PRÓLOGO

1.5K 28 0
                                    

31/12/2016

No puedo dejar de admirarlo mientras conduce. El viento que entra por la ventana peina naturalmente su flequillo hacia arriba. Su mirada tan fija en la carretera, y su mano derecha con tanta firmeza y naturalidad sobre mi pierna. Suspiro. No se cuanto tiempo estuve soñando con este momento, con un poco de paz que ambos nos merecemos, terminando y empezando el año juntos, enamorados como el primer día.
Sonrío por causa de mis propios pensamientos y llevo mi mano izquierda a su nuca, acariciándole el pelo con suavidad y ternura. Lo siento sonreír y me doy cuenta de que no lo cambiaría por nada, es todo lo que necesito y tiene todo lo que necesito. Lo sabe, y lo se yo también.

De pronto un fuerte impacto. Un ruido ensordecedor.

Silencio.

No se cuanto tiempo pasó, pero intento moverme y no puedo, mi cuerpo no me lo permite. Abro los ojos con dificultad y lo único que puedo ver es humo, humo, y más humo. No se de donde proviene, pero tampoco me importa. Solo quiero verlo a él, sentirlo, escucharlo aunque sea. Nada. No soy muy consciente de lo que pasó, solo siento impotencia por no poder hacer nada.
Giro tan solo un poco la cabeza, ya que al hacerlo me duele hasta el alma. Mi cuerpo se queja. Lo veo. No se mueve, no habla, no me mira, no reacciona. Su rostro perfecto está cubierto de sangre. Quiero gritarle, sacudirlo hasta que despierte, pero eso no está dentro de mis posibilidades. Estiro mi mano hasta alcanzar la suya que cae a un costado de su cuerpo, inmóvil. El contacto con su piel me devuelve una mínima gota de vitalidad y esperanza. Se me eriza la piel al instante. Las lágrimas caen por mi rostro cada vez con más intensidad, se me nubla la vista y siento ganas de morir. Respiro profundo y esto me genera un dolor en el pecho que hubiera preferido no sentir.

No se cuantos minutos pasaron hasta que oí voces aproximándose. Apenas podía mantener mis ojos abiertos pero logré visualizar a un par de hombres. Al poco rato estaba fuera de ese maldito auto, acostada en una camilla y alejándome del lugar mientras me encerraban calculo que en una ambulancia. Murmuré su nombre hasta el cansancio, pero nadie era capaz de escucharme o responderme. Lo necesitaba. Su mano, su abrazo, su mirada sobre protectora y su sonrisa diciéndome que todo iba a estar bien. Cerré los ojos con fuerza queriendo despertar de esta pesadilla.

Perdí el conocimiento, o simplemente me dormí, pero cuando desperté ya no estábamos en movimiento, sino que me encontraba en una cama, rodeada de máquinas cuyos ruidos despertaban por completo mis nervios. Pestañee unas cuantas veces, la luz de la habitación me encandilaba y solo empeoraba este maldito dolor de cabeza.
Las lágrimas no tardaron en caer cuando la vi, a mi lado, llorando desconsolada.
- Mamá - susurré y ella pegó un grito de emoción, mientras de sus ojos seguían cayendo incontables lágrimas.
- No hables mi amor, tranquila - me acarició el pelo y volví a cerrar los ojos.
- Julian - dije y se produjo un silencio absoluto.
Abrí los ojos alterada y ella solo seguía llorando.
- Y Julian?

Maldito Destino-Orian- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora