Capítulo 38.

1K 119 3
                                    

—¿Qué diablos pasa contigo? —Preguntó Avery, mirándome con curiosidad.

—¿Qué quieres decir? No pasa nada conmigo.

—¿Entonces por qué estás actuando toda sospechosa?

—¿Sospechosa? ¿Estoy actuando sospechosa? —Pregunté, mirando
rápidamente alrededor para ver si el Sr. Grey había entrado en la cafetería.

—Sí, sospechosa. Y realmente me está asustando —contestó Avery—. ¿Estás en problemas?

¡Ha! Estaba en problemas…

—No. Ningún problema. ¿Por qué piensas eso?

—Oh Dios mío. No importa. —Avery volvió a comer su sándwich.

Seguí escaneando la cafetería hasta que oí un fuerte golpe. Salté de mi asiento y me volví para ver a Avery.

Ella sonrió con picardía, su mano extendida hacia fuera en la
mesa a centímetros de mi bandeja de comida

—. Tú, putita furtiva.

—¿Qué?

—Te estás escondiendo. Has conseguido un hombre, y estás aterrada por ser atrapada —continuó Avery.

—No sé de qué estás hablando —dije. Mi respiración se aceleró.

—Dios, Anastasia. Eres la peor mentirosa —dijo Avery—. Mejor trabaja en eso si esperas seguir viendo al Hombre Misterioso.

—¡No hay Hombre Misterioso!

Avery rió, y luego en la siguiente respiración, se volvió seria.

—Anastasia, lo digo en serio. Tienes que mentir mejor. Quiero decir, te elegí por una razón. Pensé que eras buena siendo engañosa.

—¿Por qué? —pregunté—. ¿Por qué has pensado alguna vez que era buena en eso?

—Porque te drogabas y robaste una tienda.

—¡Y me atraparon!

Avery desestimó mi declaración con un gruñido.

—Si arruinas esta cosa impresionante que tengo con Gavin, te voy a cortar el cuello.

—Oh Dios mío. Eres una lunática.

—Sí. Lo soy. Así que deja de actuar como si fueras culpable, y relájate. Tienes un hombre. No hay nada malo con eso. Y ahora serás capaz de verlo, también. No hay nada malo con eso, tampoco, a menos que jodas toda la cosa. ¡Deja. De. Volverte. Loca!

—No me estoy volviendo loca. ¡No sé de qué estás hablando! —Espeté.

—Lo que sea.

De acuerdo. Sí, estaba actuando muy inmadura. Reconocí mi inmadurez a la vez que me senté en la mesa observando al Sr. Grey caminar a través de las puertas de la cafetería. Pero no pude evitarlo, y de todos modos, ¡tengo DIECISIETE! No sabía cómo se suponía que debía de actuar.

Antes del Sr. Grey, hubo unos pocos novios. Estúpidas relaciones tontas sobre todo llena de argumentos porque supongo que los adolescentes son voraces consumidores de
drama.

Pero ahora estaba siendo invitada a un diferente tipo de relación, una
relación adulta, y no sabía cómo manejar la situación. Todo sobre él me hacía estremecerme y quemar, tropezar con mis pies, quiere huir.

Y no tenía más remedio que reaccionas de la manera en la que cualquier adolescente normal lo
haría.

—Anastasia, ¿puedo hablar contigo un momento antes de que salgas? —
preguntó el Sr. Grey al final del día.

Grey El Profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora