Más Huéspedes

223 24 88
                                    

NARRA SKELETON

Terminé de limpiar todo el primer piso y no escuchaba ningún sonido dentro de la casa. Samara no quería verme porque acababa de decirle que no podía sentir lo mismo que ella por mí y Cindy simplemente no quería hablar con Samara.

Seguro que cada una estaba recostada en alguna habitación, haciendo berrinches de chicas sentimentales. Recordé a Charlotte al imaginarlas llorando.

Esperaba que estuviera bien, sólo alguien muy malo se atrevería a hacerle daño, por esa razón una parte de mí se negaba a pensar que aquello había sido ocasionado por los arqueros. Podían ser salvajes, de humor crudo y palabras fuertes, pero no eran malvados.

Comencé a subir las escaleras para limpiar el segundo piso. Limpié el tercero, el cuarto y llegué hasta el quinto y último. Samara sí que tenía una familia grande.

Comencé a limpiar las habitaciones y el pasillo conforme iba avanzando, pero cada vez me faltaban menos y no podía creer que ellas estuvieran juntas. Aunque quizá estaban sentadas una frente a la otra hablando sobre lo mal que les caía, sí, sólo así podrían soportarse.

Finalmente sólo me faltaba la última habitación, entré y sólo vi a Samara dormida sobre la cama abrazando sus piernas como quien quiere sentirse protegido del mundo. Sin hacer mucho ruido limpié todo, pero no había señales de Cindy por la habitación, algo andaba mal.

Recorrí toda la casa de nuevo buscando en todos los rincones e incluso mirando el techo, no sé cómo lo hacía pero esa chica a veces podía escalar por las paredes y el techo, es rara.

No encontré nada, iba a preguntar a Samara si sabía algo pero al subir corriendo las escaleras choqué con ella y caí.

—¿Estás bien? ¿Sucede algo? ¿A dónde ibas con tanta prisa?

Preguntó corriendo escalera abajo para ayudarme a levantarme.

—No importa, ¿dónde está ese pequeño fenómeno?

Pregunté, ella me miró extraño.

—¿Eso es un apodo cariñoso?

Preguntó, la miré sin comprender.

—¿De qué hablas?

Pregunté, ella negó con la cabeza dedicándome una sonrisa triste.

—Olvídalo, no sé dónde está. Acabo de despertar.

Dijo, miré hacia la puerta. Ella era capaz de hacer cualquier tontería con tal de aparentar ser madura y fuerte.

—Seguro anda por ahí afuera, regresaré cuando la encuentre.

Dije tomando uno de los arcos que ella tenía en casa y unas cuantas flechas. Ella no dijo nada, sólo me observó salir.

Una vez afuera miré a todas direcciones pero no pude encontrar ningún rastro de a dónde podía haber ido. Comencé a preguntar a todos los que veía afuera y a llamar a las casa pero sólo reían cuando señalaba su altura, pensaban que estaba bromeando.

Sin obtener respuestas comencé a caminar hacia el lado contrario al refugio pensando que seguro ella sólo quiere alejarse de todos, como siempre lo ha hecho. Caminé cerca de una hora revisando cada arbusto y mirando las copas de los árboles esperando verla pero comenzaba a sentir que era una pérdida de tiempo, si ella no quería ser encontrada no lograría mi cometido.

Pensaba regresar a casa de Samara con la esperanza de que un día de estos regresara cuando comencé a escuchar unas risas conocidas, eran los arqueros. Avancé rápidamente hacia el lugar de donde provenían sus risas, los encontré en un claro riendo divertidos.

Pixeles SobrevivientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora