Capítulo 36

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Clint observó a Steve derrumbarse con el corazón encogido en un puño. Desde su posición, apoyado en el marco de la puerta junto a Natasha, Steve parecía tan atormentado e inalcanzable que bien podía haber corrido hacia él que sentía que jamás lo alcanzaría.

El corazón le latía dolorosamente en el pecho, viendo sus esperanzas de reparar todo hacerse pedazos. Él no había podido ocultar su buen humor ante la mera idea de lo que iban a encontrar en la mansión de Tony: la verdad. El escondido secreto de Tony siendo omega.

Tony ya no tendría que aparentar ser un alfa nunca más, no tendría que esconderse para evitar que el grupo se desmigajara más de lo que lo había hecho ni tener que ocultarse de los ataques del mundo. Podrían solucionar las cosas, todos juntos, cuando ya no hubiera secretos de por medio.

Pero aquello... Lo que habían descubierto había sido un bofetón en la cara, incluso para él. Y él esperaba conocer los secretos de Tony... Casi tuvo el amago de reír de la mera incredulidad, de un extraño brote de humor siniestro. ¿Pero cómo podían imaginarse algo así? Apenas él había logrado descubrir el celoso secreto de Tony, pero, ¿un embarazo? ¿Un bebé de Tony y Steve? ¿Cuándo? ¿Cómo era posible?

Observó a Steve sujetar las sábanas contra su rostro, apretar la tela hasta que sus nudillos se pusieron blancos, y se preguntó qué secretos les habría ocultado él. Clint sabía que estaban enamorados incluso si se empeñaban en negarlo hasta la saciedad, incluso a ellos mismos. Pero cómo...

Natasha hizo el amago de entrar, pero Clint la detuvo posando la mano sobre su hombro. Natasha lo miró con detenimiento durante un largo segundo. Natasha, siempre tan imperturbable, parecía estar luchando consigo misma para controlarse. Con un suspiro, asintió y dejó a Clint entrar en su lugar. Sin girarse, Clint pudo apreciar como Natasha se movía a sus espaldas y se encaminaba por los pasillos de la casa.

Clint, sintiendo que sus piernas cargaban con pesos extras que le hacían difícil dar cada paso hacia adelante, caminó hacia Steve y se arrodilló junto a él. No podía verle la cara, así que Clint se movió con cuidado para no sobresaltarle. Steve bien podía estar en shock a su entender. Pero Steve no hizo gesto alguno que le indicara que le estaba escuchando. Se mantuvo arrodillado, con la cara tapada por la sábana y los hombros contraídos en un llanto mudo. No dejaba salir ningún sonido de sus labios. Como si su voz hubiera desaparecido tras aquel grito desgarrador. Steve solo se mostraba ante él, roto.

—Steve? —lo llamó Clint, pero él no reaccionó—. ¿Steve, estás bien?

Steve permaneció en silencio. Clint sabía que podía estar jugándosela y que Steve podía acabar dándole un puñetazo en la cara del mero sobresalto, pero se decidió a palmearle suavemente el hombro. Lo hizo con cuidado y de forma gentil. Steve se contrajo bajo su toque, pero no se apartó. Clint siguió dándole suaves palmadas, poco a poco, y se dio cuenta del momento en el que Steve se relajó y se alejó de la oscuridad. Su voz regresó.

Era un llanto pesado y bajo, plagado de palabras ininteligibles de las cuales Clint solo pudo comprender "real", "bebé" y Tony. Repitió mucho el nombre de Tony. Clint se mantuvo consolándole silenciosamente, esperando por él.

Cuando al fin Steve separó el rostro de la sábana, Clint lo vio más perdido, desconcertado y desesperanzado que nunca. Tenía los ojos rojos, haciendo que el azul de sus iris fuera aún más impactante y, salvo por los rastros rojizos de las lágrimas en sus mejillas, estaba demacradamente pálido.

—¿Steve? —lo volvió a llamar Clint—. ¿Cómo te encuentras?

Steve suspiró profundamente, pensando en qué responderle, con la mirada fija en las sábanas entre sus manos. Dejó de estar de rodillas, sentándose en el suelo, con la espalda apoyada en la cama.

Only a dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora