Abro los ojos cuándo estoamos en el portal de mi casa. Me doy cuenta que poco a poco, me ha ido regresando el mal humor que tenía esta mañana, así que no tengo muchas ganas de escuchar lo que sea que seguro tiene para decir.
—Gracias por traerme, buenas noches.
—Espera —bloquea las puertas para que no me pueda bajar y yo entrecierro los ojos en respuesta—. ¿Qué te pasa?
—Nada, estoy cansada.
—Se supone que el que estaba de mal humor, era yo.
—Perdón, no sabía que eras el único que podía estar de mal humor—espeto, molesta.
El aprieta los dientes, molesto por mi respuesta, pero no me interesa.
—Vuelvo a preguntar ¿Qué te pasa? —arrastra las palabras y yo contengo las ganas de rodar los ojos.
—Y yo te vuelvo a decir lo mismo, estoy cansada.
Suelta un suspiro exagerado y nos retamos con la mirada. Se que él no tiene la culpa de lo que me pasa, pero, de todos modos, no tengo ganas de ser pasiva.
—¿Me puedes explicar, por lo menos, porque te pusiste así?
Suelto un bufido exasperado, pero en vez de decirle que es lo que me paso hace unos minutos, suelto lo que me ha estado rondando la cabeza todo el día y que, si soy sincera, es la principal razón de mi humor de perros.
—¿Te has acostado con Gabriela?
Mi pregunta lo toma de sorpresa y no le gusta, lo puedo notar en su cara, y enseguida me doy cuenta que se pone más serio.
—Eso no es tu problema.
Su respuesta me escuece un poco porque no hace nada más que confirmar mis sospechas.
—Si es mi problema, cuando ella anda por los pasillos casi amenazándome para que deje de acostarme contigo —espeto con dureza y no me molesto en esconder mi molestia.
—¿¡Le dijiste que estamos follando!? —casi grita, alterado. Darme cuenta lo mucho que le disgusta la idea que alguien se entere que se está acostando conmigo, me hace sentir como la mierda, así como el hecho que me recuerde que para él es solo follar, pero trato de que no se note lo humillada que me siento.
—No le dije nada, se nota que esta tan pendiente de ti, que sospecha algo y anda neurótica por los pasillos —él va a decir algo y yo no lo dejo—. Pero, no te preocupes, le puedes decir que se quede tranquila porque entre tu y yo no va a volver a pasar una mierda.
Se queda estupefacto con mi tono y mi respuesta, yo me aprovecho de eso para ser rápida, quito el seguro de la puerta y me bajo del auto con violencia. Camino lo más rápido que puedo, pero en cuestión de minutos, lo tengo a mi lado y me toma de los brazos para detenerme.
—¡Suéltame! —grito y forcejeo, aunque sé que es inútil.
—¡Tranquilízate! —grita el a su vez.
—¡Déjame en paz! —sigo intentando soltarme y el resopla en respuesta, pero no dice mas nada, se queda callado esperando que yo me canse de pelear y me quede quieta—¿terminaste? —pregunta con sorna.
—¿Qué mierda quieres? —espeto
—Que me expliques porque carajo estas tan molesta.
—No tengo que explicarte nada, ahora suéltame.
—Mierda, Nina. No tengo porque darte explicaciones de lo que hice o de lo que haga o no.
Por fin me soltó, pero aún me tiene encerrada para que no pueda huir, no me pasa desapercibido que no me asusta su agarre, ni sus gritos, al contrario, me excita un poco verlo tan molesto porque se ve muy sexy.
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No me dejes caer; Escondida.
RomanceNina Johnson, una mujer de 26 años que después de que su ex abusa física y psicologicamente, se ve envuelta en una desgracia y decide dejar todo atrás, cambiarse el apellido y mudarse de país. Matthew Reed, un empresario exitoso, con un carácter d...