Capítulo 9

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Steve se despertó con la terrible sensación de que su cerebro no terminaba de funcionar del todo. Lo único que había logrado sacarle de su sueño había sido una cálida e imperiosa corriente que parecía tirar de él, llamarle a lo lejos. Se sentía lento y aturdido. Y en su memoria solo había habido un momento en el que había vivido un despertar semejante: cuando despertó del hielo. Ese pensamiento funcionó como detonante para que su cuerpo se pusiera alerta y obligara a su cuerpo a ponerse en marcha.

Abrió los ojos de golpe y se irguió de un salto al comprobar que había alguien más en la habitación. Estuvo a punto de noquear al desconocido de un golpe cuando éste lo enfrentó.

—¡Steve, relájate! —exclamó el hombre, alzando las manos en el aire en señal de paz—. Soy yo, Buck.

Steve registró antes la conocida voz que el rostro del alfa frente a él. Con una coleta alta recogiéndole el cabello castaño, Steve pudo ver la expresión cansada y alarmada de su amigo con total claridad.

Poco a poco fue relajando la tensión de su cuerpo en posición de ataque, descendiendo los brazos y hundiendo las rodillas en el colchón bajo él. Se permitió respirar hondo y que la calma llegara definitivamente a él.

Bucky esperó a que se calmara por completo para acercarse a él.

—Steve... —lo llamó; palmeó suavemente su hombro al no recibir respuesta—. Respira, todo está bien.

Bucky se sentó a su lado, observando como la comprensión poco a poco alcanzaba a Steve, que miró a su alrededor con sorpresa al reconocer la habitación.

—¿El complejo de los Vengadores? ¿Pero cómo...?

—Steve, necesitas tranquilizarte, no te has quedado atrapado en el tiempo otra vez. Sigues con todos tus amigos, con Sam, Natasha, Wanda, Clint...

Steve frunció el ceño ante sus palabras, aunque sabía que no debía sentirse demasiado confundido porque Bucky pudiera leerle la mente como si tuvera los poderes de Wanda. No solo se conocían desde hacía demasiados años, sino que Steve sabía que, después de haber sido criogenizado tantas veces, Bucky compartía uno de sus mayores miedos. Despertar y encontrar que todas sus raíces habían desaparecido sin que él pudiera hacer nada para evitarlo.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Steve desconcertado, esforzándose en recordar qué lo había llevado a su habitación en el complejo. Lo único que realmente estaba fresco en su mente era el rostro de un Tony sincero, vulnerable y dulce; tan atractivo que el mero recuerdo le arrebataba el aliento. Lo que habían hablado en aquella cama, la intimidad que habían compartido... Así que, realmente fue un sueño, pensó Steve soltando un largo suspiro.

Bucky lo miró, enarcando una ceja, sin poder comprender la repentina pena de su amigo que antes estaba lleno de tensión y adrenalina. Sin embargo, prefirió contestar a su preguntar y tratar de llegar a esa cuestión con la conversación. Era Steve de quien estaban hablando, sabía que tarde o temprano se lo confesaría.

—Poco después de que Stark saliera de la cocina, te desmayaste. Caíste redondo sobre la mesa, como una roca. La herida ya se te curó, pero te rajaste media frente al romper un plato al caer —lo dijo como un chiste, intentando que Steve saliera de su nube de tristeza ante los recuerdos, pero no le sirvió de nada—. En fin, desde entonces has permanecido tres días durmiendo un sueño muy profundo. Los demás se volvieron un poco locos al verte desplomarte así, han estado muy preocupados por ti y estuvieron insistiendo en llamar a una tal Helen Cho.

Steve no vio a su alrededor ningún síntoma de que la doctora hubiera estado allí. Siempre que trabajaba en algún lugar, los aparatos de última tecnología codiseñados por ella y por Tony dejaban su rastro en el lugar. Y la beta siempre dejaba un curioso y relajante aroma cítrico allá donde iba.

Only a dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora