Capítulo 51

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David guardó la placa con forma humana y corrió hasta donde estaba Verónica, esperando donde debería de estar la puerta de aquella habitación. El chico agarró su mano y apagó la luz, al tiempo que comenzaba a recorrer el pasillo de entrada y el vestíbulo de aquella casa que tanto había asustado a Verónica hacía algo mas de una hora. Salieron hacia el exterior y David volvió a guiarla hacia el coche, donde abrió su puerta y la ayudó a entrar.

Verónica se sentía como si estuviese flotando, como si David fuese un fantasma o un sueño que iban a desaparecer en cualquier momento. ¿Cómo podía existir alguien como él?

Ni tan siquiera cuando bromeaba con Eva de mas pequeña sobre su hombre ideal y comenzaban a mezclar las cualidades de sus personajes de ficción literarios favoritos habría sido capaz de imaginarse a alguien como David. Ni jamás habría sido capaz ni en mil vidas de imaginar que alguien podía oler tan bien como él.

La chica lo miró de reojo cuando él volvió a encender la radio y comenzó a conducir. La canción de Déjala que baile de Melendi y Alejandro Sanz comenzó a sonar en ese momento. Verónica parpadeó dos veces y se mordió la mejilla. Se acababa de dar cuenta de que David fue quien encendió la radio antes, dejándola ganar y haciéndola sentir bien por lograr lo que se proponía. Aunque la había ayudado, él no había mediado palabra sobre aquello. Por un instante la chica se preguntó cuantas otras veces la habría ayudado sin que ella se diese cuenta. Al fin y al cabo eso es lo que hacen las personas que se quieren, ayudarse mutuamente y apoyarse, nunca hacer sentir mal al otro para ganar. Si alguien de verdad te quiere, estará dispuesto a perder por ti. Es una frase sin sentido para algunas personas, pero no lo era para Verónica. Ella se había dado cuenta de que David había perdido una apuesta tonta para hacer que ella se sintiese mejor encendiendo la radio. Y si estaba dispuesto a perder en pequeñas cosas, algo le dijo que también estaría dispuesto a perder en cosas mayores, porque ella sabía que había veces que perdiendo también se gana. Como cuando perdió a su primer mejor amigo Juanjo, ese chico que apareció en su vida incluso antes de su primer novio serio, Derek, y al que ganó perdiendo. Si se hubiese agarrado a lo que ella creía que era amor, a un amor roto, jamás habría conocido a Derek, y muchísimo menos a David. Seguiría con aquel chico pensando que no había nada mejor que él preparado para ella, siendo infeliz en un amor que no podría haber dado buenos frutos ni mucho menos sanos. A veces, solo a veces, dejar ir es un acierto. Y saber cerrar etapas. Eso era algo primordial que todas las personas deberían de aprender.

-Me gusta esta canción.-dijo David, sacándola de sus pensamientos.

Ella escuchó la letra durante unos instantes antes de responderle.

-¿Es la primera vez que la escuchas?

El chico asintió, y Verónica sintió que todo el mundo volvía a girar de golpe cuando él le sonrió. Sus labios estaban algo secos y volvía a tener una corta barba de unos dos días alrededor de ellos.

-Yo la escuché en bucle cuando la lanzaron al mercado.-le devolvió ella la sonrisa.

David se centró en la carretera y puso una mano en la pierna de la chica, agarrándola y acariciándola al mismo tiempo.

Verónica se relamió de puro placer y abrió un poco la ventana. De pronto tenía muchísima calor. El traje que David había escogido para ella le quedaba perfecto, tanto que ella misma dudaba de que si ella se hubiese decidido a comprarse un traje encontrase alguno parecido al que llevaba.

Se armó de valor, aunque creía conocer la respuesta al realizar la siguiente pregunta.

-¿De dónde es el traje?

CIUDAD DE BARRO© |TERMINADA| (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora