Capítulo 17

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Estaba resfriada y no lo olió llegar. Sí, oler, porque esa era la primera forma en la que sabía que él estaba allí. Y también estaba tan cansada por el resfriado que ni tan siquiera lo sintió cuando entró con sigilo en su habitación.

-Buenas noches, ojos azules.

Su voz lo envolvió todo de pronto cuando ella se incorporó de un brinco en la cama. David le sonrió en la penumbra y ella reprimió un grito de alegría cuando se lanzó a sus brazos. A pesar del resfriado, al estar tan cerca de él pudo sentir su olor. Lo reconocería hasta en mitad de una gripe en la que no pudiese ni respirar.

Él disfrutó de su abrazo, porque con ella hasta ese tipo de gestos era más bonito que de costumbre. O tal vez fuese por lo que eran juntos, cuando eran uno en dos conservando la identidad de cada uno y convirtiéndose en una increíble combinación de dos corazones que se sonreían mutuamente.

-Yo también te he echado de menos.-le susurró él, buscando sus labios en mitad de la oscuridad, como si fuese un camino que se muriese por recorrer.

Ella se dejó besar, y sintió a todas sus hormonas reaccionar cuando él posó sus labios en su cuello. Tomo aire como pudo y lo obligó a separarse de ella.

-Mis padres están en la habitación contigua. Esta casa es diminuta y las paredes son de papel.-le habló en el tono mas bajo que pudo, tratando de hacerle partícipe de sus nervios aunque todo su ser se volviese loco en presencia de David.

Él la tomó en sus fuertes brazos y la sentó en su regazo. Ella rió levemente y con mucha suavidad, en voz baja, pero no pudo evitar hacerlo. Le contagió la sonrisa a él y ella tocó su duro bíceps al agarrarse a David. Luego simplemente fue ella la que buscó sus labios, a sabiondas de que estaban en peligro de ser vistos y sin importarle en absoluto.

-Esta noche voy a secuestrarte.-le dijo en voz baja de nuevo, en un encantador gesto mientras cogía aire por la nariz y lo soltaba levemente enseñando sus perfectos dientes.

David se mordió los labios, haciendo que la información que acababa de darle a la chica le pareciese aún más apetecible.

Verónica se le quedó mirando. Aquello era imposible. Tenía a policías vigilando la entrada. El corazón le dio un vuelco. ¡Tenía a policías vigilando la entrada y David estaba allí con ella!. ¿Cómo había pasado aquello?

-Eso es imposible.-le contestó ella, pero él puso una mano en sus labios y jugó con la comisura derecha de estos, antes de cambiar el dedo por su propia boca y de morderle con dulzura, sin pretender hacerle daño a aquella chica tan intrusiva que no se iba ni un solo segundo de su cabeza.

-Sé que tienes tantas ganas como yo.

David junto su frente a la suya y la miró con tanta intensidad que Verónica sintió como le temblaban las rodillas a pesar de estar sentada sobre él. Jamás se acostumbraría a aquella mirada ni a todo lo que él despertaba con su presencia.

-Por supuesto que si, pero no se cómo voy a poder escaparme.

David rio suavemente al tiempo que la tiraba en la cama y se colocaba encima de ella. Su sonrisa se posó de nuevo en la garganta de Verónica, y sus manos la apretaron contra él con fuerza, con ímpetu de sentirla a ella y de sentir a su propio cuerpo reaccionar ante el roce de la chica.

-No he dicho que vayas a escaparte.-su voz sonó peligrosa, casi tanto como él.- Te he dicho que voy a secuestrarte. Así que de todo esto, me encargo yo.

Ella jadeó al sentir como bajaba hacia su ombligo y como le quitaba la parte de arriba del pijama que llevaba puesto. Uno del monstruo de la galleta, un programa de dibujos infantiles. David reprimió una risa cuando se dio cuenta de que Verónica cayó en lo que llevaba puesto. Sin lugar a duda no era un pijama que llamase a una loca noche de pasión, pero lo que ella no sabía es que le bastaba con una sola mirada para encender a David, indiferentemente de lo que decidiese llevar puesto.

-Entonces secuéstrame, y jamás me traigas de vuelta.

La imagen de Víctor tomó forma en su cabeza unos instantes, diminutos, pero se sintió algo mal por decirle aquello, aunque era sinceramente lo que quería hacer. Quería desaparecer por siempre con David, estar bien con él, ir al cine, ir a cenar, ser una pareja normal sin que nadie los reconociese o tratase de asesinarlos. Verónica se mordió los labios.

-Puedes regresar a casa cuando quieras, y yo mismo te traeré antes de que te metas en problemas con tus padres, pero necesito que hagas todo lo que pida, sin rechistar. ¿Serás capaz, ojos azules?

Ella perdió su mirada en la suya, y no pudo evitar gemir ligeramente cuando sintió sus perfectos abdominales sobre ella y cuando él le quitó la parte de abajo del pijama en azul oscuro. Sus piernas quedaron expuestas, y él las abrió con ansias mientras se deslizaba por su ombligo hacia abajo. Verónica se anticipó a él, y sintió toda la química que tanto el momento como David desprendían. Contuvo el aire cuando él siguió bajando y cuando agarró con fuerza sus muslos y besó su interior, acercándose al interior de las piernas Verónica. David elevó los ojos en aquel momento e hizo contacto con el rostro sonrojado de ella, y luego, simplemente sonrió jactancioso, divertido y sensual.

-Si quieres que siga, que esta noche te de todo el placer que pueda darte, ya estás tardando en ponerte una ropa de deporte y salir de esta casa conmigo.

Ella soltó todo el aire de golpe. David no había llegado a tocar aquella zona que ardía de ganas por que lo hiciese. Se había mantenido atento y había sabido hacer con su cuerpo lo necesario para encenderla y hacerla reaccionar. Él chico posó una mano en su estómago y la obligó a quedarse quieta.

-No me gusta jugar contigo y dejarte así.-le dedicó una mirada aviesa.- Créeme que yo lo paso mucho peor que tú, pero tampoco voy a hacerte nada con tus padres y tu hermano pequeño en las habitaciones de al lado, con unas paredes que atraviesan las voces, así que confía en mí, y haremos esta tortura menos dolorosa para ambos.

Y dicho eso, besó la ropa interior de la chica en aquella zona que mas le excitaba, y pegó un suave tirón a sus bragas con los dientes, tierno y haciendo que todas sus hormonas respondieran ante aquel gesto. Luego simplemente la levantó, y aún en ropa interior, la apremió a vestirse. Verónica necesitó un momento para calmarse, y luego David observó como se vestía mientras no podía quitar esa sonrisa de satisfacción de sus labios. Todo lo que era Verónica en sí tenía un efecto devastador en él. Le encantaba como ninguna otra persona le había gustado y llenado a lo largo de su vida.

-¿Dónde vas a llevarme?

David se percató de que su voz sonó algo molesta, como si no le hubiese gustado que la hubiese encendido y luego dejado ardiendo en deseos de ser suya. Él chico la entendía, pero una parte de él sintió como le gustaba profundamente que ella tuviese la misma sed de él que él tenia de ella. David elevó el mentón mientras se sentaba en la cama, imponente.

-Acaban de empezar sus clases de defensa personal, señorita Bairina.

La trató de usted en aquel momento y ella no pudo evitar sonreir. Señorita Bairina, adoraba cuando la llamaba así, pero también le hacía gracia. Malditas sean esas personas que hacen reír a quienes están enfadadas con ellas.

David prosiguió hablando y su aterciopelada y al mismo tiempo gutural voz atravesó a Verónica.

-El lugar lo verás en cuanto salgamos de aquí. Del cómo ya te dije que me encargaba yo.-le dijo apremiándola, tan seguro de si mismo que Verónica tuvo que girarse hacia él, incrédula y atraída por él, como si estuviese viendo a un atractivo actor de una película soltar su discurso.

¿Os gustó? Un abrazo muy grande y gracias por leer y darle vida a los personajes. Sois geniales. Besos. 

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CIUDAD DE BARRO© |TERMINADA| (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora