Capítulo 1

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Steve no pudo evitar pensar, ante la humedad calurosa y el espeso perfume de la jungla, que Tony habría amado aquel lugar. No era un secreto para nadie que el singular científico disfrutaba de los entornos cálidos. Después de todo, había vivido gran parte de su vida en Malibú, trasladándose de la antigua residencia Stark en Manhattan.

Muchos pensaban que era por la libertad que otorgaba el calor a la vida nocturna y el vestuario ligero. Pero Steve sabía que iba más allá de eso. Al fin y al cabo, Tony era capaz de encontrar diversión y subir la temperatura de cualquier lugar del mundo con su sola presencia. Al menos, eso le había revelado Tony en una de sus charlas en su taller, en medio de la noche.

Tony amaba sentir el calor en su piel, que el Sol iluminara la tierra con toda su fuerza y percibir el perfume salado del mar en la nariz. Esa confesión resultó desconcertante para Steve, porque Tony vivía la noche, no el día, y cuando lo hacía se lo pasaba encerrado en su taller. ¿Se trataba de alguna clase de penitencia autoimpuesta? ¿O era simplemente otro de los extraños juegos mentales del extraño alfa? Nunca lo supo. Cuando se lo preguntó, sólo recibió en respuesta una sonrisa enigmática.

Steve no pudo evitar sonreír entristecido ante el recuerdo. Porque esos momentos perdidos en la Torre Stark no volverían. Porque jamás sería receptor de esas sinceras sonrisas del más arrogante alfa que había conocido en toda su vida. Jamás compartirían juntos la estampa de aquel lugar porque todo se había destruido.

No podría compartir Wakanda con Tony porque nunca más estarían juntos. No volverían a ser un equipo. No volverían a ser amigos.

Steve no lamentaba lo que hizo, de salvar a su amigo. No se arrepentía y no lo haría nunca, estaba seguro. Se lo debía, no solo a Bucky sino a sí mismo. Olvidarse de Bucky significaba olvidarse de aquel asmático y arrítmico chico de Brooklyn que detestaba a los bravucones y luchaba cada día por un mundo más justo.

Sin embargo, eso no le impedía reconocer que había hecho mal las cosas con Tony. Había infravalorado la importancia de su relación con él, lo que el mecánico podía llegar a hacer por el equipo, por él... No quería reconocerlo, ni a sí mismo ni al resto del equipo que residía con él en aquella casa de campo alejada de las miradas curiosas, pero echaba de menos a ese alfa testarudo y excéntrico que se había metido en su corazón a base de riñas, chistes hechos a su costa y repentinas sonrisas que le iluminaban sus preciosos ojos café.

No había sido hasta ese momento que Steve se había dado cuenta de lo mucho que añoraba a Tony. Y lo que le dolía no poder cruzar el pasillo y encontrarlo enfrascado en uno de sus nuevos juguetes.

Si cerraba los ojos, casi podía oler el denso perfume a sándalo y canela. Un perfume territorial que se había colado por todo su cuerpo hasta hacerlo inolvidable. El aroma de un fuerte alfa. El único capaz de plantarle cara pese a ser un Alfa Prime.

Cada vez que Tony se colaba en sus pensamientos, Steve se recordaba a sí mismo que era un alfa. Que ambos lo eran.

No era que estuviera en contra de las uniones entre personas del mismo sexo, es más, había envidiado el tranquilo y armonioso matrimonio de Clint y Laura, una pareja de betas. Sin embargo, su corazón le decía que él estaba enlazado a un omega. Se lo había dicho incluso antes del Proyecto Renacimiento, cuando había sido un débil beta, el único de la iniciativa. Y ese sentimiento se había hecho aún más fuerte al despertar del hielo.

El omega al que estaba destinado estaba en algún lugar del mundo, lo sentía en cada latido de su corazón. Como si tuviera un hilo a su alrededor y tirara de él en su dirección.

Era desconcertante que su mente, cada vez que se despistaba, le acribillara con los recuerdos del largo de sus espesas pestañas, la gracia de sus rizos castaños o el sonido de su musical risa.

Only a dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora