — No hay agua embotellada. No hay agua filtrada. Esto es lo que pude conseguir. — Puso el vaso en frente de mí.

— Me lo llevo, — le dije, sonriendo, luego tomé un sorbo. — ¿Fanny?

— ¿Hmm?

— ¿Crees que el amor es una elección o un sentimiento?

— Esa es una pregunta peculiar, — dijo. — ¿Estás enamorada de alguien?

— No lo sé todavía. Es por eso que te estoy preguntando, —contesté.

Grey El Profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora