Capítulo 36.

980 133 7
                                    

—En primer lugar, fue grosero que al menos no le ofreciera, aun cuando en realidad no tenía ninguna intención de compartir. —Se rió—. En segundo lugar, tengo que preocuparme por la diferencia de edad porque son diez años, y eso es una gran diferencia. En tercer lugar… —Levanté la vista una vez más directamente a sus ojos, tratando fuertemente de formar la palabra en mi boca—. Christian.

Su rostro se iluminó.

—En primer lugar, quería que fueras codiciosa porque necesitas comer.
Necesitas cuidar de ti. En segundo lugar, no creo que diez años harán una diferencia entre nosotros. No actúas como una típica chica de dieciocho años de edad, y…

—Diecisiete —corregí—. Todavía tengo diecisiete. No tendré dieciocho hasta diciembre.

Christian me movió.

—Muy bien. Tienes casi dieciocho, pero actúas como alguien mayor. Supongo que eso significa que piensas como alguien mayor.

—Puedo ser muy inmadura a veces —contesté.

Christian sonrió.

—Yo también.

—Pero tú eres un chico. Los chicos siempre son inmaduros.

—Es cierto.

—¿Me estás utilizando? —solté.

Salió de la nada, pero sabía que
eventualmente querría preguntarlo.

Sólo que no pensaba hacerlo mientras estuviera sentada en su regazo.

—No.

—¿Cómo voy a saberlo?

—Piensa en ello, Anastasia. ¿Por qué diablos iba a arriesgarme a perderlo todo sólo para usarte?

—Ah.

—¿Entiendes lo que quiero decir cuando digo que podría perderlo todo? Estoy hablando de mis amigos, mi familia, mi carrera. ¡Podría ser procesado legalmente, por el amor de Dios!

—¿Podrías ir a la cárcel?

—Tal vez. No sé. Quiero decir, es un poco más difícil encarcelar maestros aquí en Georgia debido a la forma en que las leyes están escritas.

—¿Qué quieres decir?

—Es complicado y no vale la pena hablar de ello. Pero necesito que entiendas que éste no soy yo usándote. Nunca tomaría un riesgo como ese sabiendo todo lo
que podría perder si no me preocupara por ti genuinamente.

Asentí.

—¿Por qué no alguien de tu edad?

—No tiene nada que ver con eso. Me siento atraído por ti.

—¿Por qué?

Considera lo que le dije.

—Si te lo digo, pensarás que soy raro. O no entenderás.

—Bueno, dame una oportunidad, por lo menos.

Hizo una pausa antes de responder

—: Hay una luz a tu alrededor.

Tenía razón.

No entendía, así que me fui por una broma.

—Eso es por mi castallo casi rubio cabello.

Se rió.

—Sí, es por eso.

—Bueno, bueno. Te tomaré en serio. Continúa.

Christian lo pensó por un momento.
 
—Sólo es luz. No sé de qué otra manera describirlo. Pero te miro y veo algo brillante y nuevo. Como un tesoro que tengo que tener. Quiero decir, ¿quién no quiere un tesoro, cierto?

Permanecí en silencio.

Lo tomó como una invitación para seguir.

—Me encanta tu bondad. Me encanta que tengas un buen corazón.

—No puedes saber eso —dije—. Y ni siquiera yo estoy segura de que eso sea cierto.

—Es cierto. Y lo sé.

—¿Cómo?

—Porque le llevaste un café a tu padre hace mucho tiempo cuando pudiste
haber ido Starbucks sin que él lo supiera. Pero lo llamaste y le dijiste dónde estabas porque eres una buena chica.

Me moví para liberarme.

—Bien, eres muy perceptivo. Pero no creo tener tal buen corazón más. Le estoy mintiendo a mis padres. Me escapé y hago cosas con Avery sólo para tener un poco de libertad. ¿Sabes lo que hice en mi primera noche
fuera de casa?

—Dime.

—Fui a Cold Stone Creamery.

Christian asintió.

—¿Acabas de escuchar lo que dije? Fui a tomar un helado. Ese fue mi gran movimiento engañoso.

Christian metió un mechón suelto de mi cabello detrás de mi oreja.

—Y eso es exactamente por lo que sé que tienes un buen corazón, Anastasia. —Mi estómago gruñó de nuevo—. Y al parecer un apetito insaciable —dijo y se rió
entre dientes.

—Eso es vergonzoso —murmuré, y quité mi mano de Christian, colocándola sobre mi estómago.

—¿Qué más puedo darte de comer? —preguntó.

—Cualquier cosa —contesté.

Me bajé de su regazo y me dirigí a la cocina.

Me sentí mejor y menos ansiosa por estar en su departamento.

Creo que es por eso que me hizo sentarme en su regazo mientras hablábamos.

Quería que nos familiarizáramos rápidamente para hacerlo más fácil para mí, menos atemorizante.

Y así fue.

Ya había metido mi cara frente a él.

Además escuchó mi estómago gruñir
dos veces.

—Puedes tener lo que quieras —dijo Christian, abriendo la puerta de la despensa.

Mis ojos inmediatamente se dirigieron inmediatamente al Trix. (Trix: Cereal con forma de frutas y de muchos colores.)

—Estoy teniendo dificultades con esto —dije.

—¿Con qué?

—Haces una cena sofisticada con camarones y comes cereal de niños para el desayuno —contesté—. Raro.

—Anastasia, valoro tus opiniones. En serio. Pero no te burles de mis elecciones de cereales.

Me volví hacia él.

Me sonrió.

—Me gusta el Trix. Tomaré un tazón de ellos, en realidad. Pero antes de
hacerlo, ¿harías algo por mí?

—Sí.

—¿Podrías sostenerme como lo hiciste ayer en el salón de clases?.

Christian no dudó.

Me envolvió en sus brazos y me levantó.

Me gustaba estar colganda, sostenida como una muñeca.

Era fácil para él, como si yo no pesara más que un pájaro.

Enterré mi cara en su cuello, y me hizo girar lentamente, dando vueltas y vueltas.

—¿Cuándo vas a darme un beso? —pregunté en su cuello...

Grey El Profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora