Capítulo 34.

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Anastasia, eres una chica muy mala.

Me acosté en la cama, tratando de ignorar mi conciencia.

De todas maneras no creí que tuviera razón. ¿Por qué no podía tocarme? Al menos no estaba teniendo sexo.

¿Qué si estaba fantaseando con mi profesor de matemáticas? Eso es todo lo que era: una fantasía.

Sabía que no iría a su casa mañana.

No tenía las agallas.

Él me asustó muchísimo, y yo era un desastre total a su alrededor.

Realmente no podía entender
lo que era esa atracción de todos modos.

Sí, pensé que era algo lindo, pero había chicas en mi clase de matemáticas que estaban guapísimas.

No pensé que fuera eso.

Yo no era una súper modelo.

Yo era tu chica de al lado.

Bueno, tal vez a él le gustaban los tipos chica-de-al- lado.

O tal vez sintió mi vulnerabilidad emocional, mi soledad.

Tal vez pensó que podía tomar ventaja de eso.

Yo no era una completa idiota.

Sabía que todo esto estaba mal, y sabía que tenía que hacer frente a la
posibilidad de que el Sr. Grey era un mal hombre.

Un drogadicto.

Un abusivo.


Entonces ¿por qué no me creía nada de eso? ¿Por qué pensaba en su lugar que él era genuinamente agradable y amable? ¿Que se había enamorado aparte de cualquier traicionero motivo? ¿era sólo mi inocencia?

Tienes diecisiete años, Anastasia.

Por supuesto que es tu inocencia.

Le contesté a mi conciencia metiendo profundamente mi dedo dentro de mí, gimiendo suavemente.

—Soy una chica inteligente —dije en voz alta, respirando con dificultad.

Claro que lo eres.

Continué acariciándome, sintiendo mi creciente humedad mientras pensaba en las manos del Sr. Grey.

En ese momento estaba pasando unos papeles a los estudiantes de mi clase de matemáticas. Pero entonces los estudiantes desaparecieron y el resto de los papeles junto con ellos.

Era sólo el Sr. Grey, viniendo hacia mí con un propósito. Puso sus manos sobre mí, levantándome con
rudeza y forzando mis piernas alrededor de su cintura.

Me llevó a su escritorio, y me puso en el borde, empujándose a sí mismo contra mis muslos abiertos.

—Oh, Dios mío —suspiré.

¿Anastasia? ¿No se supone que deberías estar en el grupo de jóvenes en este momento? Es miércoles.

—Tengo tiempo —dije.

Ni siquiera es por eso, Anastasia.
¡Estás masturbándote antes de ir a la iglesia!

—¡Cállate! —siseé y continué

frotándome hasta que sentí al Sr. Grey tocándome en su lugar. Estaba recostada en su escritorio, sin shorts y sin bragas, y él estaba sobre mí, tocándome incesantemente entre mis piernas mientras me preguntaba cómo calcular el seno.

—¿Calcular el seno? —Respiré.

No sabía.

No me importaba.

¿Qué demonios? ¡sólo hazme correrme!

—El seno, Anastasia —dijo el Sr. Grey pacientemente—. Este es un repaso
de trigonometría. Deberías recordar.

—No lo sé —grité, jadeando rápidamente, sintiendo la brasa quemando profundamente dentro de mi abdomen. Él siguió avivándolo con sus dedos, haciendo crecer el fuego que eventualmente me quemaría viva.

Se inclinó para susurrar en mi oído

—:El seno es igual al opuesto dividido entre… —Y deslizó dos dedos dentro de mí.

Grité, el fuego estallando y chisporroteando entre mis piernas, lamiendo la tierna carne de mis muslos internos. Él amortiguó mis gritos con su boca, besándome suavemente mientras yo me corría duro, arqueando la espalda
involuntariamente como si le estuviera pidiendo más.

Así que me lo dio.

Siguió acariciándome, sacando mi orgasmo hasta que cambió del placer a la agonía.

—Por favor, detente —rogué dentro de su boca, y lo hizo.

Abrí los ojos, tenía una mano descansando entre mis piernas, y la otra palmeando sobre mi boca. Mi cuerpo se estremeció una y otra vez mientras miraba mi techo, vacía de todo.

Vacía de lo bueno.

Vacía de lo malo.

No tenía nada que me guiara, sin dirección, sin intenciones, así que tomé la decisión de ir....

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¡Que sueño mas hunedo Anastasia!

Grey El Profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora