Capítulo 51. Desnuda.

1.2K 122 3
                                    

Mensajes de texto.

Yo: ¿Tienes planes para este fin de semana?

Christian: Lo de siempre. ¿Por qué?

Yo: Quiero pasar el fin de semana contigo.

Christian: ¿Todo el fin de semana? ¿Cómo?

Yo: Avery y yo somos “voluntarias” en un refugio para mujeres desde la noche del viernes hasta el domingo por la tarde.

Christian: Anastasia.

Yo:Christian.

Christian: Eso está tan mal.

Yo: ¿Qué? ¿El voluntariado? Pensé que era algo bueno.

Christian: Sabes a lo que me refiero. ¿Mentir sobre el voluntariado en un refugio para mujeres? Vamos.

Yo: ¿Quieres pasar el fin de semana conmigo o no?

Breve pausa.

Christian: ¿Cuándo puedes estar aquí?

* * *

—¿Cuándo crees que tus padres se darán cuenta de estos proyectos de servicio comunitario falsos? —preguntó Christian, sentándose en el sofá.

—Nunca, —contesté, reposando sobre mi estómago en el suelo de su sala de estar.— Ellos adoran a Avery. Piensan que es una santa o algo así. Ruth o Esther de la Biblia.

Christian no dijo nada cuando se inclinó para echar un buen vistazo a la página.

Diez Maneras de Subir el Calor en la Cama, leyó en voz alta.

—Escandaloso.

—E informativo ¿Dónde crees que las mujeres aprenden todos sus trucos?

No hay respuesta.

—¿Christian?

—Shhh. Estoy leyendo —dijo.

Cerré la revista.

—¿Hey? ¿Por qué has hecho eso? Estaba aprendiendo —dijo.

—¿De verdad te importa saber sobre estas cosas?

Arrojó sus papeles sin clasificar en la mesita y se dejó caer en el suelo a mi lado.

—Te encuentro absolutamente fascinante, Anastasia. Quiero aprender todo sobre ti y sobre cómo trabaja tu cerebro y lo que te gusta leer y aprender y todo lo que te
hace tan femenina.

Sonreí y abrí la revista.

—Plumas.

—¿Plumas?

—Al parecer las plumas es dónde está —dije —Seductoras e inductoras de piel de gallina.

—Continúa —dijo Christian.

Se levantó del suelo y se dirigió a la cocina. Oí el tintineo del cristal y el estallido de un corcho mientras yo parloteaba sobre puntos G
y cómo localizarlos

– Rojo, ¿está bien? —llamó.

—¿Rojo qué? —Respondí.

—Vino —aclaró.

—¿Me vas a dejar beber vino? —Pregunté.

De repente no tenía ningún interés
en las maneras de establecer fuego en un dormitorio.

Él entró con dos copas llenas hasta la mitad con líquido rojo oscuro.

—Estás pasando la noche. No tengo ninguna intención de aprovecharme de ti. Y no te voy a dejar hacer alguna locura —dijo, ofreciéndome una copa.

Grey El Profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora