Capítulo 55

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Sigrún estaba sentada frente a su mesa de mando, ubicada en el centro del Centro de Operaciones del Cuartel General; una habitación grande y redonda que se encontraba conectada con las diferentes divisiones del edificio. Aquel viejo edificio ruinoso había sido uno de los pocos que pudieron rescatar cuando llegaron a aquel olvidado lugar.

Una antigua civilización había habitado aquel pequeño mundo y construido simples pero robustas edificaciones de piedra rojiza con ornamentos vegetales. Una vez Sigrún se preguntó si aquel árido lugar había sido un pasto verde alguna vez o si sus ciudadanos habían llenado de flores, frutas y ramas frondosas sus paredes por ser un regalo escaso.

Sigrún alzó la vista del mapa del árbol Yggdrasil que dominaba toda la mesa cuando escuchó pasos. Aunque no necesitaba mirarlas para saber quienes eran, lo hizo por respeto. Ellas eran compañeras tan cercanas que un mero atisbo de su aroma era suficiente para detectarlas.

Mist fue la primera en adentrarse en la habitación. La omega, como siempre, tenía la gracilidad de una pluma al viento y sus ojos castaños la observaban con fría calma. De haber querido, podría haberse movido como una sigilosa sombra. Göll, en cambio, estaba demasiado molesta para intentar hacer menos llamativa su presencia, y era imposible que pasara desapercibida si ella no ponía toda su destreza en ello. Era alta como un roble, de músculos fuertes y un poder alfa indomable. La violenta cicatriz de su cabeza brillaba ante la densa luz de las antorchas, haciendo que su rostro malhumorado se viera amenazante.

—Han sido derrotadas —afirmó Sigrún, adivinando antes de que ninguna de las dos pudiera decirle nada.

A ella no le hacía falta nada más, bastaba con ver sus rostros para comprender lo que estaban pensando.

—¿Asesinadas? —preguntó, obteniendo una negativa de Mist.

—¿Capturadas?

—Por alguna razón, sí —afirmó Mist.

—Creemos que las mantienen prisioneras para obtener información o para hacer un intercambio— opinó Göll.

—No tenemos nada que les pueda interesar —afirmó Sigrún—. Aparte de nosotras mismas.

—Quizás quieran chantajearnos —dijo Mist—, aunque interrogarlas parece la opción más plausible.

—Ellas no abrirán sus bocas para decir ni una palabra —dijo Sigrún—. Sé lo bien que las has entrenado, Göll.

Göll sonrió, sabiendo eso mejor que nadie, aunque la alegría no alcanzó a sus furiosos ojos verdes. Ellas jamás le habían fallado en una misión. Era su división de Aulladoras, ellas eran las que siempre estaban listas para el combate y superaban todo. No soportaba que estuvieran en manos del enemigo.

—Lo que me lleva a preguntar —dijo Sigrún—. ¿Cómo han podido fallar?

El rostro de Sigrún era serio y tosco como la piedra que las rodeaba. Sin embargo, no había rastro de ira o furia en sus facciones. Desde el momento en que descubrió que sus compañeras seguían con vida, se obligó a sí misma a mitigar unos sentimientos tan negativos que solo tendrían lugar en un entierro que clamara venganza.

A lo largo de los años, Sigrún había aprendido a las malas que no había nada peor que dejarse llevar por las emociones en la guerra. Había pulido su astucia y su autocontrol con el tiempo, según endurecía su corazón.

—Gür contaba con órdenes de atacar individualmente a los Alfa Prime. Contábamos con la posibilidad de que otros alfas pudiera acudir en su ayuda, incluso el Alfa Prime que Loki hechizo para detener nuestro plan y que se encontrase con Tony Stark. Con quien no contábamos era con Thor, no había ninguna información sobre su llegada a Midgard.

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