CAPÍTULO 40

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Caminamos durante varios minutos hasta llegar a la playa. Enseguida me colgué de su espalda con el fin de no llenarme de arena, y me cargó hasta estar a pocos metros de la orilla. Me acomodé sobre su falda en cuanto se sentó y no demoró en pasar sus brazos alrededor de mi cintura con fuerza.

- Qué hicimos todo este tiempo? - preguntó luego de un prolongado silencio y lo miré confundida - Qué hacíamos separados?

- Y... nos mandamos varias cagadas gordo, los dos.

- Bueno, convengamos que vos te comiste al boludo de Nicolás, eso es peor que cualquier cagada que yo me haya podido mandar.

- Ah claro, me vas a decir que vos no estuviste con nadie?

- No, sería incapaz - respondió entre risas, ganándose un empujón de mi parte.

- Igual lo de Nico no fue nada - aclaré y él rodó los ojos - En serio tarado - reí.

Lo llené de besos antes de que pudiera seguir haciendo caras raras y en cuestión de segundos nos encontrábamos los dos tirados en la arena, entre besos, cosquillas, e incontables risas. Nos quedamos así hasta ver el atardecer, y en cuanto comenzó a oscurecer emprendimos la vuelta a la casa.

Cuanto más tiempo pasaba a su lado menos ganas tenía de volver a la realidad. Es que a pesar de estar tantos meses separados, la confianza, la complicidad, y el amor, estaban intactos.

El viaje de vuelta fue bastante más divertido de lo que me pude haber imaginado. La radio del auto a todo volumen y él reía mientras yo le hacía una especie de concierto improvisado. Su mano sobre mi pierna estuvo presente en casi todo momento, matándome de ternura, y cada tanto me pedía permiso para fumar, como si eso fuera a molestarme.

Estacionó en la esquina de mi casa y se negó completamente a bajar y saludar a mi familia. Parece que le daba más miedo que a mí que mi padre supiera lo que pasa entre nosotros, o mejor dicho si supiera hace cuanto existe un "nosotros".

- Te paso a buscar mañana por el colegio y te secuestro por tiempo indeterminado - dijo con seguridad mientras con su mano me acomodaba un mechón de pelo detrás de la oreja.

- Mmm que miedo - respondí sonriente luego de dejar un corto beso en sus labios.

- Si, yo que vos lo tendría - murmuró con una sonrisa pícara - Ahora anda que no quiero traerte problemas con el suegro.

Reí para luego llenarlo de besos y salir corriendo hacia mi casa.

Suspiré en cuanto me tiré sobre la cama, había sido el mejor fin de semana en años y sin dudas el mejor cumpleaños desde que tengo memoria. No solo por estar con Julian sino por todo lo que eso genera en mí. Estaba llenando de golpe un vacío que me había atormentado por años e increíblemente me sentía más segura y querida que nunca.

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Viernes.

Me subí radiante a su auto como cada vez que tenía la suerte de que fuera él el encargado de venirme a buscar por el colegio. Había sido así casi todas las semanas desde que de alguna forma estábamos juntos. Era un ritual, él salía de la facultad y me pasaba a buscar para, luego de tomar un café (o helado, en su defecto) llevarme a su departamento y pasar la tarde juntos. De vez en cuando insistía en que me quedara a dormir, y bajo la excusa "me quedo en lo de Jenny" nadie sospechaba en absoluto.

- Estás cansada? - preguntó corriendo mi pelo hacia atrás, mientras el semáforo estaba en rojo.

- Bastante, pero nada que una buena peli, chocolates, y una siesta no puedan arreglar - respondí y él largó la risa, negando con la cabeza a medida que volvía a acelerar.

- Esto me pasa por malcriarte tanto, pendeja - dijo concentrado en el camino y aproveché para dejar un beso en su mejilla, sin distraerlo demasiado.

Apenas abrió la puerta del departamento pude sentir la risa de Jenny y caí en la realidad de que jamás íbamos a tener privacidad en este lugar. En parte me gustaba, no me imaginaba lo incómoda que podía ser esta situación si la novia de Agustín no fuera mi mejor amiga. Por otro lado, podía notar la cara de Julian cada vez que notaba que no estábamos solos, o que teníamos que compartir todo con la parejita.

- Podríamos ver la peli en tu cuarto - susurré al notar su repentino mal humor.

- Ey negro - interrumpió Agus desde el sillón - Te apuesto mil pesos a que a vos te crecen primero.

- Qué cosa?

- Los cuernos, hermano - finalizó y la cara de confusión de Julian no fue muy diferente a la mía.

- De qué hablas? - preguntó serio y Jenny largó la risa, mientras intentaba callar a su novio.

- De Bariloche, de qué otra cosa podría hablar? - respondió Agustín y cerré los ojos como por instinto.

Cuando los abrí deseé no haberlo hecho. Julian me miraba como si hubiera cometido algún delito, y Agus, que al parecer recién se daba cuenta de que había metido la pata hasta el fondo, estaba recibiendo su merecido por parte de mi amiga. Yo solo bufé.

- No, no digas nada - se adelantó cuando vio mis intenciones de explicarle, aunque en realidad no hubiera nada que explicar, ya estaba todo dicho.

Se encerró en su cuarto lo más rápido que pudo y no demoré demasiado en tirarle tres almohadonazos a Agustín, directo en la cara. No se si lo culpaba a él por estar tan relajado con respecto al tema o a Julian por reaccionar de esa manera. De todas formas, y por más que no lo entendiera, sabía que en parte era mi culpa por no haberle contado nada y que tuviera que enterarse por terceros.

Golpeé la puerta con calma unas tres o cuatro veces, y al no obtener respuesta entré. Estaba recostado sobre el respaldo de la cama y su vista fija en el celular. Ni siquiera levantó la cabeza para mirarme, por lo que tuve que contar hasta diez para no gritarle.

- Ahora no - dijo de mala gana antes de que pudiera hablar.

- Ahora sí - retruqué mientras me sentaba, quedando de frente a él, y de un tirón le saqué el maldito celular de las manos.

- Qué haces, loca?

- Necesito que me mires cuando te hablo, porque aunque no quieras me vas a tener que escuchar - dije elevando el tono de voz y él rodó los ojos, rendido.

Me puso nerviosa que volviera a clavar sus ojos en los míos y después de unos segundos de pensar la mejor manera de decirlo, arranqué.

- Sí es verdad que quiero ir al viaje de egresados - largué y se mordió el labio - No es verdad que eso vaya a cambiar en algo lo que tenemos. Agustín te está jodiendo, de verdad crees que si pensara eso la dejaría ir tan fácil a Jenny? - se encogió de hombros y bufé, tan difícil iba a ser?

- Igual me molestó más que no me lo hayas contado.

- Es que sabía que te ibas a poner así. De todas formas te lo quería contar, solo que no encontraba la manera.

- No hay una manera más fácil de digerir que mi novia se va a ir a Bariloche con un millón de pibes con las hormonas revolucionadas - dijo y casi me desmayo.

- Tu novia?

- Sí, y ese no es el punto - dijo algo alterado.

- No exageres gordo. También hay un millón de minas para que elijan, no soy la única eh - dije y suspiró.

Me acerqué aún más y acomodé su pelo hacia un costado, mientras él apoyaba su mano en mi rodilla, con firmeza.

- Y ahora que me entero que tengo novio, y no cualquiera... - susurré y él sonrió tímido - no lo perdería por nada.

Maldito Destino-Orian- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora