Capítulo 7

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Ambos permanecieron en silencio. Era un silencio agrio e incómodo. Tony sentía que aún quedaban millones de cosas por hablar, por resolver. Pero también sabía que ese no era el Steve con el que tenía que hablarlo. Ese era su Steve de ensueño, ese hombre tan dulce y tan admirable que era capaz de encenderle solo con su sonrisa y calmarle con su avainillado aroma; el que era capaz de mirarle a los ojos siendo completamente honesto, aunque la verdad les diera miedo a ambos; el hombre al que le confiaría su misma vida. No, el Steve real era diferente y, para él, totalmente aterrador. Tenía pánico de volver a estar cerca de él, creer que su Steve soñado, aquel que parecía estar hecho para él, realmente existía y luego ser destrozado bajo los hipócritas principios del capitán.

Inconscientemente se acercó a Steve y lo abrazó, disfrutando de la calidez que le aportaba su piel y la tranquilidad del rítmico latido de su corazón. Fue como si la tensión de la conversación quedara relegada a una esquina de su mente. Ante pensamientos tan funestos, el calor de la piel de su Steve resultaba un estupendo calmante.

—Tomémonos un descanso. Estoy cansado de hablar.

Y era verdad. Por la falta de costumbre, cada vez que Tony tenía que dejar sus sentimientos al descubierto y hablar sobre ellos se sentía más agotado que lo que podría suponer resolver el problema de matemáticas más complicado del mundo. Sería un omega, pero era un hombre de ciencia, no de sentimientos. Esos estaban bien escondidos en la caja de pandora del fondo de su alma.

Steve, mostrándose silenciosamente de acuerdo, rodeó a Tony con sus brazos y fortaleció el flojo abrazo para pegarlo a su pecho y poder hundir la nariz en su pelo.

—¿Por qué hueles diferente? —preguntó Steve, haciendo a Tony reír con las cosquillas que hacía su nariz enterrada entre los mechones de su pelo.

—Pareces un perro.

—Sé que es un sueño, pero tu aroma es..., diferente. Sigue siendo igual de seductor, pero es mucho más suave. Como si olieras a la más pura canela.

Para Steve no había aroma más aromático que la canela que desprendía la piel morena de Tony, tan amargo y dulce a la vez, casi picante. El ligero atisbo de ello siempre había logrado desestabilizarlo, pero el sándalo le ayudaba a volver a recobrar el sentido. Sin embargo, no había rastro alguno de sándalo en su limpia piel.

—Bueno, es un sueño así que supongo que debo tener únicamente mi aroma natural, sin químicos. Aunque jamás pensé que podría ser capaz de oler algo en un sueño.

—¿Químicos?

—Sí, todos los inhibidores y supresores que uso. Probablemente te huela diferente porque no me he aplicado mi inhibidor de esencia de sándalo encima.

Steve frunció el ceño y, aunque no rompió el abrazo, lo separó ligeramente de él para poder contemplar su rostro.

—¿Inhibidores? ¿Supresores? Pero si tú eres un alfa.

Tony rió ante su confusión.

—¿Incluso he engañado al Steve de mi sueño? Quizás Rhods tenga razón y me esté pasando con la medicación... —meditó Tony, mesándose la barba con ademán pensativo—. ¿¡No me digas que todo este sueño, tu aparición y todo eso es por la matraquilla que me ha dado Rhod con que deje la medicación!?

Pero Steve estaba ajeno a sus preguntas y bromas. Es más, para Tony, parecía que su mandíbula se iba a descolgar en cualquier momento. Con un gesto de su mano, Tony cerró la boca de Steve.

—Cuidado capipaleta, acabarán entrándote moscas.

—Eres un omega —dijo Steve en respuesta, mirándole de hito en hito.

Only a dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora