Segunda parte de Sobreviviendo En Un Loco Mundo y Una Vida Pixeleada.
Alguien ha despertado al Wither, una bestia feroz y casi indestructible, sólo para cobrar venganza. Los habitantes del refugio han conseguido escapar con vida, algunos están muy h...
Mindy y yo corrimos a avisar a todos los que podíamos que salieran del refugio. Que huir de esa bestia era el plan. Ninguno de nosotros podría acabar con esa bestia que al parecer era indestructible.
Corrimos hacia las cuevas, nos habíamos dividido de los demás para avisar. Ella corría llevándome de la mano, pero al llegar frente a la cueva me solté.
—Ves a avisar a las casas cercanas, yo avisaré a todos los que estén dentro de la cueva. Recuerda buscar bien, los cobardes suelen esconderse.
Dije, ella asintió con la cabeza, aunque no parecía muy convencida con mi plan.
—Ten cuidado. Te esperaré en la entrada.
Dijo de manera autoritaria. No contesté nada, sólo corrí hasta entrar a la cueva.
Era una gran cueva que llevaba a las demás cuevas. Me recordaba a la mansión de Charlotte, con tantas habitaciones y una gran sala principal.
Avise a todos, buscando en cada una de las cuevas. Los que ya sabían ayudaban a avisar antes de salir por la entrada secreta.
Como a nosotros nos gusta salir de noche, para no llamar la atención, creamos una salida que da directo al exterior del refugio y del que sólo tenemos conocimiento los que habitamos en las cuevas, ni siquiera Ender sabe de ella. Todos salieron por ahí.
Una vez que me aseguré que ya no quedaba nadie dentro fui hasta mi cueva, se podían escuchar las explosiones a la distancia. Probablemente por los túneles que Ender y yo habíamos creado.
Caminé por estos mientras pensaba en Mindy. Ella había prometido esperarme en la entrada, pero sólo alguien demasiado tonto arriesgaría su vida por la de alguien más.
Me detuve pensando esto último. ¿Qué estaba haciendo? Yo estaba arriesgando mi vida por Ender, por mi mejor amigo.
Negué con la cabeza. Yo me estaba dejando llevar por mis impulsos, por mis sentimientos. Pero confiaba en que Mindy fuera más inteligente.
Aún siendo sobreprotectora saldría del refugio. No se quedaría a esperar a que la hicieran añicos, ¿cierto?
Intentando convencerme de estos últimos pensamientos seguí avanzando a través de los túneles, los conocía a la perfección.
Me preocupé cuando las explosiones comenzaron a sonar más fuerte. La tierra temblaba y creí que los túneles se desplomarían entrerrandome viva.
Comencé a avanzar más rápido, no me dejaría vencer por el miedo. Aunque cada vez sentía más cerca las explosiones, como si ese monstruo me siguiera, como si supiera que yo estaba ahí, en los túneles, bajo él.
Comencé a correr con todas mis fuerzas hasta que una explosión me tiro de espaldas. Sólo podía ver humo y tierra. Escuché unos gritos en la superficie. Cuando la tierra cayó y el humo se disperso pude ver la luz de la tarde y las siluetas de Skeleton y Skellen corriendo con la bestia detrás.
Pensé que probablemente iban a llevarlo al río, o quizás sólo esperaban conseguir tiempo para los que estaban huyendo en sentido contrario.
Vi el túnel frente a mi, estaba desplomado. Ender no podría salir por aquí. Comencé a cavar con mis propias manos con desesperación, pensando que quizás él ya estaba del otro lado atrapado bajo la tierra.
Seguí cavando, pero no encontré nada. El sol había caído, las explosiones dejaron de oírse, ya no supe de Skellen y Skeleton.
Salí de ese agujero, estaba toda sucia, cansada y afligida. Comencé a llorar mientras caminaba hacia la entrada del refugio.
Estaba todo destruido, no había nadie, no se escuchaba nada. Una pequeña parte de mi hubiera querido encontrar a Mindy en la entrada, que me recibiera con su rostro preocupado pero con sus brazos abiertos.
Pero estaba sola, la luz comenzaba a desaparecer y no sabía que hacer. De todas maneras nunca hacía nada bien.
Comencé a caminar, aunque ni siquiera me interesó recordar hacia qué punto nos íbamos a dirigir todos. La luz se apagó por completo, pero yo podía ver perfectamente en la oscuridad.
No había animales cerca, mucho menos alguien que pudiera ofrecerme su ayuda. Sólo había silencio.
Un silencio tan inquietante, tan profundo, tan grande y perturbador que casi podía jurar que lo escuchaba. Escuchaba mi temor crecer por no saber a donde ir, que hacer.
Caminé por largar horas, primero llorando sintiéndome sola e impotente, pero después de un rato el miedo me hizo estar alerta. Jamás había estado sola a mi suerte, sin darme cuenta me había acostumbrado a siempre tener a alguien que cuidara de mí.
Comencé a ver el sol salir, se veía tan lejos. Comencé a sentir el cansancio y el hambre, todo daba vueltas y mis piernas ya no querían mantenerme de pie. Me desplomé en el suelo y perdí el conocimiento.
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Desperté en una gran cama blanca, con cobijas ligeras de color blanco. Miré a mi alrededor, las paredes de la habitación eran blancas, las ventanas eran amplias y dejaban entrar una gran claridad.
La habitación no tenía puerta, pero no se escuchaba a nadie cerca. Junto a la cama había una pequeña mesita con un vaso de leche y un poco de pan.
Me levanté y miré por una de las ventanas. Estaba tan lejos del suelo que no me sorprendería saber que estaba en un cuarto piso. Afuera había más edificios parecidos, pero no había movimiento de nada. No había animales, algún ser vivo o algo que me diera una pista de cómo había llegado hasta aquí.
Mi estómago me rugió, moría de hambre, pero no iba a comer nada. Ender me dijo que si comía lo que los demás me ofrecían podría morir envenenada.
Comencé a caminar hacia la entrada de la habitación, pero me sentía diferente. Miré mis ropas, no era lo que yo usaba siempre, estaba usando un ridículo suéter gigante color blanco que me llegaba hasta las rodillas, además de estar descalza.
Busqué mis zapatos y ropa normal por toda la habitación, pero no había nada. Cuando quise ver bajo la cama unos mechones de cabello cayeron ante mis ojos. Primero me asusté, pero después me di cuenta que era mi cabello.
Comencé a pasar las manos por mi cabeza, no tenía mí peinado normal, mi cabello caía libre sobre mis hombros.
Quién quiera que me había hecho esto me las iba a pagar. No iba a poder moverse durante varios días.
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