Capítulo 2

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 Verónica se sentó en su pupitre. Seguía estando alicaída. A pesar de que sabía y quería creer que David era para ella y que la esperaría el tiempo que hiciese falta. Resopló en aquel asiento color verde y apoyó los codos en la mesa a juego. Maldito colegio para pijos. Observó como todas las chicas se sentaban al ver a la profesora entrar en clase. No se oía ni una sola mosca cuando aquella mujer rubia empezó a hablar.

-Abrid el libro por la página veintisiete.

El sonido de las hojas moviéndose invadió la clase. Verónica hizo lo que aquella joven mujer vestida de Moschino le pedía. Matemáticas aplicadas para el bachillerato de ciencias. Cogió aire reprimiendo las ganas de pasar de todo.

-Bien, por lo que recuerdo teníamos actividades.

La voz de la profesora era prepotente, como si estuviese haciendo un favor a alguien por estar allí. Mantenía la cabeza alta y miraba con algo de mala gana, como si hubiese tenido una mala mañana.

-Yo quiero hacer la primera profesora.

Verónica vio como una chica levantaba la mano y miraba ansiosa a la profesora. Por su parte, ella desvió la mirada de ella con actitud altiva, y se centró en Verónica. Luego una media sonrisa se dibujó en sus labios pintados con un suave y natural carmín.

-Bien, veamos, la chica nueva. ¿Cómo era tu nombre?

Verónica apretó los labios. Le llevaba haciendo la misma pregunta desde el lunes pasado. Una y otra vez, sin esmerarse en recordar su nombre. Arrugó la frente un poco al contestar, con tono algo mas cansado del que pretendía.

-Verónica.

La profesora se percató de aquello y su sonrisa se hizo aún más grande. Si Verónica hubiese tenido que describir en aquel momento una sonrisa aviesa, sería la de aquella mujer.

-Bien, Verónica.-pronunció su nombre con cierto desdén.- La respuesta a la actividad número uno. Deprisa.

Verónica se quedó seria. No había hecho las actividades. Llevaba sin tocar un libro desde que había entrado en aquel odioso instituto. Cuánto le gustaría que Eva estuviese a su lado, susurrándole las respuestas. Miró de soslayo a su compañera de al lado, pero esta se mantuvo mirando fijamente hacia delante. Se hacía la tonta y Verónica lo sabía. Una norma básica entre compañeros era que una mirada cuando te preguntaban la respuesta a una actividad significaba ayuda. Era una norma que se aprendía desde pequeños, y aquella chica la estaba ignorando.

Verónica se alisó el flequillo. A su yo de hacía unas semanas le habría dado vergüenza que le faltase una actividad pero a su yo de ahora le daba exactamente igual aquel lugar y las actividades que mandasen sus profesoras vestidas con ropa de mas de mil euros la prenda. Y mejor no hablar de los zapatos.

-Ni lo se ni me importa.

Quiso detener aquellas palabras al tiempo que salían de sus labios, pero ya era demasiado tarde. Sintió como se le aceleraba el corazón al percatarse de la forma en la que había respondido. La profesora abrió de par en par los ojos y hasta abrió un poco la boca. Aunque ni por asomo la abrió tanto como sus compañeros de clase. Se llevó una mano a la cabeza en un gesto de auto control. Ella no era así. Nunca lo había sido, pero en ese momento no le salía ser de otra forma. Lo que le había pasado a su familia hacia tan poco tiempo aún no se le iba de la cabeza. Además, necesitaba tener noticias de David, y el no tenerlas, le helaba las entrañas y le hacía sacar su lado mas irracional.

-No quería decir...

No la dejó acabar la frase.

-¡Basta! ¡Al despacho de la directora! ¡Ahora mismo!

CIUDAD DE BARRO© |TERMINADA| (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora