Capítulo 56

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—Como sigas aquí te vas a ganar el título de mi enfermero personal —dijo Tony cuando Steve acomodó los cojines a su espalda por tercera vez en lo que llevaban de tarde.

—No es algo que me moleste.

—Eres realmente molesto —bufó Tony, contemplando la mirada honesta de Steve.

—¿Te molesto por actuar como tu enfermero?

—Tú, en general, eres molesto. Al completo —dijo Tony.

Steve se habría tomado esa afirmación a mal si no hubiera visto la exagerada y falsa expresión de hastío en su rostro.

—Eres tan tozudo que sólo se te puede calificar como molesto.

—No eres el más indicado para hablar de tozudez molesta.

—¡Disculpa! Yo soy perseverante y excéntrico.

—Solo me parecen sinónimos para molesto.

Tony le iba a contestar con otro comentario puntilloso, pensado para buscarle las cosquillas, pero las palabras murieron en su boca al escuchar la repentina risotada de Steve. Lo apreció al detalle, un poco deslumbrado, porque ver reír a Steve de esa manera no era lo más habitual.

Steve era serio por naturaleza y la presión que había vivido desde que despertó del hielo, sin el amparo de un círculo de amigos o familiares próximos a él, habían dificultado aún más que se encontrara cómodo. No había contado con un ambiente amistoso que le permitiera relajarse.

Con el paso de los meses, tras el desastroso encuentro que los unió para enfrentar a Loki y defender Nueva York de los Chitauri, había ido forjando lazos y encontrando momentos en los que relajarse e incluso divertirse. Aunque con todo, lo máximo que había conseguido sacar Tony de él había sido una de esas sonrisas de diez mil vatios o una risa baja; bueno, o enfadarle, era genial pinchando a Steve, mejor que ningún otro. Pero jamás había tenido la oportunidad de verle riéndose así, tan libremente, casi costándole un esfuerzo retomar correctamente la respiración.

— ¿Q-Qué pasa? —logró preguntar Steve, amainando forzadamente sus carcajadas.

En ese momento, Tony se dio cuenta de que se le había quedado mirando, totalmente en babia. Tuvo que mirar hacia otro lado para no perderse en aquella mirada, que con la alegría de la risa lucía más azul y brillante que nunca.

—¿No debería preguntarlo yo? Riéndote de repente, pensé que los efectos del deshielo finalmente estaban haciendo estragos en tu cerebro.

—Muy gracioso.

—Venga, cuéntame el chiste.

—Fue solo un arrebato.

—Rogers, ¿tengo que ponerme en plan profe y decir: "cuéntanos el chiste a todos, para que podamos divertirnos"? —preguntó Tony, cruzándose de brazos.

—Por favor, no. Serías un profesor terrible.

Steve casi podía imaginarlo: llegando tarde a las clases, inventándose ejercicios sobre la marcha, dejando sin corregir trabajos y asignando notas con competencias estúpidas... Todo lo que implicaba saltarse a la torera las normas y hacerle frente a la autoridad. Steve había aprendido que eso no siempre era algo malo con la causa justificada, pero a veces Tony tenía la capacidad de arrasar con todo solo porque podía ser divertido ver cómo sucedían las cosas.

—Disculpa, mis alumnos me adorarían.

—Por supuesto, nadie ha puesto eso en duda, pero apostaría que acabarías haciendo que el mundo ardiera solo por la pereza de tratar con tanta gente que no es capaz de seguir el hilo de tus pensamientos.

Only a dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora