Indigestión

196 23 65
                                    

NARRA CINDY

Samara había preparado carne por primera vez desde que llegué, tenía tanta hambre que si no la hubiera preparado hubiera terminado comiéndome a alguno de los huesudos. ¿Cómo es que todos ellos estaban tan tranquilos sólo con leche y pastel?

Comí demasiado, tanto que creí que mi estómago iba a explotar pero estaba feliz, Mindy no me dejaba comer carne tan seguido porque decía que podía volverme agresiva.

Terminamos de comer y Samara comenzó a recoger los platos, Gerda la ayudó mientras sus hermanos salían a probar sus nuevos arcos. Skeleton dijo que subiría a asegurarse que todo estuviera listo para irnos, me advirtió que no dijera nada a nadie.

Apenas y lo escuché, no hablar con nadie no sería problema. Tenía demasiado sueño, ni siquiera me levanté de la silla, me estaba dormitando con la cabeza recargada en la mesa. Escuchaba las voces y risas de todos tan lejos, además sentía una sensación como de estar flotando.

No era desagradable sentirme así, aun cuando me sentía como cansada, pero eso no me impidió levantarme y salir corriendo cuando sentí las ganas de vomitar.

Me levanté y corrí al cuarto de baño, nadie estaba conmigo así que nadie se preocupó. Vomité tanto y me sentía tan mal que en algún momento llegué a pensar que parte de esos desechos eran mis órganos.

Habrá pasado cerca de una hora cuando Skeleton llamó a la puerta.

—Cindy, ¿estás ahí? ¿Cindy?

Preguntó, yo ni siquiera tenía ánimos de contestar, los vómitos no eran seguidos pero no tenía demasiada energía como para estar respondiendo sus estúpidas preguntas.

—Cindy, deja de esconderte, sabes que tenemos que irnos.

Dijo un poco más bajo, no volví a contestar.

—Escucha niña, si no sales ahora entraré por ti y no te va a gustar.

Amenazó dando un golpe a la puerta, justo en ese momento otro ataque de vómito se presentó. Ya ni siquiera tenía algo en mi estómago para sacar, me sentía tan mal que quería llorar pero no tenía energías ni siquiera para esa patética acción.

—Tú te lo buscaste, luego no me taches de acosador o pervertido.

Advirtió antes de abrir la puerta. Me encontró sentada en el suelo junto al inodoro, se agachó para quedar a mi altura y poder inspeccionarme mejor.

—¿Qué sucede? ¿Qué te ha pasado?

Preguntó preocupado quitando el cabello que se había pegado a mi rostro y acomodándolo hacia atrás para poder limpiarme.

—Tú tonta amiga a intentado envenenarme. Ya decía yo que no debía confiarme de ella. ¿Qué extraño que haya querido ser amable consiguiendo algo que me gustara, no?

Respondí molesta mientras él intentaba limpiar con una toalla húmeda mi cabello y mi ropa.

—Vamos, ella no haría eso. No he conocido a alguien más buena que ella.

Dijo defendiéndola, una arcada en mi estómago me hizo encogerme de dolor, por suerte no hubo más vómito.

—Pues no encuentro otra explicación.

Dije molesta y dolorida, él suspiró, seguro que estaba cansado de tener que soportarme.

—Quizá sea que te has comido toda la carne tú sola, ¿no?

Dijo burlándose un poco. Ya no sentía náuseas, ya no quedaba alimento alguno en mi estómago, sólo el dolor. Sólo entonces las lágrimas comenzaron a salir.

Pixeles SobrevivientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora