Capítulo 40

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David se llevó una mano a la cabeza. Se estaba duchando por fin. El agua caía por sus músculos resaltando cada línea que poseía su cuerpo. Se deslizaba por su pelo y sus labios, cálida. Lo más cálida que podía ser el agua en ese lugar. Nunca se había sentido bien duchándose en un lugar como aquel. Aunque ahora estuviese solo, era un baño común. Lo mismo podía encontrarse a uno de los hombres de Maek que a un borracho abusando de una prostituta. Estaba sucio, y aunque las chicas que trabajaban para Maek se encargasen de limpiarlo, jamás estaría lo suficientemente limpio después de todo lo que ocurría en ese lugar. ¿Puede un lugar volver a ser el mismo después de una muerte? ¿Después de una violación? ¿Después de un ajuste de cuentas?

Demasiadas cosas habían pasado en aquellos baños como para que David se sintiese del todo cómodo. Entre eso y que el agua nunca estaba lo suficientemente caliente para él, el tiempo que se pasaba en aquel lugar no era precisamente un tiempo relajante. Aunque le sirviese para despejar la mente, no podía dejar de pensar en miles de cosas al mismo tiempo. Se frotó la cara con las manos y sintió como volvía a comenzar a salirle la barba. Notó esa parte de su piel áspera, con pequeños pelos que comenzaban a salir poco a poco. Sus ojos grises eran seguros de si mismos cuando el agua dejó de caer sobre su piel y de recorrerla.

David suspiró al tiempo que cogía una toalla y se secaba con ella. Luego se la envolvió en la cintura y sus abdominales se marcaron mientras lo hacía. Cuando volvió a mirar hacia el frente, tenía una leve media sonrisa en sus labios. Ya no estaba inseguro. Aunque la sombra de lo que iba a hacer a la noche siguiente siguiese ahí, ya no estaba inseguro. Él era posiblemente la mente mas inteligente de todo aquel lugar. Conocía a Maek. Conocía a todos sus hombres. Conocía a Jorge y confiaba plenamente en él. Y se conocía a si mismo. Aquello iba a salir bien. Tenia que salir bien. Iba a dar todo lo que fuese capaz de dar para que saliese bien.

Se miró en el espejo cubierto de vapor y lo limpió con una mano. Necesitaba volver a ser Cobra. Aunque solo fuese durante la noche siguiente.

Su cabello mojado y ensortijado le caía sobre los cejas. Se lo peinó con la mano al tiempo que veía como se le marcaban los músculos de los hombros. Le encantaría tener tiempo para volver a boxear. La noche del día anterior con Verónica le había traído buenos recuerdos. Él era feliz con un saco de boxeo. Ya apenas recordaba esa sensación. Aunque nunca se sentía más feliz que cuando estaba con Verónica. Pensó en ella mientras apretaba el lavabo con las manos y se seguía mirando fijamente en el espejo. Pasase lo que pasase la noche siguiente, ella estaría a salvo. Eso era lo que le hacía ser tan fuerte. Sabía que pasase lo que pasase, indiferentemente de todo, ella estaría bien. Al fin y al cabo, ese era el papel que Verónica tenía en su plan. Lo único que le importaba de ella, era que estuviese bien. Que no le hiciesen daño. Por eso quería enseñarla a defenderse todo lo que el tiempo se lo permitiese.

Comenzó a vestirse como siempre, con unos vaqueros y una camiseta. Luego se puso unas deportivas y se puso un chaquetón. Nadie sabía lo que llevaba en la mochila que estaba justo a su lado, y nadie que lo conociese, sospecharía de lo que era. Cualquier persona que lo viese en aquel lugar pensaría que llevaba una mochila llena de armas, o de droga, y nada podía estar mas lejos de la realidad que aquello.

David se dirigió una última mirada en el espejo y salió fuera. Ya era de noche y no podía esperar que fuese algo mas tarde para poder ver a Verónica. Quería que aquella noche fuese la mejor noche de su vida. Que quedase en su recuerdo como un momento que ambos compartieron y que ambos disfrutaron. No podía esperar para verla, pero debía de hacerlo.

Comenzó a caminar por aquellas mugrientas calles que fundían su olor a suciedad y alcohol con el que poseía el cuerpo del chico, tan sumamente letal. Un borracho se le quedó mirando y agachó la mirada en cuanto que David posó los ojos en él. Todos sabían quien era. Aunque algunos fuesen lo suficientemente borrachos como para olvidarlo.

David siguió andando, como si todo le perteneciese. Esa era su forma de andar. Su forma de moverse y de hacer sentir a los demás. En el momento en el que el entrase en algún lugar, se hacía dueño y señor de todo.

Entró en el cuartucho donde estaban Jota y Cat y se sorprendió de ver allí a Darío. Si alguien lo había visto haría preguntas, pero para su sorpresa, Paulo también esta allí.

-¿Qué hacéis aquí?- preguntó David al ver a los dos chicos rubios con los que entró en el instituto de Verónica.

El chico de ojos grises no pudo evitar percatarse de que Darío tenía una pequeña cicatriz en la cara. Era un recuerdo del disparo que Paloma le pegó y que le rozó la cabeza.

-¿Tanto te alegras de vernos? Tutto bene?-le respondió Paulo.

-Certo che si - contestó David, encogiéndose de hombros con seguridad.

Jota y Cat lo observaron. Ya hacía demasiado tiempo que no lo habían escuchado hablar en italiano. Cat no pudo evitar quedarse mirándolo mas tiempo de la cuenta con ojos soñadores. Jota había pensado en más de una ocasión pedirle que le enseñase algo de italiano. Simplemente, tenía curiosidad por el idioma.

-Paulo quiere que vayamos a un ajuste de cuentas.

David elevó una ceja.

-¿Quién te ha quitado ahora un cliente? ¿Después de la paliza que le diste al último?

Paulo, rubio con ojos negros y con una chaqueta de cuero negra, metió las manos en los bolsillos y sonrió como si estuviese orgulloso de si mismo. Era igual de alto que David, pero algo menos fornido.

-De eso mismo quiero hablar contigo, a solas.

Traducciones:

Tutto bene? Todo bien

Certo che si. Claro que si.

En seguida os subo el siguiente, que como este era un capítulo largo lo he dividido en dos. Un abrazo y gracias por leerme.

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CIUDAD DE BARRO© |TERMINADA| (2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora