Capítulo 5.

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Seguí caminando tan rápido como podía, con la barbilla metida de forma protectora, los ojos pegados al suelo. No volvería al colegio mañana. Nunca podría volver y enfrentar otro día de abusones.

Nunca podía enfrentarlo a él.

Huiría.

Empacaría esta noche, destrozaría la casa hasta que encontrase las llaves del coche que papá escondió y dejaría el pueblo. Sólo conducir. Conducir hasta que llegara al océano. Luego entraría con el coche al océano.

-¡Siento haberte hecho llorar!.-dijo el Sr. Grey, saltando frente a mí y
forzándome a detenerme.

Levanté la mirada hacia él, con los ojos brillando con lágrimas de ira.

-Me sentí horrible por ello.-dijo con suavidad.

-¡No soy como una de esas chicas!.-grité, sintiendo la primera lágrima salir de la esquina de mi ojo y deslizarse por mi mejilla para traicionar mi próxima declaración.-¡No soy, como, sensible todo el tiempo!

El Sr. Grey asintió.

-¡Sólo estoy teniendo unos trece meses malos!.-sorbí.

Las lágrimas estaban filtrándose ahora, y las sequé con mis manos .

-¡Y tú no ayudaste! Pudiste haber
sido más amable, ¿sabes? ¡Pudiste sencillamente dejarme en paz! ¡Lo que ellos hicieron fue cruel y sólo estaba tratando de sacarle el mayor provecho!.

Observé al Sr. Grey luchar con qué decir o hacer. Casi lucía como si
quisiera estirar los brazos y abrazarme, luego recordó que era un profesor y yo era una estudiante adolescente. Abrió su boca y luego la cerró. Fue incómodo mirarlo
retorcerse de incomodidad, y me hizo llorar más.

-¿Puede irme, por favor?.-llorique.

No tenía un pañuelo. ¡Dios, odiaba
llorar! No había nada bonito en ello, y yo no iba a quedarme allí y dejar que mi hermoso profesor de matemáticas viera los mocos bajando por mi nariz.

-¿Cómo llegarás a casa?.-preguntó, sacando un pañuelo de su bolsillo y
dándomelo.

-¿Qué demonios…?.-pero agarré el pañuelo de bolsillo porque estaba
desesperada por sonarme la nariz. Giré mi cara y me soné tan silenciosamente como pude .

-¿Qué es esto? ¿Los ochenta o noventa?.-pregunté, girándome para
estar de frente.

Él se rió por lo bajo.

-Soy de la vieja escuela.

Metí la tela en mi puño.
Ni en broma se lo devolvería.

-De la vieja escuela, ¿eh?

El Sr. Grey asintió.

Me encogí de hombros.

-¿Quieres esta cosa de vuelta?.-levanté mi puño, con la tela metida con
seguridad y fuera de su vista.

El Sr. Grey negó con la cabeza.

-Todavía no.

No sabía a qué se refería, o quizá esperaba que lo lavase antes.
Definitivamente lo lavaría antes.

-¿Qué dices si empezamos de nuevo mañana?.-preguntó el Sr. Grey.

Refunfuñé.

-¿Qué significa eso?

-Significa “veremos”.-repliqué.

-Me parece justo. Ahora, ¿cómo irás a casa?.

-Caminaré. Vivo a dos minutos del colegio mentí.

-¿Estás segura?

-Sí, Sr. Grey. Está bien.

Asintió y abrió su boca para decir algo, pero luego lo pensó dos veces y la cerró.

Me llevó cerca de dos horas caminar hasta casa, y maldije todo el camino. En serio. Nunca había dicho tanto la palabra “joder” en mi vida. Y se sintió tan bien.

Que jodan al Crestview High. Que jodan a mis padres. Que jodan al mono. Que jodan al juez que me dejó salir porque era mi primera y única ofensa. Que jodan a kate por ser una zorrilla. Que jodan a Oliver por ser mi hermano. ¿Que jodan al Sr. Grey? Hmm, no. Él me dio su pañuelo de bolsillo, así que se la dejaré pasar.

Estaba empapada en transpiración y falta de aire cuando finalmente pasé por la puerta principal de nuestra casa. Oliver estaba despatarrado por el sofá de la sala de estar mirando un viejo episodio de Los Simpsons.

-¿Dónde has estado?.-preguntó, con los ojos pegados a la pantalla.-No te
vi en el autobús.

Lo ignoré y caminé hacia la cocina, agarré una botella de agua del refrigerador y la terminé entera en cuestión de segundos. Luego fui directa a mi habitación y me
derrumbé en mi cama. Demasiado para mis planes de empacar e irme del pueblo.

No tenía la energía para doblar una camiseta, menos para conducir durante horas a través de múltiples estados. Miré fijamente a la pared opuesta sintiendo la sedosa consciencia parcial que se escabulle a través de las extremidades justo antes de un sueño profundo. Era tranquilizador y deliciosa, y eso me mentía.

Tu vida no es tan mala, Anastasia decía, volando arriba y abajo de mi
corazón, a través de mis brazos y piernas, extendiéndose hasta cada dedo de las manos y de los pies. Me adormeció hasta la indiferencia. No tenía que creerlo mientras mi cuerpo se sintiera así de bien. Nada era así de malo mientras tuviera una cama en la que acostarme, un lugar al que escapar, los sueños en mi cabeza
que siempre estaban esperando, mucho mejores que mi realidad.

Me hundí, con la cabeza hundiéndose más en mi almohada hasta que fui
transportada a la dulce oscuridad.

Escape.

Alivio.

Grey El Profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora