Capítulo 42.

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—No, no lo creo.

—Entonces, ¿qué importa que tenga diecisiete o dieciocho?

—Lo que importa es que no estás lista. Hace un minuto te estabas volviendo loca por el sexo oral. ¿Y por qué estamos de vuelta en esto de todos modos?

Bajé la cabeza.

—Lo siento. No sé por qué mencioné nada sobre el sexo. Es simplemente todo en lo que puedo pensar admití.

—No tienes que pensar en ello. ¿Y por qué estarías asustada de que quiera
hacer el amor contigo tan pronto? Ni siquiera sé tú segundo nombre —contestó Christian.

—Rose —dije automáticamente.

No estaba pensando en mi segundo
nombre, estaba pensando en Christian utilizando el término “hacer el amor” en lugar de “sexo”.

Me calenté.

—Rose. Hmm, me gusta. Ahora, ¿están tus piernas doloridas ya?.

Había estado a horcajadas sobre él todo el tiempo. Una vez que mi cerebro registró esto, mis piernas comenzaron a doler.

—Sí. —Bajé del regazo de Christian y me senté junto a él, deslizando mis
sandalias y tirando de mis rodillas hasta mi pecho. —¿Por qué fuiste a la escuela de matemáticas?

—No lo hice.

—Estoy confundida.

—Tengo una maestría en inglés.

—¿Entonces por qué estás enseñando matemáticas?

—Porque soy bueno en matemáticas, y obtuve un título adicional en ellas
como estudiante. Y encontrar un trabajo enseñando matemáticos fue mucho más fácil.

Pensé por un momento.

—Normalmente la gente es buena en uno o lo otro.

—Creo que estoy bendecido.

—¿Eres cristiano?—Pregunté.

Él se echó a reír.

—¿Por qué? ¿Porque te dije que estoy bendecido?

Asentí.

—No, Anastasia.

Pensé que debería irme. Todo lo que aprendí en el grupo de jóvenes hasta la fecha a nunca salir con un no creyente. Era una regla superior como cristiano. No recordaba una regla en contra de tener una aventura con un maestro, pero la cosa del no-cristiano era un definitivo no-no.

—¿Qué estás pensando?—Preguntó Christian.

Como si fuera a decirle en lo que estaba pensando.

—¿Quieres enseñar matemáticas para siempre?—Pregunté en su lugar.

—Sí. Pero no en el nivel de escuela secundaria.

—¿Qué quieres decir?

—Estoy ahorrando para volver a la escuela —explicó.

—¿Para qué?

—Un doctorado en matemáticas en el Instituto Tecnológico de Georgia.

Asentí.

No sabía qué decir.

No entendía nada sobre programas de doctorado.

Suponía que te hacían doctor en algo.

En cualquier caso, no quería quedar
como una completa idiota o resaltar nuestra diferencia de edad.

Grey El Profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora