Capítulo 37

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Tony miró al hombre frente a ellos con curiosidad y algo de recelo. Lo observó de arriba a abajo, entrecerrando los ojos. Parecía más alto de lo que medía realmente gracias a su porte elegante y erguido, con el mentón en alto y una expresión estoica. Aún así, Tony valoró que bien podía sacarle diez centímetros, aunque no dejó que eso le intimidara. Si algo estaba destinado a intimidar a Tony era la penetrante mirada azul grisácea del alfa frente a él, que lo observaba de hito en hito con aquella aguda e inteligente mirada que parecía traspasarle con la fuerza de los rayos X.

Jamás se había encontrado con aquella mirada en persona, pero había memorizado su intensidad fría al haberla enfrentado continuamente a partir de aquel fichero que contenía los datos y fotos de aquel hombre. Lo sabía porque lo había estado buscando, infructuosamente, arduamente. Jamás se imaginó que llegaría hasta él de aquella manera.

Tony cuadró los hombros y alzó el mentón. No iba a venir nadie a esas alturas de su vida a amedrentarle.

Estaba tan concentrado en su duelo de miradas con el hombre de capa que no se percató de que había otra persona en la sala aparte de su grupo hasta que carraspeó. Al momento, todas las miradas fueron hacia el beta que estaba a un lado de la habitación, colocando lo que parecía una pieza de colección a ojos de Tony. El hombre, de ojos almendrados, anchos hombros y rictus serio, se acercó a ellos con pasos tan suaves que parecía no hacer ruido alguno al caminar.

—Así que ha llegado el momento —dijo el beta, poniéndose al lado del alfa de ojos azules y observándoles con ojo crítico durante un largo segundo, antes de dirigir su mirada a Brynhildr.

Brynhildr asintió y se dirigió a Tony.

—Ellos son importantes maestros de las Artes Místicas de la Tierra —explicó Brynhildr—. Necesitaréis su ayuda si queréis confrontar a las valquirias.

—¿Artes Místicas? ¿En serio?

El alfa emitió una risa baja que a oídos de todos sonó sarcástica.

—Has visto a dioses pelear frente a tus ojos con poderes que no puedes ni siquiera comprender y has viajado por el espacio de manera inimaginable e inalcanzable para ti. ¿Y aún así dudas de nosotros?

—Bueno, vamos a valorar... Ante mí se presentó un dios del trueno hipermusculado que, mira por donde, puede conjurar truenos. Me lo creo. Pero ante mí tengo ahora a un sabelotodo con capa. Una muy bonita, pero una capa. Así que perdona si de entrada me suena a cuento de viejas.

—Crees que...

El alfa quiso continuar, pero su capa se destrabó de su cuello y flotó en el aire directamente hacia Tony. Se enrolló en torno a él antes de abrocharse en su cuello y acariciarle las mejillas con las solapas.

—Está... ¿Estás haciendo tú esto?

—No.

—Es porque le has dicho que es una bonita capa —dijo el beta, observando la capa como el tío que observa a su sobrina caprichosa—. Es un poco coqueta.

—Un poco coqueta... —dijo Tony, observando con sorpresa la tela que cubría sus hombros.

Pudiéndole la curiosidad, acarició suavemente la tela que cubría su hombro. Tony se sintió estúpido, porque era como estar acariciándose a sí mismo, pero la capa se erizó y lo enrolló como un extraño abrazo textil antes de liberarle y volver a los hombros del alfa, que la miraba como si se tratara de una traidora.

—Soy Wong, maestro de las Artes Místicas y custodio de las reliquias —se presentó el beta, ignorando la tensión amarga que había habido antes entre ellos, así como el estrafalario episodio de la capa.

Only a dreamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora