Capítulo 2.Difícil comienzo.

1.7K 146 3
                                    

Reglas de Supervivencia del Colegio:

1. No llorar bajo ninguna circunstancia.

2. No atacar a nadie físicamente (ni siquiera cuando lo merezcan totalmente).

3. Sonreír y actuar como si nada te molestase.

4. Intentar exudar las virtudes cristianas como la paciencia, el amor y el perdón.

5. Cuando todo lo demás falle, usa el sarcasmo como tu mecanismo de defensa.

Estaba de pie en la parada del autobús a unos pies de distancia de mi hermano de quince años, jugando con mis dedos transpirados y practicando esas técnicas respiratorias que se supone que calman los nervios. No podía soportar la expectación. La miradas. Las risas. Las observaciones groseras. Estaban viniendo y yo no podía hacer nada. ¿Pensaba que todo el colegio me la tenía jurada? Por favor.

No estoy tan pagada de mí misma. Pero sabía quiénes eran los estúpidos. Y sabía que me estarían esperando.

-¿Sabes? Podríamos ir en coche al colegio si no lo hubieras echado todo a perder.-lloriqueó Oliver.- Los autobuses son penosos.

Me encogí de hombros y puse los ojos en blanco. El transporte era el menor de mis preocupaciones. Estaba a punto de entrar en la Central de los Abusones y estaba tratando de prepararme mentalmente. Yo no era grosera por naturaleza, y ciertamente no me resbalaba todo, pero sabía que si tenía alguna oportunidad de
sobrevivir, tendría que fingir que sí.

Seguí repitiéndome las reglas de
supervivencia una y otra vez en mi cabeza, haciéndolas penetrar en la memoria.

-¿Cuándo crees que mamá y papá dejarán que conduzcas otra vez?.-preguntó Oliver, levantando una piña.

-No lo sé. Pensé que tendrían que al menos dejarme conducir al colegio.-dije.

Sólo uno más de mis muchos castigos por ir al reformatorio. Papá me quitó mi coche y me dijo que no lo tendría de vuelta por varios meses. También me dijo que tenía que conseguir un trabajo a tiempo parcial. Yo estaba bien con el trabajo a tiempo parcial y quería empezar uno inmediatamente. Cuanto más estuviera en el trabajo, menos estaría en casa.

El autobús llegó a la hora y las puertas se abrieron con un fuerte crujido. Era un sonido conocido, uno al que me había acostumbrado en los pasados diez meses. Inhalé y seguí a mi hermano por los escalones, saludando al conductor del autobús con un asentimiento antes de echar un vistazo buscando asientos vacíos. Ya estaba abarrotado. Éramos la última parada en la ruta del autobús, y me di cuenta de que tendría que compartir un asiento con alguien.

Caminé a lo largo del pasillo, atisbando caras que me dijeron, en términos no inseguros, que no se me permitía sentarme junto a ellos. De acuerdo. Aparentemente, todos en este autobús eran parte del grupo de los imbéciles. Hice notas mentales.

Me quedé en el medio del autobús hasta que el conductor gritó:

-¡Siéntate!.-

Me senté rápidamente en un asiento ocupado por una joven que resopló y se apretó contra la ventana.

-Ésa es probablemente una buena idea.-le dije.-Las malas decisiones
tienden a ser contagiosas.

-Lo que sea.-espetó.-No me hables.

-Lo que quieras.-repliqué, poniendo mi mochila cerca de mi pecho y mirando fijamente a la parte superior de mis muslos durante el resto del viaje.

____* * *___

Genial.

Saqué mi mono naranja de mi taquilla y lo levanté, dejando que los brazos y las piernas se desdoblasen por la gravedad. Quien sea que me diera el traje, usó plantillas para pintar con spray el número de identificación carcelario en la parte de arriba de la esquina izquierda del frontal. Incluso consiguieron mi talla correcta, me di cuenta, sujetando el traje contra mi cuerpo y comprobando la longitud de los brazos y piernas.

En silencio, los elogié por el esfuerzo que pusieron en mi atuendo de “bienvenida de nuevo al colegio”. Yo no quería decepcionarlos, así que dejé caer mis libros en el suelo con un ruido sordo y me metí en el modelito.

Se sintió extrañamente familiar y ni un poco aterrorizante. Yo era un bebé crecido otra vez, llevando un mono poco favorecedor que gritaba “¡Criminal!”.

Algunos estudiantes todavía estaban en el pasillo y me observaban con incierta fascinación. Me agaché para recoger mis libros y me dirigí a cálculo, mi primera clase del día.

La campana para los retrasados sonó justo cuando entré a la clase, y todos los ojos se movieron del profesor hasta la puerta donde yo estaba oteando el espacio buscando un asiento disponible. Quedaban dos.

Ambos en la fila frontal.

Suspiré y me abrí camino al primer asiento, al frente y al medio, sintiendo el calor trepar por mi cuello por primera vez desde que me vestí. No debería habérmelo puesto. Yo
tenía más conocimiento.

Algunas chicas rompieron a reírse y las saludé con un ligero asentimiento de cabeza. Cuando finalmente concentré mi atención al frente de la clase, quería morirme. Simplemente morirme allí mismo. Derretirme en mi traje naranja y desaparecer por una eternidad.

“Medianoche en un Mundo Perfecto” se cernía sobre mí con un montón de papeles en sus manos. Sus cejas estaban elevadas con un arco alto muy poco natural, y él me miraba con una mezcla de molestia y diversión.

Me encogí de hombros y le di una media sonrisa.

Él suspiró pesadamente, decidiendo entre enviarme a la oficina por mi
bromita o dejarme tranquila. Era obvio que sabía por qué estaba vistiendo el mono. Yo estaba tratando de ser dura. Él no quería avergonzarme, pero tampoco podía
dejar que los otros estudiantes pensasen que podían poner esta clase de mierda en su clase. Oh, ¿qué hacer?

-Anastasia, probablemente quieras ir a cambiarte.-sugirió suavemente.

¡Oh, Dios mío! ¡Él recuerda mi nombre!

Me sonrojé y bajé la mirada hacia mi escritorio. De repente, me sentí
irracionalmente enfadada y desafiante. No sabía por qué. Debí haberme sentido halagada porque recordaba mi nombre. Pero no lo estaba. Estaba cabreada porque
sugirió que me cambiase.

¿Por qué debería? Sólo estaba vistiendo un regalo que algunas agradables perras dejaron en mi taquilla. ¿Qué pasaba con eso?.
Negué con la cabeza y levanté la mirada hacia el profesor.

-En realidad, estoy bien.

Converse All Stars apretó su mandíbula y entrecerró sus ojos. No estaba esperando esa respuesta.

-De acuerdo dijo pacientemente, Realmente no era una sugerencia.

Grey El Profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora