Capítulo 11

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Para Steve, aquellos días fueron repugnantes. Se sentía torpe y perdido. Se quedaba mirando a la nada sin darse cuenta, incluso en los entrenamientos. Eso le había merecido un par de derechazos de Bucky y alguna que otra llave de Natasha. Gracias al suero, su cuerpo se recuperaba rápidamente, pero eso no evitaba que en ese momento tuviera la mandíbula amoratada y toda la espalda y el hombro derecho destrozados.

Pero prefería mil veces recibir todos los puñetazos del mundo a volver a vivir aquella conversación con Bucky. No le había quedado otro remedio que hablar con él del tema, una de las noches en el gimnasio, cuando el alfa lo había pillado por banda. Se había resistido a contar nada, pero sabía que cuando Bucky se ponía de aquella manera no podía tener secreto alguno con él.

—¿Soñaste que Tony era un omega? —preguntó Bucky, después de escucharle pacientemente hablar sobre aquel sueño.

—No era un omega cualquiera —Se limitó Steve a decir.

Bucky respiró hondo y se frotó la cara, tratando de asimilar los hechos. Más bien, solidificando teorías que ya se habían ido formando en su mente desde hacía mucho tiempo.

—Tienes una forma muy curiosa de descubrir que estás enamorado, Steve.

Steve evocó una sonrisa triste.

—Creo que desde hace mucho tiempo que lo sé, ¿empezó en el ataque de Loki, tal vez?, pero me obligué a mí mismo a vivir en la ignorancia. Lo atajé, resumiendo toda nuestra relación a la camaradería que teníamos juntos, el buen equipo que hacíamos. Pero eso no da respuesta a las noches que pasé en vela en su laboratorio, tuviera sueño o no, solo porque quisiera hablar con él. O las veces que me metía en la cocina para hacer sus rosquillas favoritas cuando había tenido un día malo, solo intentando que sonriera...

Steve suspiró, entrelazó sus dedos y apretó el agarre hasta dejar sus nudillos blancos. Estaba tenso y muy cansado. Tenía ganas de llorar pero sentía que ni siquiera tenía derecho a ahogar sus penas de esa manera. Bucky lo observó con pena, sin saber qué hacer para poder ayudarle. Se sentía culpable por su dolor.

—Me gustaría poder decirte que las cosas se arreglarán entre los dos, Steve, de verdad que quiero. Pero no puedo mentirte. Tal como terminaron las cosas entre los dos en Siberia, tendrás suerte si lográis tener una relación afable.

Steve lo sabía. Sabía que ese sueño era un grito de auxilio de su corazón roto, que le pedía que se pusiera en marcha y arreglara las cosas antes de quedar totalmente inutilizado y polvoriento en un recóndito lugar en su pecho. Era curioso que, la única herida que verdaderamente hubiera querido que el suero le curara, estaba lejos de su alcance y permanecía allí, en su pecho, sangrante y profunda.

—Lo siento, Steve.

—¿Por qué te disculpas?

—Siento que en parte es mi culpa, que hayas terminado así, que estés sufriendo así.

—Nada de esto es culpa tuya, Buck. Por favor, no vuelvas a decir algo así. Fue mi decisión querer ayudarte, y fui incapaz de encontrar un buen camino para lograr esa meta. Yo fui el cobarde que le ocultó la verdad a Tony desde un principio y que lo desplazó. Todos los errores que cometí son solo cosa mía.

Bucky, que había permanecido en pie mientras observaba a Steve sentado en una de las bancas del gimnasio, se sentó a su lado y le dio un abrazo fraternal, palmeando suavemente el hombro sano.

Dejaron pasar los minutos en silencio. Bucky no se alejó hasta que sintió que la tensión de la espalda de Steve se relajó un poco.

—No tengo esta conversación contigo por hacerte daño. Lo sabes, ¿verdad?

Only a dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora