Extrañando Su Verdadero Hogar

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NARRA CHARLOTTE

Llegamos a la fortaleza después de un apresurado recorrido. Los chicos se relajaron un poco más al llegar, a excepción de Kellet que parecía que todo esto le ponía muy nervioso.

—Vamos a la biblioteca, ahí te explicaremos todo con calma.

Dijo Bertha encabezando el grupo. Ya era algo tarde, así que no había casi nadie en los pasillos.

Llegamos a un gran salón lleno de libros en los estantes de sus paredes que eran cinco veces más altas que mi estatura.

—Este es el centro de la fortaleza, muchos lo toman como atajo porque puedes evitar rodear toda la fortaleza tomando este camino.

Explicó Bertha dirigiéndose hacia una estantería, miró a todos lados y luego tomó un libro pero sin sacarlo de su lugar, sólo lo jaló un poco.

—Ni se te ocurra decirle a nadie de esto.

Amenazó Kellet. La estantería comenzó a abrirse en dos revelando un pequeño cuarto dentro de esta.

—Era el cuarto de estudio de Za... De nuestra amiga.

Dijo Bertha entrando, la seguimos al interior antes de que la estantería volviera a cerrarse.

En el interior de la habitación secreta me enseñaron los libros, escritos, demás mapas y toda la información que su amiga había dejado.

Bertha dijo que sólo quería respuestas después de que esa cosa a la que llamaban Wither los atacara, pero tampoco podía quedarse más tiempo.

Después de entender todo lo que me dijeron entendí que sólo alguien muy malo y enfermo podría planear tal cosa. Con esa cantidad de cráneos podría armar todo un ejército invencible de Withers, pero, ¿por qué? ¿Qué buscaba ese ser?

—Quizá quien esté haciendo todo esto sólo quiera un trofeo. La cabeza del último Ghast.

Dijo Kellet mirándome, pensé que bromeaba pero su rostro era serio.

—Cierto, tiene sentido. ¿Por qué alguien encerraría al último Ghast en esta dimensión para luego invocar un ejército de monstruos?

Secundó Blake, los miré asustada. El miedo comenzó a inundarme, si era cierto quizá ellos mismos me entregarían.

—Chicos, la están asustando.

Los regañó Bertha cuando vio que las lágrimas comenzaban a mojar mis mejillas.

—No les hagas caso, sólo hacen bromas de mal gusto, ya sabes, no son muy listos y... No, no, espera, no llores.

Comenzó a intentar tranquilizarme con una sonrisa nerviosa, pero no podía aguantar más. Lágrimas acumuladas por el dolor, por estar sola, por no saber de mis amigos, por sentirme inútil y por creerme la causante de todos los problemas estaban pidiendo salir a mares, y así lo hicieron.

Comencé a llorar como la primera vez que me quedé sola después de perder a mis padres. Comencé a llorar tanto que incluso mi vestido se estaba empapando y un charco de agua comenzaba a formarse bajo de él.

—Chicos, hagan algo.

Pidió Bertha, parecía desesperada por hacerme callar.

—Tú la hiciste llorar, no nosotros.

Se excusó Kellet.

—No sé qué harás pero hazlo pronto, no quiero morir ahogado.

Se quejó Blake. Ninguno quería ayudarla y ella no sabía qué hacer o decir.

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