Capítulo 64

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Cuando Verónica cerró la puerta de su piso se apresuró a irse a su habitación y se mordió una mano para no gritar por lo que podía haberle pasado. Y por lo que ella podía haber hecho. Por primera vez sintió que entendía perfectamente todo lo que había hecho David movido por la rabia y el miedo al castigo. La forma en la que la ira la había dominado le había hecho plantearse matar a alguien. Comenzó a temblar aún más sólo al imaginarse a si misma quitándole la vida a una persona. Trató de calmar su respiración y de no hacer ruido para despertar a sus padres, pensando si podrían haber oído algo de lo que acababa de pasar unos metros mas a la derecha. Era curioso todo lo que unas paredes podían albergar en su interior. Cuando escuchaba las peleas de sus vecinos, tan sólo pensó que el chico era un malcriado y un maleducado, pero ni por asomo se le había pasado por la cabeza que también podía ser un violador. Temblando de la rabia se desvistió aguantando las ganas de coger la pistola de su padre y meterle un tiro en la frente a aquel chico. Tenía pensamientos tan violentos hacia él que logró asustarse a sí misma. En ese momento se arrepintió de haberle negado a David el acompañarla y de haberse llevado un buen rato con él pidiéndole que la dejase entrar sola. No quería causarle más molestias a David porque demasiadas cosas tenía ya él encima como para que tuviese que dejarla en la misma puerta de casa cuando podía ir ella sola. No había forma de que ella hubiese sabido que iba a encontrarse con su vecino y que iba a tratar de violarla estando borracho. Que surrealista que sin estar presente había vuelto a ser David quien la había ayudado. Sin poder evitarlo, entró en el cuarto de baño y se ducho con rabia. El chico no se había acercado a su sexo con sus partes pero sí que la había tocado y el mero recuerdo la hizo acercarse corriendo a la taza del váter y vomitar. Luego volvió a lavarse de cintura para abajo. Salió del cuarto de baño con la respiración alterada y aún llena de rabia, se puso el pijama y se metió en la cama sin poder parar de temblar. Necesitaba calmarse pero el recuerdo de aquel chico encima de ella lograba helarle la sangre. Sin duda alguna, si la noche siguiente iba bien, iba a contarle a David lo que le acababa de pasar y estaba segura de que él iba a darle la paliza que ella había intentado propinarle. Estaba segura de que David le enseñaría a respetar a las mujeres, al menos, a la suya.

Tratando de dormirse se dio la vuelta en la cama. Creyó en el karma en aquel momento mas que nada en el mundo. Ella había hecho que David reprimiese las ganas de partirle la cara a Rubén y ahora era ella quien reprimía las ganas de ir a buscar a ese tipo con la pistola de su padre en mano. Abriendo la boca para respirar profundamente pensó en la palabra venganza, y en cómo eso no iba a solucionar nada de lo que podría haber pasado en la casa de su vecino. Tan sólo la convertiría a ella en una persona violenta, y eso era lo que ella llevaba rechazando durante toda su vida. No podía darle ese poder a ese chico. El poder de cambiarla para algo peor. El poder de dominar sus sentimientos de manera negativa hasta que ella llegase a ser incluso peor que él. Lo peor de todo era que ella estaba convencida de que no había sido la primera chica a la que le había intentado hacer eso. Tratando de calmarse, pensó que había actuado de la forma mas inteligente que había podido y que dentro de todo, gracias al nombre de Cobra, no había pasado nada tan grave en comparación con lo que podía haber pasado. Luego, suspirando exasperada, se dio cuenta de que no podía contarle a David nada de lo que acababa de pasar en ese lugar. David era una buena persona, y si le contaba algo de ese chico, tal vez dejase de serlo durante unas horas y algo en ella le decía que David lo mataría, y no quería que el chico tuviese mas muertes a sus espaldas.

Con una lucha interna decidió guardarse para ella lo que acababa de pasar, y estar desde ese momento en adelante dispuesta a afrontar por ella misma todo lo que pudiese pasarle. Dio otra vuelta en la cama y comenzó a pensar si había leído algo de algún psicólogo sobre un tema como ese. Tampoco podía decirle nada a sus padres sin que supiesen que se había escapado de casa, aunque si ese chico hubiese llegado a violarla, sí que se lo habría dicho y habría buscado el apoyo en ellos. Indiferentemente de que ella se hubiese escapado nadie tenía derecho a tomar su cuerpo si ella no le daba permiso. La culpa nunca era de la víctima y el silencio nunca era la solución en esa clase de temas y ella lo sabía perfectamente. Con esos pensamientos en la cabeza logró quedarse dormida unos dos minutos. Estaba tan alterada que se despertó sobresaltada, pero no esperó que hubiese alguien en su habitación. Se mordió la lengua al soltar un grito ahogado. Cuando vio allí a su vecino se levantó de un salto y tratando de no despertar a sus padres encendió la luz. Ni tan siquiera lo había escuchado abrir su puerta.

CIUDAD DE BARRO© |TERMINADA| (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora