Capítulo 44

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Verónica se sentía increíblemente bien cuando estaban juntos. Y lo seguía haciendo cuando salieron de su piso y cerraron la puerta con cuidado, pero había una espina clavada en su pecho que no la dejaba disfrutar al cien por cien de aquel momento. Tenían que hablar. Ella tenía que explicarle lo que había hecho, pero no quería romper ese momento en el que él parecía tan feliz de estar con ella. Feliz. Por estar con ella. Feliz por ella. Vaya. Verónica jamás creyó que algo así pudiese ser posible.

La chica tragó saliva cuando lo vio agacharse y tratar de abrir la puerta de su vecina de nuevo. Para su sorpresa, David le indicó a Verónica que se agachase y ella lo hizo. Él cogió su mano y metió la tarjeta en la cerradura. Comenzó a mover la mano de Verónica hasta que algo hizo clic, y después de eso solo fue necesario abrir la puerta con cuidado para que ambos pudiesen entrar en el otro piso.

Verónica abrió la boca de par en par. Acababa de abrir una puerta con una tarjeta. Tardó un segundo mas en procesar lo que acababa de hacer. Un momento...¡Acababa de abrir una puerta con una tarjeta! Jamás había hecho nada parecido, y de pronto sintió como si pudiese hacer cualquier cosa.

-Enhorabuena ojos azules, ya eres toda una ladrona.- bromeó él, atractivo.

Ella le dio un suave golpe en el hombro y él disimuló una risa. Ahora tenían que mantenerse en silencio. A esa hora, era posible que aún hubiese alguna persona despierta en la casa. David agarró la mano de Verónica y ambos sintieron un calambre en su estómago. Era tal la química que poseían que cualquier persona sería capaz de verla.

David volvió a buscar su mano y a tocarla con ternura. Su piel desprendía electricidad y fuego. Cálida y segura. Verónica cogió aire y David le indicó con un dedo que no debían de hacer ruido.

-Vamos..-le apremió él, serio de pronto.

La chica lo siguió mirando al suelo por si acaso volviese a haber algún plato de comida en él. Verónica elevó la vista al asegurarse de que no había nada extraño en el suelo y siguió caminando sin miedo a lo que hacía. Una parte de ella, comenzaba incluso a disfrutar con ese tipo de cosas.

David la agarró en peso y volvió a introducirla por la ventana del baño, con cuidado. Verónica saltó y cayó en la calle de la misma forma en la que lo hizo la otra vez. Sintió más el impacto con las botas que con las zapatillas de deporte que llevaba la noche anterior. David cayó al lado de ella en cuestión de segundos, y en seguida la envolvió con sus brazos desde atrás de ella.

-Ya volvemos a ser libres, ojos azules.

Ella se giró para encararlo y se encontró con aquella tormenta grisácea. Una media sonrisa confiada seguía en sus labios cuando él acarició su cabello.

-¿Dónde vas a llevarme?

David gruñó saboreando el interés de ella. La luna brillaba en lo mas alto cuando volvió a obligarla a girarse.

-Quédate quieta.-ordenó.

Verónica obedeció, mientras lo escuchaba abrir una cremallera. La chica pensó en la misteriosa mochila negra que el chico llevaba en la espalda. ¿Que tendría dentro? Ella soltó una risa ahogada cuando él le colocó una venda en los ojos.

-¿De verdad?-preguntó ella, sin esperarse en absoluto que toda su visión se volviese oscura.

Escuchó su risa, y era como si el no poder ver agudizase el efecto que aquella poderosa y atractiva voz despertaba en ella. Su torrente sanguíneo reaccionó y su corazón comenzó a bombear aún más cuando él la agarró en peso y se la colocó en el hombro. Su cabeza cayó a la espalda de él y sus piernas en su impoluto abdomen. David la agarró con una sola mano por los muslos y comenzó a andar.

-¿Qué esperabas? ¿Qué te llevase a algún sitio y ya está?

Había diversión en su voz. Verónica disfrutó aquello, olvidándose por completo de todo lo demás. Lo quería, vaya que si lo quería. David se irguió orgulloso mientras se acercaba a su moto, aparcada en el otro lado de la calzada. El chico dudó unos instantes mientras veía un Audi aparcado justo al lado de su moto. Una idea le cruzó la mente a la par que dejaba a la chica en el suelo.

-Quédate aquí ojos azules.-le pidió antes de darle un suave azote en la nalga derecha, buscando ponerla nerviosa.

Verónica se irguió con el impacto. No le había hecho daño, pero había despertado una parte de ella que hasta ahora había estado dormida. El chico disfrutó cuando la vio de reojo abrir la boca, sorprendida. David pensó que estaría mucho mas sorprendida si estuviese viendo como abría la puerta de aquel Audi, y aún más si pudiese ver como entraba en el coche y hacía un puente con los cables para que el vehículo se pusiese en marcha.

El chico volvió a acercarse a Verónica y se quedó muy quieto. La chica no se había movido, y él aprovechó para jugar con ella dándole un beso en la nariz sin que ella se lo esperase. Aquello provocó una sonrisa en Verónica que no fue capaz de disimular.

-Voy a cogerte en peso otra vez, no te asustes.-le dijo, agarrándola esta vez como lo hacen los recién casados en la luna de miel.

A ella no le dio tiempo de asentir antes de que él la levantase, con una facilidad impresionante y la colocase en el asiento del copiloto que también había forzado con anterioridad.

La chica profirió una exclamación ahogada al sentir como el suave asiento la recibía. Sintió como David le ponía el cinturón de seguridad y escuchó como cerraba la puerta.

-Un coche...-murmuró ella cuando David se sentó a su lado.

Aún llevaba puesta la venda y no había pensado que el motor que escuchaba de fondo iba a ser su vehículo aquella noche.

-¿Desde cuando tienes coche?

David rió mientras metía marcha atrás y sacaba el coche de aquel lugar. Primera y el coche comenzó a avanzar. El chico había pensado que tal vez aquel Audi fuese alguno de esos coches con marchas automáticas. Ya había conducido unos cuantos así, pero ese en concreto tenía marchas tradicionales.

David buscó la mano de Verónica y la colocó encima de la palanca de cambio, colocando su mano encima de la suya. El tacto provocó en ambos una corriente eléctrica. Esa clase de corriente mágica que solo se forma piel con piel.

-En realidad no tengo coche.-le dijo él.- Pero si te sientes mas segura viajando en coche, te prometo que en cuanto que todo esto acabe te compraré uno para ti.

Verónica puso los ojos en blanco a través de aquella tela que le cubría los ojos. ¡Quería comprarle un coche! Aquello era demasiado para ella.

-Te lo agradezco, pero aún no tengo edad para tener carnet,y si algún día quiero tener un coche propio, puedo trabajar para comprármelo yo misma.

Si Verónica hubiese podido ver habría visto a David hincharse de orgullo. Para él el dinero era solo un papel, estaba acostumbrado a tener mucho dinero en sus manos, aunque Maek lo hubiese controlado todo ese tiempo. En cambio, a una parte de él le gustaba que la chica se sintiese capaz de ganar dinero por ella misma y de manera honrada. Por unos instantes, él deseó haber tenido un trabajo honrado alguna vez en su vida.

-Estoy totalmente seguro de que puedes hacer eso.-corroboró David, y un timbre en su voz dejó a la chica ver que estaba orgulloso de ella.

Hola precios@s   en nada os subo el siguiente. Un abrazo grande y gracias por leer. 

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CIUDAD DE BARRO© |TERMINADA| (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora