Capítulo 85. Flores y Corazones.

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Tuve que esperar fuera de su apartamento mientras él “se hacía cargo” de un par de cosas.

Cuando por fin abrió la puerta, me dio instrucciones de cerrar los ojos, llevándome con cuidado para no tropezar con el umbral.

Olí las velas encendidas de inmediato, y sonreí.

—Anastasia, esto es sólo el comienzo —dijo— Abre los ojos.

No podía creer lo que veía.

Era una explosión de amor, y toda para mí.

—¿Cómo hiciste eso? —jadeé, absorbiendo en los detalles.

Globos rojos y rosados atados con cintas blancas revoloteaban alrededor del techo.

Velas abarrotaban las mesas de centro y de comedor, emitiendo un resplandor romántico.

Ramos de flores adornaban todas las superficies de la sala de estar.

Había rosas, claveles, tulipanes, margaritas, lirios.

Noté pequeñas cajas envueltas con cintas de color rosa colocadas estratégicamente por toda la
habitación.

—Feliz día de San Valentín —dijo Christian.

Caminé alrededor de la habitación lentamente, fijándome en cada detalle.

Confeti rosa llenaba la mesa de café.

Apreté mi dedo índice en una pieza y la levanté para enseñarle.

—¿De dónde sacaste esos corazones? —pregunté.

—Party City.

—¿Y los globos?

—Party City. Sólo tenían dos más en forma de corazón —dijo, señalando a la esquina.

—¿Una para ti y otra para mí? —bromeé.

—Eso es lo que espero.

Eché un vistazo alrededor de la habitación.

—Dios. ¿Qué habrías hecho si me negaba a volver a casa contigo? —le
pregunté.

—Me suicidaría, —respondió Christian— En serio. Si tuviera que entrar aquí solo, me mataría.

Me eché a reír.

—Realmente exageraste.

—Y me gustaría hacerlo de nuevo, —dijo— Y una y otra vez.

Sacudí el confeti de corazón de mi dedo y cogí una de las cajitas.

—¿Puedo?

Christian asintió.

Abrí la caja para hallar un pedazo de chocolate envuelto en un pedazo de papel delgado de color rosa.

Lo abrí lentamente y leí el mensaje:

—Soy un idiota. —Miré a Christian y asentí, y luego mastiqué el chocolate en mi boca. Pasé a otra caja y la abrí.

Otro chocolate envuelto con un mensaje:

—Puedes castigarme como quieras. —Miré a Christian.

—¿En serio? —dije, entregándole el papel.

—Sí, Anastasia.

Bueno, tal vez podría tener un poco de diversión con esto.

—Ponte de rodillas. —No creí que realmente lo haría.

Cuan degradante.

Pero lo hizo, y él esperó para obtener más instrucciones

—. Umm. . . besa mis pies.

Christian sonrió y se inclinó.

Salté hacia atrás.

—¡No! No beses mis pies. Gérmenes. Gérmenes en mis zapatos. Eso es
asqueroso.

—Voy a besarlos, Anastasia —dijo Christian, mirándome.

Negué con la cabeza.

—Entonces, ¿qué quieres que haga? —preguntó.

Lo consideré un momento antes de responder:

—Quiero que me hagas confiar
en ti otra vez.

—Haré lo que sea para que sientas eso, Anastasia.

—Quiero que me digas por qué seguías diciendo que tenía que confiar en ti, y cuando lo hice, me dejaste.

Christian me miró directamente a los ojos.

—Fui un cobarde. Tenía miedo. Pensé que mi vida se había vuelto más difícil, cuando en realidad, se volvió insoportable al momento en que saliste de aquí.

—Sé que es difícil para nosotros —susurré.

—Pero no va a ser para siempre, Anastasia. Y siempre supe eso. Tuve miedo. No tengo otra excusa —respondió Christian.

—Dijiste que no te gustaba sentirte fuera de control. Que te volvía demasiado emocional o algo. —Lo miré expectante.

—No había. . . sentido cosas en mucho tiempo. Había olvidado lo que era. Tú despertaste todas estas emociones, y no supe cómo manejarlas. Pensé que no me gustaban, y cuando te fuiste, me di cuenta de que no me gustaba no sentirlas.

Sonreí.

—Que eres humano.

Él asintió.

Pensé por un momento.

—¿Por qué no has sentido las cosas desde hace mucho tiempo?

Lo vi tensarse como lo hizo ese día en la iglesia, cuando su madre casi reveló un secreto.

—Yo. . . de verdad no quiero hablar de eso ahora. Quiero compartirlo contigo. De verdad, pero no ahora. ¿Está bien?.

Asentí, aunque no podía soportar que hubiera una parte de él no estaba
dispuesto a compartir.

Pero lo respetaba lo suficiente como para dejarlo seguir.

—¿No crees que soy dramática?

Christian  sonrió.

—Creo que eres el mejor tipo de drama. Y quiero que seas mi drama, y me hagas sentir todo el tiempo, y me des vuelta al revés, y hagas a mi corazón y mi mente lo que quieras.

Salté a sus brazos abiertos, y cayó de espaldas en el suelo del salón.

Él me envolvió en un desesperado abrazo machacante en su pecho que me dejó sin aliento.

—Te amo, Anastasia—susurró en mi oído—. Nunca he dejado de amarte.

—Te creo —le dije, enterrando mi cara en su cuello.

Y lo hacía....

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Humm humm ... lo perdono..., creen que hizo bien?.

Estoy haciendo caminata ahora asi que actualizo mas tarde...


Grey El Profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora