CAPÍTULO 50

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  Viernes.

Me miré unas cien veces al espejo a pesar de que Jenny me jurara que estaba perfecta. Un short de jean con medias negras por debajo y un top bordó fue lo que eligió para mí, a lo que agregué mis botas negras favoritas, con plataforma pero cómodas. Me pinté los labios de un color similar al del top y dejé que ella se encargara de delinear mis ojos, como de costumbre.

- Basta, en serio Oriana, ya vámonos - suplicó por última vez antes de salir de casa.

Manejé hasta lo de Sebastián, uno de nuestros coordinadores, donde se hacía la previa para luego ir todos juntos al boliche.

- No hablé con Julian en todo el día, sabes si hacían algo hoy? - pregunté mientras estacionaba y Jenny se encogió de hombros.

- Iban a salir creo, no le pregunté mucho a Agus, viste como es de colgado, organiza todo a último momento - dijo despreocupada y reí, no se equivocaba en eso, eran los dos iguales.

- Pero mirá quienes llegaron - gritó Seba con un vaso en la mano y una sonrisa de oreja a oreja - Mis favoritas.

Me colgué de su cuello con total confianza y dejé un beso en su mejilla antes de entrar a la casa.

- Eso se lo decís a todas - escuché a Jenny reprochar y reí.

Ya estaban casi todos ahí, aunque ya estaban acostumbrados a que nosotras siempre fuéramos las últimas en estar prontas para salir. Nos acomodamos y no demoró demasiado el dueño de casa en acercarse a ofrecernos algo para tomar.

- Yo vine en el auto, así que te acepto una cerveza nada más.

- Vodka para mí - interrumpió Jenny y ambos reímos - con lo que tengas, da igual.

A los cinco minutos mi amiga ya sostenía su vaso de vodka con pomelo mientras Sebastián destapaba una botellita de cerveza para mí.

- Que ortiva resultaste, pendeja - dijo sentándose a mi lado y me encogí de hombros.

- Perdón, la próxima vengo con mi chofer - bromeé y negó con la cabeza, achinando los ojos, logrando que mi corazón latiera desesperadamente.

Bien, no es para nada raro que me atraiga. Un par de años más grande, tan maduro como divertido, simpático, y dueño de la mejor sonrisa que puede existir. Bueno, después de la de Julian, claro.

- Qué se siente ser libre? - pregunté y me miró extrañado - Digo, poder tomar sin límites, sin tener que controlarte por tener cuarenta pendejos a tu cargo - dije para sacar tema y rió.

- Se siente como la vida real - respondió ya algo borracho y sonreí - No la paso mal controlando mis impulsos durante una semana sabiendo que la realidad está acá, Bariloche es solo una fantasía que dura muy poco.

- Wow.

- Wow - me imitó y reí.

- Y cuáles son esos impulsos? - pregunté intrigada.

- Cosas que por contrato teóricamente no se pueden hacer.

- Teóricamente?

- Y si, mentiría si te dijera que nunca rompí las reglas. Pero no arriesgaría mi trabajo por cosas que perfectamente puedo hacer cuando vuelva.

- Vas a ir preso más que perder el trabajo - largué antes de tomar un largo trago de cerveza.

- No, no, no me refería a eso - se defendió rápidamente - Nunca me enganché con alguna mina de un viaje si a eso te referís. Al menos no hasta ahora, uno nunca sabe.

Me miró a los ojos durante unos segundos y casi tiro la cerveza al piso de los nervios que eso me provocó.

- Me alegra que así sea, me imaginaba todo lo contrario.

- Así que tenías esa imagen mía... - dijo y me encogí de hombros.

- La verdad que sí. Creí que eras como todos los coordinadores, o en realidad, como la gente dice que son.

Me sobresalté cuando mi celular comenzó a vibrar en el bolsillo y lo saqué rápidamente, sonriendo cuando leí su nombre en la pantalla.

- Mi novio, bancame un segundo - dije antes de atender y él asintió despreocupado, sin sacarme los ojos de encima.

Le sostuve la mirada hasta que su voz del otro lado me distrajo.

- Gorda, en qué andas?

- Estoy en la previa, vos?

- En la previa también - respondió riendo y sonreí sin entender el chiste - Fumándome un pucho mientras Agus me hace unos panchos - agregó y me mordí el labio de solo imaginarlo, a la vez que me reía por lo de Agustín.

- Pueden algún día dejar de comer panchos? - pregunté, y Sebastián que seguía frente a mí largó una fuerte risa.

- Uh estabas con alguien? Te llamo más tarde si querés.

- Si, pero no molestas. Igual más tarde hablamos, sí?

- Dale, un beso, portate bien - soltó junto con una risita.

Corté y sonreí al ver que seguía ahí, esperando.

- Controlador? - preguntó con una sonrisa y por algún motivo me molestó.

- No, sabés que no? Todo lo contrario.

- Bueno mejor, así no le molesta que vengas a bailar conmigo - dijo parándose para luego estirar su mano.

Dudé, aunque muy poco, y finalmente agarré su mano con seguridad. Lo seguí hasta el lugar donde el resto de los chicos estaban y no pude evitar sentir nostalgia. Y eso que sólo una semana había pasado. Jenny se acercó apenas nos vio y suspiré aliviada. No estaba haciendo nada malo pero me ponía nerviosa su cercanía y con ella de por medio era todo mucho más relajado y natural, como había sido siempre.

- El baile me lo quedas debiendo - murmuró en mi oído y sonreí nerviosa.

- Tenemos toda la noche - respondí, para luego apoyar mi brazo en el hombro de mi amiga y llevar la botella a mi boca.  

Maldito Destino-Orian- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora