CAPÍTULO 44

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- No me causa gracia, podes dejar de tomar? Podes dejar de mandarte cagadas?

Él aún sostenía mi brazo con fuerza y buscaba desesperadamente el encuentro de su mirada con la mía.

- Y vos podes dejar de hacer como si yo no existiera? - retruqué, acercando mi cara a la suya, desafiante.

- No quiero discutir esto acá, Oriana - dijo y bufé - Vamos, te llevo a tu casa.

- Ni lo sueñes.

- No te podes ni mantener parada, me querés hacer caso por una vez en tu vida?

- Puedo si, y no, no me quiero ir - me quejé.

Me ignoró por completo y no dudó en pasar su mano por mi cintura, pegándome a su lado mientras se abría paso entre la multitud. Le dijo algo al oído a Agustín cuando por fin los encontramos y siguió su camino, haciendo oídos sordos a mis súplicas.

En cuestión de segundos estábamos fuera del boliche, con un frío que me congeló hasta los huesos. No demoró en sacarse la campera y pasarla por mis hombros, porque ni estando enojado dejaba de preocuparse por mí. Por un momento me sentí un poco culpable por ser tan injusta con él.

Me metió en el auto con bastante esfuerzo y a continuación me abrochó el cinturón ya que yo no estaba siendo capaz de controlar mis extremidades. Seguí cada uno de sus movimientos con la mirada hasta que por fin entró al auto. Largó un suspiro interminable y apoyó su cabeza sobre el volante, rendido. Ni estando borroso dejaba de gustarme absolutamente todo de él.

- Estoy muy mareada, gordo, me siento mal - admití y se sobresaltó.

Me miró con preocupación y le hice señas de que tenía ganas de vomitar. Noté su nerviosismo cuando llevó ambas manos a mi cara, corriendo mi pelo hacia atras y sosteniéndome con suavidad. Estaban temblando. Apretó un botón y la ventana a mi lado bajó hasta la mitad.

- Respirá hondo - ordenó y asentí, girando mi cabeza para sentir el viento en la cara.

Encendió el auto y aceleró en cuestión de segundos.

- Te llevo a mi departamento, queda más cerca y de paso no te van a ver tus padres - dijo al rato y asentí, aunque en ese momento ya todo me daba igual.

Llegamos en tiempo record. Julian manejaba realmente rápido y me miraba cada vez que podía para ver cómo estaba. Me sostuve de su cuello mientras él me agarraba firme por la cintura hasta llegar a la puerta del edificio.

- Aguantá chiquita, ya llegamos - susurró en mi oído mientras subíamos en el ascensor.

Dejó un cálido beso en mi frente y cuando quise acordar ya estábamos dentro de su apartamento.

- Andate, por favor - rogué cuando entré al baño, seguida por él.

- Estás loca? No te voy a dejar sola.

- Por favor, no quiero que me veas así - dije ya con los ojos llenos de lagrimas, empujándolo con las pocas fuerzas que me quedaban.

- Te espero del otro lado de la puerta si eso te deja más tranquila - respondió concentrado en atarme el pelo, con poca habilidad, y forcé una sonrisa como agradecimiento.

No voy a detallar lo que ocurrió después. Solo recuerdo su cara de preocupación cuando volvió a entrar y se arrodilló en el piso, a mi lado. Secó mis lágrimas y llevó mi cabeza a su pecho, escondiéndome allí.

- Estás mejor? - preguntó y asentí sin moverme del lugar - No vuelvas a tomar de esa forma, escuchaste? Odio verte así.

No tenía fuerzas ni siquiera para discutirle nada. Solo quería quedarme así para siempre

Maldito Destino-Orian- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora