CAPÍTULO 52

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  Si estaba nerviosa por esta comida, más lo estaba ahora que el ambiente iba a ser más tenso de lo normal. Demoré bastante en arreglarme y no por Julian sino porque a pesar de todo quería darle una buena impresión a su familia, que no tenía la culpa de las cagadas que él se mandaba.

- Al fin Ori - gritó mamá cuando salí al jardín y automáticamente todas las miradas se posaron en mí.

Menos la suya, claro, que estaba fija en sus pies. Me acerqué a ellos un poco más tímida que de costumbre y los saludé forzando una sonrisa.

- Un gusto - dije finalmente y Diana sostuvo mis manos con ternura.

- El gusto es nuestro, Juli nos habló muchísimo de vos, nos moríamos por conocerte - dijo con una enorme sonrisa y la imité un poco incómoda.

- Bueno basta mamá - largó él y todos rieron, excepto nosotros dos.

Me senté con Yol y con mi hermana, un poco apartadas, mientras mamá hablaba maravillas de mí, avergonzándome por completo. Agradecí que los hombres se encargaran de preparar el asado porque eso significaba tenerlo a metros de distancia y así evitar, al menos durante un rato, el mal momento.

Mordí mi labio inferior con fuerza cuando leí su nombre en la pantalla de mi celular luego de terminar de comer. Levanté la cabeza y lo vi mirándome fijo. Le dediqué mi peor cara antes de leer finalmente el mensaje.

"Estás muy enojada?"

"No, te pareció" - respondí con ironía y lo vi rascarse la nuca nervioso cuando lo leyó.

"Podemos hablar?"

"Mmm... NO"

Lo vi moviendo sus dedos nervioso sobre la mesa y supe que estaba planeando algo, era imposible que alguna vez en su vida aceptara un no como respuesta. A los pocos minutos comenzó a revolver uno de sus bolsillos a medida que se paraba de la silla. Entrecerré los ojos intentando descifrarlo hasta que finalmente habló.

- Voy a comprar helado - sacó las llaves del auto del bolsillo de su pantalón y jugó con ellas mientras todos lo mirábamos atentamente - Acompañame Ori.

Levanté una ceja, incrédula, y él me dedicó una sonrisita odiosa. Al ver que no pensaba moverme, tiró de mi brazo hasta conseguir ponerme de pie. Sin soltar su agarre caminó hacia la cocina, dejando atrás una serie de miradas orgullosas por la "parejita feliz".

- Me podés soltar, idiota? - chillé pero no hizo caso.

No sacó sus manos de encima mío hasta asegurarse de que no me movería del asiento de su auto. Cerró la puerta con fuerza y bufé mientras daba la vuelta para subirse del otro lado. Largó un suspiro cuando se acomodó y lo miré cruzada de brazos, desafiante.

- Te dije que no quería hablar - largué malhumorada.

- Yo no te pedí que hablaras, solo me vas a acompañar al super - dijo totalmente relajado a medida que aceleraba.

- Podías ir solo - retruqué y sonrió de lado.

- Podía, pero prefiero que me acompañes.

- Ah, mira vos.

Lo ignoré el resto del viaje y suspiré aliviada cuando por fin llegamos al lugar. Estacionó rápidamente y tuvo el descaro de dejarme encerrada mientras él se bajaba a comprar. Le di un par de golpes al vidrio para que me dejara salir pero fue en vano. Por suerte en pocos minutos volvió, con dos bolsas en las manos las cuales apoyó sobre mi falda con total confianza. Rodé los ojos antes de abrirlas y analizar el contenido.

Helado. Una caja de cigarros, como si no le alcanzara con la que ya tenía en su bolsillo. Si, había tenido tiempo suficiente como para analizarlo por completo. La segunda bolsa estaba llena de golosinas, de las que más me gustan. Lo odié por conocerme tanto y por aprovecharse de mis debilidades, no estaba jugando limpio.

- Qué es esto? - pregunté, aunque era bastante obvio.

- A Tiziana le encantan - respondió sonriente y mi mandíbula rozó el piso del auto.

- Perdón?

- Bueno, sí, son para vos, para qué preguntas si ya lo sabes?

Reí sin ganas y cerré la bolsa, no le iba a dar el gusto de aflojar ante su chantaje, definitivamente no, no iba a comprarme con golosinas.

- Es para romper el hielo - explicó y lo miré confundida - No pretendo que me hables, ni que me perdones, porque fui bastante estúpido - asentí con la cabeza, buen punto - Pero sí necesito que me escuches.

- Puedo escucharte en casa? Me parece un poco bizarro discutir en el estacionamiento de un supermercado.

Rió algo nervioso y luego asintió. En cuestión de segundos estaba conduciendo nuevamente, por suerte, con su mirada lejos de mí. Largó un eterno suspiro y yo me tensé cuando reconocí la fachada de mi casa por la ventanilla. Se me había acabado el tiempo y ya no tenía excusas para evitarlo.

- Ahora sí? - preguntó ansioso y asentí.

- Te escucho.  

Maldito Destino-Orian- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora