Capítulo 9.

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—Probablemente necesites comer algo. Ayuda al cerebro a funcionar mejor. Además de que eres realmente pequeña.

Oh, mi Dios.

No comentes sobre mi tamaño.

Él intentó otro tema.

— ¿Estás cuidando bien mi pañuelo?

Lo miré.

— ¿Puedo devolvérselo ahora?

—No, solo te estaba preguntando si lo estabas cuidando bien.

No tenía idea a qué se refería. ¿Qué se suponía que tenía que estar haciendo con su pañuelo? Yo deslicé instintivamente mi mano en el bolsillo.

Aún estaba allí.

Sano y salvo.

—Está en mi bolsillo — respondí yo.

—Bien.

No pude aguantarlo más.

—¿Por qué se está sentando aquí? — demandé yo.

No era mi intención que sonara como una acusación.

—¿Hay alguna razón por la que no pueda hacerlo? —preguntó él.

—Es solo que es raro. Hay una mesa de maestros, usted sabe.

—No quiero sentarme en esa mesa.

—Bueno, usted está en la mesa de los rechazados, solo para que lo sepa —
dije yo, y la cabeza de Riley se levantó de pronto, una mirada de desdén en su rostro.

—Es verdad—argumenté yo.

—No veo a ningún rechazado — dijo el Sr. Grey— Y estás siendo grosera.

—Lo que sea —me puse de pie y agarré mi bandeja—. Me largo de aquí.

—Buen viaje —murmuró Riley.

—Difruta el resto del día, Anastasia—dijo el Sr. Grey.

—Usted disfrute del resto de su día —le solté en respuesta.

Soné como una imbécil.

Fui pisando fuerte hasta mi casillero. Estaba molesta, a pesar de que sabía
que no tenía derecho a estarlo. Era el Sr. Grey. Siempre aquí. Siempre allá. Lo veía demasiado, y solo era el segundo día de clase.

No me gustaba la forma en que
me hacía sentir, en su mayor parte porque no podía definir la sensación. Y no megustaba cargar por ahí su pañuelo. ¿Qué era eso? Pensé que era alguna clase de juego de poder, y decidí dejarlo en su escritorio después de que cambiara mis libros.

Abrí mi casillero a la arena. Se desparramó todo sobre mis pies, hasta mis zapatillas bailarinas.
¿Qué demonios? ¿Quién sabía la combinación de mi casillero? El mono de ayer era una cosa: No tenía un candado aún. Pero hoy sí lo tenía, y aún así tenía un regalo esperándome.

Me eché hacia atrás para sacarme mis zapatos y sacar la mayor parte de la
arena antes de ir hacia la oficina.

—Necesito un nuevo candado —dije rudamente.

La recepcionista detrás del escritorio, la Sra. Kinder, apretó los labios.

— ¿Puedo pregunta por qué?

— Porque algunos estudiantes saben mi combinación, y metieron arena en mi casillero—respondí yo—. Tengo arena en mis zapatos.

La Sra. Kinder frunció las cejas.

Grey El Profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora