Capítulo 56. fin de semana perfecto 2

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—¿Te acostaras encima de mí? —pregunté.

Esto salió de ninguna parte.

—¿Quieres que me acueste encima de ti?

—Sí. Justo aquí en el suelo. Quiero sentir todo tu peso sobre mí—contesté.

—Te aplastaré, Anastasia—dijo.

— No creo que me importe. —Y era la verdad.

Pensé que me gustaría sentir el
aire empujado fuera de mi pecho, el peso de sus masculinos músculos fijándome al piso, conduciéndome dentro.

El peso de alguien, exactamente de mi antítesis.

—¿Por favor?

Christian avanzó lentamente encima de mí, y me puse atrás sobre la alfombra, extendiendo mis piernas para acomodarlo.

—Realmente no quiero aplastarte —dijo él, cerniéndose sobre mí, con la
mayor parte de su peso sobre sus codos.

—No soy completamente frágil —discutí.

Él sonrió con satisfacción y se inclinó sobre mí, e inmediatamente sentí la
apacible expulsión de todo mi oxígeno, como si lo hubiera escamoteado con un beso, aunque sus labios nunca tocaran los míos.

—No puedo respirar —dije, pero no lo hice con pánico.

Christian se apoyó sobre sus codos inmediatamente.

—No, dije que podía hacerlo. Échate sobre mí otra vez.

—Dijiste que no podías respirar, Anastasia.

—Solamente hazlo —exigí, y encajó su pecho sobre el mío una vez más.

Inmediatamente, forzó la mayor parte del aire fuera mí, y me deleité en el
sentimiento de la completa falta de poder.

Intente hablar, aunque sabía que
comería por completo la pequeña reserva de oxígeno en mi boca.

—Podrías hacer conmigo lo que quisieras.

—Lo sé —dijo él en mi oído.

Comenzó el dolor entre mis piernas.

—Pero nunca te haré daño, Anastasia. ¿Confías en mí?

—Sí —dije, y sentí mí último aliento ir, arrastrándose por delante de mis
labios sin ninguna prisa en particular.

Y luego él puso todo su peso sobre mí por primera vez y entre en pánico, sacudiendo mis brazos y piernas. Se sentó encima sobre sus talones y miró abajo, hacía mí.

Su expresión en la cara decía, “mira son más de 86 kg”.

Le miré fijamente con una nueva apreciación de su fuerza.

—¿Estas bien? —preguntó.

Asentí en silencio y luego le agarré de la parte delantera de su camisa y lo
derribé sobre mí de nuevo. Lo besé aproximándome, envolviendo mis piernas alrededor suyo, desafiándolo a poner su peso entero sobre mí una vez más.

—No, Anastasia —dijo en mi boca.

—Haz el amor conmigo.

—Aún no —contestó él, besando mi frente, mis mejillas y mi nariz.

—¿Por qué?

—Ten paciencia Anastasia —dijo—. No voy a ninguna parte.

—Pero lo quiero ahora —me quejé.

—Lo sé —contestó él—. Pero te alegraras de que esperemos. Y de todos modos, no quiero que mi primera vez contigo sea sobre el suelo de la sala de estar.

Grey El Profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora